Existe a pie de calle la percepción de que la crisis que está viviendo España es mucho más grave de lo que los datos de evolución de la economía española (PIB) indican. Según la Contabilidad Nacional, el PIB en el primer trimestre de 2012 fue sólo un 4,2% menor que en el mismo trimestre de 2008.
Sin embargo, durante este período de tiempo la actividad de los servicios (incluyendo la comercial), de la industria y especialmente de la construcción se han reducido de una forma mucho más importante, con bajadas de entre el 20% y el 60% según los sectores. El empleo ha sufrido también una importantísima reducción, habiéndose destruido 19 de cada 100 empleos en el sector privado (además de haberse convertido un porcentaje sustancial en empleos a tiempo parcial).
Los datos de producción no reflejan lo mismo que el PIB (los primeros equivalen a facturación y los segundos a valor añadido bruto, es decir, beneficios más costes salariales más impuestos sobre la producción), pero es de sentido común que deba haber una estrecha relación entre ambos datos. Para comparar si esta aparente discrepancia es normal se puede analizar la evolución en los diferentes sectores de los indicadores de producción en España y Alemania con los datos homogéneos de Eurostat.
Comenzando con la industria, se ve cómo en Alemania el IPI (índice de producción industrial) ha evolucionado en paralelo con el PIB industrial desde el año 2007. La discrepancia de aproximadamente un 5% que se ve al final del período se puede explicar sin problemas por la inflación sufrida por los productos industriales.
Sin embargo, en España se observa una impresionante diferencia en la evolución de ambas estadísticas. La caída del PIB industrial en 2008-2009 fue mucho menor que la del IPI. Además desde 2010 el PIB industrial ha subido notablemente (un 10%) mientras que el IPI ha caído un 6% adicional. La discrepancia acumulada desde 2007 llega en estos momentos al 32%, si la evolución de ambos datos hubiera sido similar a la de Alemania.
En la construcción tomamos el índice de producción de la industria de la construcción y el PIB correspondiente a la construcción. En Alemania se ve una evolución bastante similar de ambos índices (con alguna discrepancia puntual en algún trimestre). Al final del período se acumula una divergencia de un 7% que una vez más se puede atribuir a la inflación.
En España el PIB de la construcción ha caído un 15% desde 2007, cuando el índice de producción lo ha hecho nada menos que un 58%. Esto resulta aún más extraño por cuanto el índice de precios de la vivienda nueva, según Fomento, ha descendido un 19% desde esas fechas.
En el sector servicios nos encontramos una vez más el mismo panorama. En Alemania la discrepancia entre el PIB de servicios y el índice de servicios es muy pequeña (menos de un 3%), lo que se puede atribuir perfectamente a diferencias estadísticas. Aunque en algunos trimestres hubo una discrepancia entre ambos datos, en los trimestres siguientes volvieron a converger.
Nada de eso ha pasado en España. La brusca caída en la actividad de los servicios vista en 2008-2009 (-19%) apenas se reflejó en un 4% en el PIB de servicios. Desde entonces la actividad de los servicios ha descendido otro 2% y, sin embargo, el PIB de servicios ha crecido un 5%.
A la vista de los datos, resulta evidente que existen problemas muy serios en la medición del PIB español, que el Instituto Nacional de Estadística debería explicar. Una defectuosa medida del PIB, aunque beneficiosa a nivel político, es sumamente perjudicial en muchos sentidos:
-Nos priva de unos fondos europeos a los que tendríamos derecho si este agregado se midiera de una forma correcta.
-Serviría para que los agentes económicos (empresas y familias) tomaran decisiones basadas en información veraz sobre la situación.
-Transmitiría a nuestros socios europeos y a la comunidad internacional un mensaje apropiado sobre la auténtica y dramática situación en la que nos encontramos, lo que les haría mucho más receptivos a la hora de prestarnos ayuda.
-Al informarse de forma incorrecta sobre los datos de los beneficios empresariales (que se calculan por diferencia), se crea en la sociedad un enfrentamiento de clase absurdo, basado en la falsa creencia de que los empresarios se están beneficiando de la crisis.
-Y en último lugar no se generaría confusión en el exterior con datos ridículos sobre costes laborales unitarios y productividad. Las intensas mejoras informadas desde 2007 en estos datos (ya que dependen del PIB) hacen que no se comprenda en el exterior que sigamos teniendo tantos problemas.