El nuevo presidente francés, François Hollande, quiere reabrir el debate sobre el Pacto Fiscal del euro para introducir modificaciones en el mismo relacionadas, fundamentalmente, con la introducción de los eurobonos y la suavización de los ajustes presupuestarios para poder llevar a cabo programas de inversión en infraestructuras con el fin de estimular el crecimiento económico. La canciller alemana, Angela Merkel, en cambio, se niega a ello. ¿Estamos en puertas de una nueva crisis de la Unión Monetaria Europea? No lo creo.
La petición de Hollande no es nueva. A lo largo de su campaña electoral insistió una y otra vez en este mensaje, con el argumento de minimizar los sacrificios que impone la crisis tanto en forma de desempleo como de recorte de un gasto público que, según su visión, Francia necesita y se ve beneficiada por él. Esta es una tesis que empieza a ser compartida por buena parte de la izquierda europea, incluida la española, en el sentido de que se puede suavizar el ajuste presupuestario para dedicar recursos públicos a la financiación de programas de infraestructuras que generen empleo y crecimiento económico. Nada más lejos de la realidad. Esos programas solo son posibles si los mercados están de acuerdo en financiarlos a través de la deuda pública, lo cual no es el caso dado que el grado de deterioro experimentado por las finanzas públicas y por los saldos de deuda pública en la mayor parte de los países de la zona euro, entre ellos la propia Francia, suscita dudas en los mercados, que responden con el crecimiento de las primas de riesgo, entre ellas la francesa. Es decir, los inversores internacionales no están por la labor. Además, todo lo que sea emitir más y más deuda supone dejar sin financiación al sector privado, lo cual agrava la crisis en vez de resolverla. Por último, los intereses de dicha deuda suponen un crecimiento del gasto que amplía el déficit y obliga a emitir más deuda, cosa que los mercados no pasan por alto. En consecuencia, los planes de Hollande son inviables desde el punto de vista económico.
El nuevo presidente francés, sin embargo, trata de sortear esta cuestión pidiendo que se creen los eurobonos para, de esta forma, poder financiar sus planes sin sufrir las consecuencias en forma de revisión a la baja de la calificación de la deuda francesa y de incremento de su prima de riesgo. Y aquí es donde Alemania dice que no, porque, entre otras cosas, los eurobonos suponen que la economía germana se financie a tipos de interés más altos de los que lo viene haciendo hasta ahora y porque, en caso de problemas, la solución tendrá que correr a cargo, en parte, del bolsillo de los contribuyentes alemanes. Así se lo dijo Merkel a Hollande. Entonces, ¿por qué insiste el primer mandatario francés? Todo es cuestión de calendario político. Los próximos 10 y 17 de junio se celebran elecciones legislativas en Francia y Hollande, como es lógico, no quiere que su partido cambie el discurso político que le llevó a él al Palacio del Eliseo. Merkel tampoco quiere dar una negativa tajante para no interferir en el proceso electoral de su vecino. Una vez que concluya éste, sospecho que Hollande tendrá que renunciar a sus pretensiones porque sin eurobonos sus planes no pueden salir adelante, y los eurobonos no se pueden aprobar si Alemania no está de acuerdo. Salvo que el nuevo presidente galo encarne la versión francesa de ZP, cosa que, hasta ahora, no parece que sea el caso. En consecuencia, no creo que vayan a producirse cambios en lo que ya está acordado, lo cual es de agradecer porque así nos evitamos nuevos episodios de desconfianza de los mercados.