Grexit, ésta es la palabra clave que lleva recorriendo los mercados en los últimos días para referirse a la probable salida de Grecia de la zona euro. Las recientes elecciones generales celebradas en el país heleno han disparado el riesgo de que, finalmente, acabe abandonando la moneda única. No en vano, la mayoría de los votantes ha apoyado a formaciones políticas que o bien pretenden renegociar las condiciones del segundo rescate internacional o bien apuestan directamente por dejar el euro.
Grecia sigue inmersa en un caos político ante la imposibilidad de formar gobierno, lo cual obligaría a celebrar nuevas elecciones el próximo junio. Pero, aún en el caso de que se alcance algún tipo de acuerdo de última hora, Atenas exigiría, como mínimo, modificar las condiciones de austeridad y reformas que exige la troika -Comisión Europea (CE), Banco Central Europeo (BCE) y Fondo Monetario Internacional (FMI)-.
Pero esta opción ya no es posible. A las autoridades europeas se les ha acabado la paciencia tras dos años de rescates y ayudas financieras en masa para sostener a Grecia. El mensaje es claro: se descarta un nuevo rescate, o Grecia cumple las exigencias acordadas recientemente en el segundo programa de ayuda o tendrá que abandonar la moneda única.
Así, la Comisión Europea ha dicho este lunes que espera que "sea posible" que Grecia se quede en el euro, pero ha dejado claro que ello exige que Atenas cumpla los ajustes a que se ha comprometido con la UE a cambio del segundo rescate de 130.000 millones de euros. "Esperamos que Grecia se quede en el euro, deseamos que sea posible que Grecia se quede en el euro, pero es importante que Grecia respete los compromisos que ha asumido", ha advertido el portavoz de la CE, Pia Ahrenkilde. La Comisión tiene un "enorme respeto por la democracia griega y el parlamento griego", pero Grecia "debe respetar también a los otros 16 parlamentos de la eurozona que han aprobado el programa [...] Grecia tiene el futuro en sus manos", ha añadido Ahrenkilde.
Por su parte, el presidente de la Comisión, José Manuel Durao Barroso, ha dicho este fin de semana a una televisión italiana que "si un miembro de un club no respeta las reglas, es mejor que deje el club". Asimismo, el comisario de Asuntos Económicos, Olli Rehn, ha indicado que la zona euro podría ahora resistir mejor la salida de Grecia que hace dos años. Se trata, pues, del último cartucho.
El BCE ya no lo descarta
En esta misma línea se ha expresado el ministro de Finanzas alemán, Wolfgang Schäuble: "Estamos ya en los límites de lo que es creíble para los mercados financieros [...] No podemos obligar a ningún país a permanecer en el euro [...] Europa está lista para cualquier eventualidad". Más directo, incluso, se ha manifestado el ministro de Asuntos Exteriores finalndés, Alexander Stubb, al advertir que Grecia no puede seguir en el euro si rechaza las condiciones del rescate.
Este debate no sólo se circunscribe a la Comisión. Algunos miembros del BCE -banqueros centrales en sus respectivos países- barajan ya abiertamente esta opción, como es el caso del alemán Jens Weidmann, el irlandés Patrick Honohan, el austríaco Ewald Nowotny o el francés Christian Noyer que, dada la situación, se ha apresurado a afirmar que "pase lo que pase en Grecia no será un problema para el sector financiero galo". Desde la institución se hace un llamamiento a la calma, insistiendo en que la salida de Grecia sería "manejable".
Por su parte, el gobernador del Banco Central de Bélgica, Luc Coene, ha señalado al Financial Times que un "divorcio amistoso" entre Grecia y la eurozona sería "posible", si bien no deseable. "Lo ideal sería que todos los miembros permanecieran en el club, eso sería los mejor para todos, incluido para los griegos. Pero, por supuesto, si un miembro decidiera que no sigue teniendo interés en ser miembro, se debe permitir que salga, es parte del sistema democrático".
