Grexit es la palabra clave que recorre los mercados de todo el mundo tras las elecciones generales helenas del pasado 6 de mayo. En su cita con las urnas, los griegos lanzaron un mensaje contundente a la UE: rechazan por completo las condiciones del segundo rescate internacional acordado hace apenas unos meses. De hecho, algunas de las formaciones que obtuvieron representación parlamentaria abogan directamente por abandonar el euro.
La imposibilidad de formar gobierno obliga a celebrar nuevas elecciones, previstas para el próximo 17 de junio, y según las encuestas, el vencedor será Alexis Tsipras, líder de la Coalición de la Izquierda Radical (Syriza). En una entrevista con el Wall Street Journal, Tsipras ha arrojado una clara amenaza a Bruselas. Y es que, si bien ve pocas posibilidades de que Europa cierre el grifo de la financiación al país heleno, en caso de que se paralice el rescate, advierte de que Atenas impagará su deuda de forma unilateral (default). Su advertencia es la siguiente: el colapso financiero de Grecia arrastraría al resto de la zona euro. Se trata, pues, de un nuevo órdago por parte de los políticos helenos.
"Nuestra primera opción es convencer a los socios europeos de que, en su propio interés, la financiación no debe ser detenida", señala Tsipras. "Grecia no tiene intención de adoptar una acción unilateral ", pero si el grifo se corta "nos veremos obligados a dejar de pagar a nuestros acreedores, iremos a una suspensión en pagos".
El problema en este caso es que, si bien este tipo de juego ha surtido efecto en el pasado, la paciencia de la UE y, sobre todo, de Alemania, parece haber llegado a su fin. Así, en los últimos días se ha producido una avalancha de declaraciones por parte de Bruselas y los países fuertes de la Unión Monetaria -con Berlín a la cabeza-, en el sentido de que si Grecia no cumple se la dejará caer. Europa le acaba de enseñar la puerta de salida a los helenos. Hasta tal punto esto es así que las autoridades comunitarias llevan varias semanas preparándose para este fatídico escenario.
Mientras, el riesgo creciente de que Grecia abandone el euro amenaza con prender un pánico bancario en el país heleno. Desde las elecciones, los griegos han acudido en masa a las entidades a retirar sus depósitos ante el temor de regresar al dracma, lo cual implicaría una brutal devaluación monetaria -posiblemente, superior al 50%-.
La espita que provocaría la salida
En este punto, cabe señalar que no existe ningún mecanismo legal para expulsar a un país de la zona euro. El abandono tiene que ser voluntario, pero la UE podría, fácilmente, forzar la salida. Basta con dejar de prestarle dinero. La situación, en resumen, es la siguiente: hoy por hoy el Estado heleno depende exclusivamente del rescate europeo, no sólo para financiar su gasto público (pagar pensiones, sueldos a funcionarios y servicios) sino también para salvar a sus bancos de la quiebra. Por ello, tal y como advierte el consejero de Libertad Digital Alberto Recarte, la retirada masiva de depósitos podría provocar en días o semanas el colapso de la banca helena.
Es decir, si se congelan estos fondos pasarían, básicamente, dos cosas, tal y como explica el economista Xavier Sala i Martin:
1. El Estado no podría recapitalizar su banca y, puesto que el Banco Central Europeo (BCE) tampoco podría prestar liquidez, numerosas entidades quebrarían, tendrían que cerrar sus puertas y los depositantes perderían su dinero. La gente, al ver que el sistema financiero es insolvente, acudiría en masa a sus entidades a retirar su dinero. Se desata el pánico bancario y, para controlarlo, Atenas se vería obligada a decretar un corralito, impidiendo que la gente saque su dinero del banco.
2. El Gobierno heleno no podría gastar más de lo que ingresa. El mercado hace tiempo que le cerró de par en par el grifo de la financiación y, sin fondos europeos, el Estado se vería obligado a reducir su déficit público desde el 10% del PIB hasta el 0% en 24 horas. Básicamente, el Gobierno dejaría de pagar sueldos, servicios y pensiones en euros. Ante tal situación, es posible que emita pagarés, como hizo Argentina meses antes del gran corralón, cuando se decidió desligar el peso del dólar (devaluación).
