El 24 de mayo, es decir, hace un par de glaciaciones político-económicas, el avance de los partidos de izquierda en las elecciones de principios de mes había puesto al euro de rodillas y comprometido la prima de riesgo española. LD publicó un artículo del GEES que decía: "... lo que espera el gobierno español, (...) es (...) que el Mecanismo europeo de estabilidad, fondo de rescate que sustituirá al actual, pueda recapitalizar bancos sin pasar por préstamos a los estados...".
Entonces, recuérdese, la financiación de crecimiento con deuda hacía furor en las cancillerías y redacciones europeas, lo que hubiera hecho inevitable un rescate en sentido estricto. Se pensaba, de acuerdo con la profunda inteligencia y sensibilidad moral reinante ¿por qué no resolver una crisis de deuda con más deuda? A ello se resistía comprensiblemente el Gobierno, incapacitado para financiar en el mercado de bonos las necesidades generadas por el saneamiento bancario, a su vez recomendado por el BCE a principios del mismo mes de mayo en la visita de Draghi a Barcelona.
Según indican los diarios alemanes Süddeutsche Zeitung y Die Welt las opciones que se estudian hoy son similares a la anunciada entonces. Una eventual transferencia de ayudas directas desde el Fondo Europeo de Estabilidad Financiera (FEEF) al Fondo de Reestructuración Ordenada Bancaria (FROB). O bien que el FEEF abriese una línea de crédito para España a la que podrían recurrir los bancos para recapitalizarse urgentemente.
Se buscan, pues, subterfugios para concluir lo que los socialistas no hicieron hace 4 años cuando era obligatorio ni tampoco en octubre de 2011 con la repesca del belgo-francés Dexia que recibió 90.000 millones en garantías de dos países con más del 90% de deuda. Es decir en una cuantía ya mayor a la considerada requerida para la totalidad de nuestros bancos.
Por lo tanto, España puede salir adelante, pero hay más consecuencias. La primera, embarcarse en un intercambio de soberanía que podrá valorarse como una bendición viendo cómo la hemos usado estos años, pero que es preocupante. En segundo lugar, una derrota ideológica de la izquierda que ve como la estabilidad de precios y la contención presupuestaria son el modo de hacer avanzar, crecer, a las sociedades occidentales. Por fin, una derrota estrepitosa del PSOE que hasta ayer estaba esperanzado en una quiebra de España que le permitiera argumentar, falazmente, que ésta había sido responsabilidad de la derecha y que impidiera la recuperación económica. Ésta, que solo puede fundarse en el pago de las deudas y requiere por tanto austeridad, compromete en cambio el futuro electoral socialista. La mayor parte de estos efectos son positivos. Ahora hay que buscar el medio de no diluirnos en Europa y de mantener la mayor independencia. Esto lo impediría resueltamente un rescate.