Berlín lo da por hecho
Mientras, el Gobierno alemán ha adoptado una posición común y sólida frente a Atenas. Horst Seehofer, líder de la Unión Social Cristiana de Baviera, partido hermano de la CDU de Angela Merkel (CDU), lleva tiempo reivindicando el fin de los rescates al país heleno: "Debemos preservar la fortaleza económica de Alemania. Eso es más importante que la salida de Grecia del euro".
Los otros dos socios en la coalición de Merkel insisten, por su parte, en que "Grecia sólo tiene futuro en la zona euro si reduce su deuda [austeridad] y pone en marcha reformas estructurales", según el ministro de Economía Philipp Rösler, líder del partido liberal (FDP). "Una flexibilización o desviación de los programas establecidos no tendrá lugar", sentencia. Volker Bouffier, gobernador de la CDU en el estado alemán de Hesse, coincide en el diagnóstico: "Grecia ya ha recibido más dinero del que se pagó en virtud del Plan Marshall [...] Los griegos deben percibir las medidas exigidas como una oportunidad o bien no tendrán ninguna oportunidad".
Quizá lo más relevante en este campo es la existencia de planes de contingencia por parte del Gobierno alemán para afrontar dicha eventualidad. En un amplio reportaje, el semanario germano Der Spiegel da, prácticamente, por hecho que Grecia abandonará la Unión Monetaria más pronto que tarde -todo indica que se produciría antes de julio-. Para la revista, la salida de Grecia de la moneda única europea es la única forma de seguir adelante en estos momentos: "A pesar de todo el escepticismo, nuestros directores hasta ahora habían defendido que Atenas permaneciera en la eurozona", explica el editorial.
"Desde las elecciones parlamentarias de principios de mayo, los observadores del Spiegel han cambiado de opinión", sentencia. "Los griegos nunca tuvieron la madurez para una unión monetaria y siguen sin tenerla. El intento de hacer la salud del país sostenible mediante las reformas ha fracasado", señala el artículo. "Está claro que la salida es lo único que les interesa (...). Sólo la salida de Grecia de la eurozona le da al país la oportunidad a largo plazo de volverse a poner de pie".
Y Berlín ya ha preparado un plan en el que se contemplan distintos escenarios y posibles costes, tanto para la zona euro como para la propia Grecia. El gran miedo que existe en Berlín radica en los bonos helenos adquiridos por el BCE, y que rondan los 35.000 millones de euros. El problema es que en caso de salida Grecia pagaría su deuda externa en dracmas -moneda devaluada-, lo cual originaría un gran agujero en el capital de la entidad central, de cuyo balance depende en ultima instancia el propio euro. La conclusión más destacada del citado plan es que Grecia seguiría recibiendo algún tipo de ayuda para repagar, precisamente, lo que adeuda al BCE. El mecanismo consistiría en que el Fondo de Rescate Bancario (EFSF, por sus siglas en inglés) se encargue de asumir el pago de esos 35.000 millones.
Además, Grecia, como miembro de la UE, tendría derecho a recibir el mismo tipo de asistencia que otros países miembros en problemas mediante programas de asistencia similares a los otorgados a países como Letonia, Hungría o Rumanía, financiados por el conjunto de la UE. La idea consiste, por tanto, en seguir apoyando de algún modo a Grecia para evitar que el país caiga en una espiral de violencia, caos y anarquía.
Por otro lado, desde Bruselas se plantea reforzar los cortafuegos disponibles para evitar un efecto contagio a otros países débiles de la zona euro, tales como Irlanda y Portugal -ya rescatados- o España e Italia, lo cual implicaría reactivar la compra de bonos públicos por parte del BCE o los mecanismos extraordinarios de liquidez a la banca continental (LTRO). Tampoco se descarta poner en marcha una especie de Plan Marshall, un programa de gasto público comunitario para invertir en infraestructuras y tratar así de relanzar el crecimiento económico, aunque Berlín se muestra de momento reticente.