Sin embargo, tales pagarés carecerían de fiabilidad, es decir, la gente no los aceptaría como forma de pago, y si lo hace lo haría con descuentos muy sustanciales (un 70%, por ejemplo), al tratarse de un papelito con una alta probabilidad de no ser cobrado nunca. El poder adquisitivo de los griegos se desplomaría, la inflación se dispararía y el empobrecimiento sería generalizado, ya que el valor nominal de esos pagarés sería muy inferior al real (un 70% menos). El caos social y económico estaría servido y, para salvar la situación, Grecia abandonaría el euro para empezar a emitir su propia moneda (regresaría al dracma).
Corralito y conversión
Los pasos resumidos para salir del euro serían, muy posiblemente, los siguientes, según las experiencias pasadas de desintegración monetaria:
- La salida del euro se anunciaría en fin de semana -con los mercados cerrados-; se aprobaría la ley de reintroducción del nuevo dracma; se impondría un control de capitales y, probablemente, uno o dos días -lunes y martes- de vacaciones bancarias (bancos cerrados).
- A continuación, se llevaría a cabo la redenominación de todos los depósitos bancarios -meros apuntes contables- de la noche a la mañana (los euros depositados se convierten en dracmas devaluados).
- Dado que sería imposible reemplazar inmediatamente los euros en circulación (dinero en metálico) por dracmas, primero se marcaría el dinero viejo -euros- para, posteriormente, reemplazarlo por dracmas y, finalmente, proceder a despojar (demonetizar) a los euros marcados de su estatus de moneda de curso legal -con capacidad de extinguir las deudas-.
- Por ello, el control de capitales se mantendría durante algunos meses para evitar que los euros salgan de Grecia.
- Una vez completada la conversión, el Banco Central heleno recuperaría su plena autonomía monetaria (emisión de moneda y tipos de interés).
- Para establilizar el tipo de cambio y evitar la gran depreciación del nuevo dracma, Grecia mantendría el control de capitales durante un período de tiempo indeterminado -meses o años-.
La cuestión es que la banca ya se prepara para este escenario. Según distintas informaciones, grandes bancos internacionales y agencias de compensación -como el CLS Bank International- estarían, silenciosamente, preparándose para la reintroducción del dracma. A ello se podrían haber sumado recientemente los propios bancos griegos, ya que habría empezado a ensayar operaciones con el dracma.
Inflación, miseria y caos social
Y, una vez adoptada la decisión de abandonar el euro, ¿qué pasaría? Posiblemente, lo siguiente:
- Grecia convertiría en dracmas las deudas contraídas bajo las leyes griegas, mientras que las deudas emitidas bajo leyes y tribunales extranjeros -bonos privados o públicos emitidos en las plazas de Nueva York o Londres- continuarían pagándose en las monedas en las que se contrajeron (euros).
- La deuda pública de Grecia emitida bajo ley local (el 94% del total) se saldaría en dracmas devaluados -el 6% restante lo está bajo las leyes británicas o americanas-. La redenominación en dracmas no se consideraría legalmente un impago, pero así sería calificado por los mercados y las agencias de calificación, con lo que Grecia continuaría excluida de la financiación internacional.
- Las empresas helenas no podrían pagar sus deudas externas en euros con dracmas devaluados, por lo que se dispararía el número de quiebras e insolvencias.
- Los ahorradores griegos saldrían a la calle a manifestarse por la diminución de sus ahorros, ya que quedarían denominados en una moneda devaluada -perderían hasta el 50% ó 70%-. Todo lo contrario que los deudores, los grandes beneficiados, ya que verían cómo disminuye la carga real de sus deudas. El malestar social bien podría terminar en un gran caos político.
- Si pese a abandonar el euro, Atenas no consiguiera reducir su déficit, seguiría imprimiendo dracmas para pagar salarios y proveedores, y eso dispararía la inflación... Con el riesgo de caer en la hiperinflación, como aconteció en la propia Grecia en 1944.
¿Cuánto costaría?
