Defenestrado MAFO, que se va con la mancilla de tener que hacerlo un mes antes de lo previsto, como si el país no pudiera ya aguantar que estuviera gobernando el Banco de España ni un minuto más, se abrió la lucha por la sucesión. Al principio pareció que de Guindos no tendría problemas para imponer a su hombre, Luis María Linde, pero al poco surgieron nuevos candidatos fruto de las presiones procedentes de los lugares más variados. En España, siempre que hay un cargo vacante, le salen atropelladamente novios a manos llenas. No sólo están quienes gustan postularse, que terminan ofreciéndose para casi todo y por eso salen periódicamente en cualquier quiniela, sino sobre todo están quienes quieren demostrar su poder vetando nombres. Pasa siempre. Y que pasara también en este caso no tendría mayor importancia una vez que quien ha impuesto su criterio es quien cabe esperar que lo haga, el ministro de Economía.
Pero, en esta ocasión, ha intervenido una fuerza muy poderosa a la que de Guindos ha tenido que hacer frente para colocar a su hombre y es la del Banco Central Europeo. Según nos cuentan, Mario Draghi hubiera preferido ver al frente de la institución española a José Manuel González Páramo, el representante español en la institución europea y que, desde que llegó a Fráncfort, ha sido leal con ese organismo. Cabe especular con la idea de que Páramo habría sido una especie de submarino de Draghi y de Merkel que habría permitido a ambos estar al corriente de la realidad del sistema financiero español. Una realidad que aún hoy sigue siendo un misterio insondable a la espera del resultado de la valoración que de él hagan Oliver Wyman y Roland Berger, los auditores extranjeros que ha habido que contratar porque fuera ya no se fían de lo que diga ningún español.
De modo que el que de Guindos se haya salido con la suya puede ser contemplado como una victoria de Rajoy frente a las ansias de injerencia de Merkel y Draghi. No obstante parece comprensible que ambos quieran saber cumplidamente qué van a hacer los bancos españoles con los tropecientos miles de millones de euros que Europa nos va a dar o prestar, que ya veremos lo que al final se hace, para salvar al sistema financiero español.
Francamente, prefiero que sea nuestro ministro de Economía y no el presidente del Banco Central Europeo quien decida quién va a ser el gobernador del Banco de España, pero eso no quita para que siga siendo necesario que Draghi vuelva a fiarse de la institución española y de los datos que le suministre. De forma que la primera misión de Luis María Linde será recuperar la confianza del italiano que Ordóñez perdió. Y lo tendrá que hacer con hechos, pues no bastará con razones. Es un trabajo digno de un Hércules, del estilo del de limpiar los establos de Augías. Veremos si lo consigue.