Dos subastas de deuda pondrán esta semana a prueba la solvencia de España ante los mercados. Con los ojos de toda Europa puestos en el país, con la prima de riesgo camino de los 600 puntos y con el Gobierno buscando desesperadamente una ayuda por parte del BCE, el Tesoro intentará colocar en los próximos tres días dos emisiones: martes 19, hasta 3.000 millones en letras a 12 y 18 meses; jueves 21, hasta 2.000 millones en bonos a 2,3 y 5 años. Desde Hacienda, cruzan los dedos; una demanda insuficiente podría ser el inicio de un terremoto de incalculables consecuencias.
En una situación tan delicada como la que atraviesan las cuentas públicas españolas, cualquier examen ante el mercado se torna decisivo. Pero las citas de esta semana adquieren un matiz aún más relevante. Para empezar, habrá que ver cómo se refleja el deterioro de la prima de riesgo en el mercado primario. Hay que recordar que este indicador marca la diferencia entre el bono español y el bund alemán a diez años en el mercado secundario (es decir, entre un inversor que ya tiene deuda española y quiere vendérsela a otro).
Por lo tanto, el incremento de la ya famosísima prima en los últimos días no quiere decir que el Gobierno tenga que pagar más por esta deuda. Esos bonos con los que se negocia en los mercados ya fueron emitidos a un interés. Y es ese precio acordado en su momento el que tendrá que satisfacer España cuando se cumpla su vencimiento.
El reflejo de la prima
Sin embargo, está claro que el incremento de la prima tendrá su reflejo en las subastas. Si los inversores no están dispuestos a comprar deuda española en el mercado secundario a no ser que se les ofrezca más rentabilidad, lo lógico es que exijan lo mismo en el llamado mercado primario (al fin y al cabo, el obligado al pago en uno y otro caso es el mismo, el Estado español).
Por todo eso, es por lo que las subastas de esta semana son tan relevantes, especialmente la del jueves. Ese día, el Tesoro intentará colocar bonos a 2,3 y 5 años. La deuda a corto tiene mejor encaje, porque se supone que incluso en un deterioro rápido de la situación, el país podrá sostenerse unos meses. Pero si se empieza a hablar de bonos a varios años, lo que el mercado valora es la solvencia del país a medio plazo, su capacidad para hacer frente a sus obligaciones.
En este sentido, Alberto Recarte explicaba este lunes en Es Noticia que lo importante no es tanto el interés que se pague en estas dos emisiones, como el hecho de encontrar demanda suficiente para el papel emitido. El Tesoro tiene más de 600.000 millones de deuda en circulación. Pagar un 1 o un 2% más por una emisión total de 5.000 millones no va a descabalgar las cuentas públicas. Pero si los inversores no acudieran, entonces eso sí que sería una señal evidente de que estábamos entrando en zona de máximo riesgo.
De hecho, un detalle significativo puede servir para intuir la preocupación del emisor. En su calendario de principios de año, el Tesoro tenía previsto que lo de este jueves fuera una subasta de obligaciones (de entre 10 y 30 años), pero finalmente lo que se sacará al mercado serán bonos de entre dos y cinco años.
Un año duro
Si el Tesoro quiere ser optimista, puede pensar que hasta ahora ha conseguido pasar todos los retos que tenía por delante este año. Entre enero y mayo, los vencimientos sumaban 64.294 millones. En las emisiones, se han conseguido 82.461 (algo más de 18.000 millones extra para financiar nueva deuda).
En los siete meses que quedan de año (incluyendo junio), restan 80.715 millones por amortizar, de los que los primeros 5.000 se intentarán conseguir esta misma semana. Teniendo en cuenta esos 18.000 millones extra ya acumulados, la deuda pendiente de refinanciar suma unos 62.500 millones. En principio, el gran reto llegará en octubre, cuando vencen más de 27.300 millones, aunque el mes que viene, con 18.625 millones y el actual estado de inestabilidad, también se presenta como un escollo difícil de superar.
Una tendencia preocupante
En realidad, la salud de la deuda española no es tan mala si se mira con cierta perspectiva, aunque también es cierto que si se mantiene la tendencia actual puede llegar a ser preocupante. En estos momentos, el Estado tiene más de 600.000 millones de deuda en circulación, con 6,44 años de vida media y un 4,07% de interés promedio.
Todas estas cifras son razonables, si se comparan con otros momentos de la historia o con el resto de los países de la UE, que tienen niveles de deuda superiores. Lo alarmante es cómo han evolucionado estos datos en los últimos años. En 2007, la deuda viva sumaba 307.168 millones, la mitad que ahora mismo.
La vida media, en ese momento, era de 6,84 años. La razón por la que ha descendido es porque es más barato y más sencillo financiarse a corto plazo. Pero claro, esto puede imponer una tremenda presión cuando vayan acumulándose en los próximos ejercicios los vencimientos de todas estas emisiones.
Por último, el interés medio a pagar por esa deuda viva ha pasado del 3,53% en 2009 al 4,07% de la actualidad, en la mejor demostración posible del deterioro de la solvencia de España en los mercados financieros. También es cierto que, con un poco de perspectiva, la situación no es tan mala. Por ejemplo, en 1992, el interés medio de la deuda viva era del 10,92% y en 2007 todavía estaba en el 4,53%, medio punto más que ahora mismo.