Pero la salida del euro no sólo tendría implicaciones para los griegos, su impacto sobre el resto de la zona euro sería, igualmente sustancial. Para empezar se rompe un mito, el de que ningún país miembro pueda abandonar la Unión Monetaria, con el shock psicológico que ello supondría tanto para los inversores internacionales como para los propios ahorradores de los países más débiles de la zona euro.
El impacto económico, sin embargo, es más difícil de cuantificar, ya que las estimaciones existentes oscilan entre los 400.000 y los 800.000 millones de euros.
JPMorgan, por ejemplo, advierte de que el FMI, la Comisión Europea y los gobiernos de la zona euro mantienen en su balance 240.000 millones de euros en deuda helena, a la que habría que sumar los cerca de 130.000 millones de exposición a Grecia por parte del Eurosistema (Target 2, préstamos bancarios a la economía helena) y otros 25.000 millones de deuda en manos de bancos comunitarios. En total, cerca de 400.000 millones de pérdidas potenciales, según la entidad.
Por su parte, los informes internos que maneja el Gobierno británico, que ya está preparando planes de contingencia para afrontar este escenario, elevan la cuantía hasta los 800.000 millones, siempre y cuando la ruptura del euro se produzca de forma desordenada.
¿Cómo reaccionaría Bruselas?
Ante tal escenario, la UE, el BCE y el FMI admiten ya abiertamente que cuentan con planes para tratar de limitar el impacto de la salida de Grecia. Y ello, con el objetivo de evitar un efecto contagio en los países más débiles de la zona euro. Entre otras medidas, se baraja seguir prestando algún tipo de ayuda a Atenas para que el abandono de la Unión se efectúe de forma más o menos ordenada, así como la puesta en marcha de una especie de Plan Marshall (gasto público) para reactivar su economía.
Además, a nivel comunitario, el BCE recortaría el tipo de interés oficial; pondría en marcha una compra masiva de deuda pública y bancaria (Quantitative Easing), centrada en inyectar liquidez a España e Italia; y, al mismo tiempo, se configuraría un plan comunitario para recapitalizar bancos y crear un fondo de garantía de depósitos continental.
En este sentido, aunque no han trascendido cálculos oficiales al respecto, los analistas de Citi consideran que el BCE tendría que aportar liquidez adicional por valor de 800.000 millones de euros a las entidades de la eurozona para evitar el contagio a otras economías. La entidad cree que esta liquidez sería necesaria para hacer frente a una potencial fuga de depósitos y a la refinanciación de la deuda en el caso de los bancos de Irlanda, Italia, Portugal y España. Según sus cálculos, esta nueva inyección elevaría los activos del BCE desde el 33% del PIB de la eurozona al 41%.
Citi explica que en la fase previa a una potencial salida de Grecia del euro todos los ojos estarían puestos probablemente en los riesgos de contagio a Irlanda, Italia, España y Portugal. En su opinión, con suficientes recursos fiscales y una política acomodaticia del BCE el contagio a Italia y España sería "manejable".
La entidad apunta que su escenario base recoge una fuga de depósitos en Irlanda, Italia, Portugal y España de 90.000 millones de euros, cifra que en el peor de los casos podía ascender a 340.000 millones de euros. En este escenario, cree que las inyecciones de liquidez a largo plazo podrían quizás combinarse con un esquema de garantía de depósitos a nivel europeo, que también cubra el riesgo de cambio de moneda. Sin embargo, recuerda que la mejor línea de defensa ante un contagio es una "política gubernamental pro-activa" de reestructuración de los sectores bancarios y económicos, junto con una "moderada austeridad".
En resumen, todas estas medidas se encaminarían hacia la creación de un auténtico Gobierno económico comunitario, tal y como ha anunciado Alemania.
Precisamente, la cumbre del G-8 que se inaugura este viernes en Camp David (EEUU), se centrará en la crisis de la deuda en Europa, con Grecia como telón de fondo. El presidente de EEUU, Barack Obama, recibirá en la residencia de descanso presidencial en las montañas Catoctin de Maryland a los dirigentes de las siete economías más desarrolladas y Rusia para abordar, sobre todo, la "delicada" situación europea.