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José García Domínguez

Más recesión

España ya ha entrado oficialmente en recesión. Vuelta a empezar, pues, con el déjà vu de siempre, incluidos los inefables brotes verdes. Al igual que los desnudos de la Cantudo en las películas de los setenta, una exigencia del guión.

La austeridad, como adivinaría cualquiera que hubiese dedicado un par de tardes a estudiar historia económica, no ha tardado en dar sus frutos: España ya ha entrado oficialmente en recesión. Vuelta a empezar, pues, con el déjà vu de siempre, incluidos los inefables brotes verdes. Al igual que los desnudos de la Cantudo en las películas de los setenta, una exigencia del guión. De ahí que Montoro haya corrido a anunciar la buena nueva a los gentiles. En 2013, acaba de sentenciar, se habrá eliminado el déficit estructural. Esto es, dentro de doce meses no habrá hambre sino solo ganas de comer. Apenas falta que en un flashback se nos aparezca Hoover predicando que la recuperación está a la vuelta de la esquina.

Voluntarismo, el del Gobierno, que acaso se sustente en la ciencia ficción macroeconómica del último informe del FMI. Ése en el que, tras augurar un derrumbe del 1,8% del PIB a finales de diciembre, prevé calma chicha en 2013: ni frío ni calor, crecimiento cero. Un cuento de hadas con truco: el Fondo presume que el déficit alcanzará el doble de lo autorizado por Merkel, el 6%. Desechando por quimérica esa premisa, el año próximo se revela, en cambio, otro desastre con todos los indicadores en caída libre. Es de prever que, al final, Rajoy sí cumplirá con el mandato de Merkel. En consecuencia, el paro desbordará con creces los seis millones de personas y la solvencia de la banca acelerará el paso hacia el patíbulo.

Cuanto más disciplinados seamos con Bruselas, más se aferrará la soga a nuestro cuello. Y la historia que se repite, aunque con los actores intercambiando papeles. Ahora es el Sur, Francia incluida, quien se ve sometido a un nuevo Tratado de Versalles tan imposible de cumplir como el original. La miopía de los acreedores de entonces se llevó por delante la democracia en el continente. La de sus gemelos contemporáneos, acabará franqueando las puertas de nuevo a los demagogos y antisistema de vario pelaje. He ahí el huevo de la serpiente, en la antesala misma del Elíseo. O el BCE sustrae la fijación del precio de la deuda soberana al arbitrio errático del mercado, o la quiebra de España acabará en profecía autocumplida. Y el tiempo apremia.

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