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Cristina Losada

Teléfono rojo, ¡volamos todos!

Cuanto más se prolonga el juego del gallina con Grecia, más devastadores son sus efectos. Todavía no han usado las bombas y ya hay daños colaterales.

El directorio de la eurozona y Grecia estaban jugando una partida de póker. Con sus faroles y sus trampas, desde luego, pero todo dentro de un orden. Ah, las cosas han cambiado. Del juego de mesa hemos pasado al juego del gallina. El que popularizó Rebelde sin causa, pero ahora con Merkel en el papel de James Dean. En la euro-película, cada uno muestra al otro el abismo por el que puede despeñarlo. Son precipicios diferentes y no es fácil saber cuál es menos letal. Los dos conductores han bloqueado el volante para exhibir su determinación. Los motores rugen. Ambos esperan, naturalmente, que sea el otro el primero en saltar del coche.

Como en la carrera de armamentos, el riesgo es la destrucción mutua. Grecia se siente poseedora de un poder aniquilador capaz de llevarse el euro por delante. Calcula que el resto de los socios cederá por miedo al cataclismo. Pero Bruselas y Berlín se han movido para desactivar la amenaza nuclear que una salida de Grecia cierne sobre la unión monetaria. Han hecho saber que están preparados para afrontar el coste de un Grexit por tremenda que sea su onda expansiva. "Tiren la bomba, que sabremos protegernos". Y, claro, tienen la suya. Si los griegos, tras las elecciones de junio, se niegan a aceptar las condiciones del rescate, habrán de vérselas con las temidas consecuencias.

La perspectiva de apocalipsis económico y humillante desahucio que se abre para Grecia parece disuasoria. Cierto. Pero no hay que tomar por mera fanfarronada el órdago del probable ganador de los comicios. Alexis Tsipras ha advertido que su país dejará de pagar a sus acreedores si la UE cancela el rescate. Y sucede lo siguiente. Grecia, tras los ajustes, logró reducir su déficit primario –excluidos los intereses de la deuda– de un 10,6% del PIB en 2009 a un 2,2% en 2011. Ya no necesita, pues, de forma perentoria los fondos europeos para pagar pensiones y funcionarios. El grueso de los préstamos los emplea en el servicio de la deuda. Es el arma secreta griega que todo el mundo conoce.

¿Quién perdería más con un Grexit? Las dos partes están bien pertrechadas y el desenlace es incierto. Pero el equilibrio de fuerzas no nos mantiene a salvo. Cuanto más se prolonga la carrera suicida, más devastadores son sus efectos. Todavía no han usado las bombas y ya hay daños colaterales.

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