La credibilidad es un capital político difícil de ganar y muy fácil de perder. Cuando el PP llegó al poder, los mercados le otorgaron una confianza relativa, pero confianza a fin de cuentas, en todo lo referente a su capacidad para sacar a España de la crisis. A fin de cuentas, el equipo de Rajoy se beneficiaba de la buena imagen como gestor de la economía que había dejado tras de sí el equipo de Aznar. Y, sobre todo, tenía a su favor una cosa que los mercados valoraban muchísimo: la estabilidad política que le otorgaba su mayoría absoluta. Con este bagaje, los mercados no esperaban milagros, pero sí al menos un cambio de dirección sensato en la política económica y empezaron a confiar, aunque con reservas, en el nuevo Ejecutivo. Ese capital político, sin embargo, se ha agotado en pocos meses.
La pérdida comenzó cuando, después de ganar las elecciones, Rajoy decidió retrasar cualquier medida económica dura hasta después de las autonómicas andaluzas. Después vinieron las sorpresas sobre las cuentas públicas de determinadas autonomías y sobre el estado de salud de Bankia. Y, este fin de semana, se ha gastado el capital político que le quedaba al Gobierno, después de negarse primero a que la Unión Europea rescatara a la banca española, diciendo después que no era un rescate a España sino al euro y contradiciéndose una y otra vez sobre el coste del mismo para los españoles y sobre las condiciones que pondrá la UE a cambio de su ayuda. No es de extrañar, por tanto, que este lunes la prima de riesgo, en vez de relajarse, haya subido nuevamente hasta los 520 puntos básicos. Y es que los mercados, después de asistir al juego que se ha traído el Ejecutivo con la UE empiezan a tener muchas más dudas sobre España.
Negarse a aceptar el rescate, cuando todo el mundo sabía que España no tenía dinero para sanear nuestro sistema financiero, tratar de hacerlo por la puerta de atrás, pidiendo que el BCE lo financiara y ahora actuar como actuó el Gobierno este fin de semana es algo que no inspira precisamente confianza en los mercados. Éstos empiezan a preguntarse si, vista la forma de comportarse del Ejecutivo, no habrá más problemas en relación con la economía española que todavía se desconozcan y que lleven a que la UE tenga que rescatar al Gobierno de la misma forma que ahora ha tenido que hacerlo con la banca.
Con el rescate, el Ejecutivo tenía una gran oportunidad para restaurar, al menos en parte, la confianza de los mercados. Sin embargo, su torpeza a la hora de gestionar lo inevitable, que es que Europa tuviera que acudir en ayuda de nuestro sistema financiero, solo ha servido para restarle todavía más crédito político. Ese es un lujo que nuestro país ya no se puede permitir.