La pesada herencia de ocho años de Gobierno socialista tiene repercusiones incluso en aquellos ámbitos en los que, al menos en teoría, menos deberían pesar los errores de los poderes públicos. El Ibex, el indicador que reúne a las 35 mayores compañías españolas en bolsa por capitalización bursátil, ha continuado este lunes la senda descendiente que ha recorrido desde que comenzó el año. Con el retroceso del 2,76% de esta jornada, el índice madrileño acumula un desplome superior al 20% en 2012.
La cifra es dramática en sí misma, pero también si se compara esta evolución con la de otros grandes mercados. Este año no está siendo ni mucho menos un desastre en los parqués mundiales. La bolsa china, la alemana y la estadounidense, por poner tres ejemplos de países muy diferentes, están subiendo con fuerza, lo que puede servir como indicador de que la economía mundial (aunque no la europea) comienza a ver la luz al final del túnel.
Es evidente que las compañías españolas están sufriendo el efecto contagio de unos políticos que no transmiten la suficiente confianza a los inversores. Desgraciadamente para nuestras empresas, demasiadas veces en los últimos años, los poderes públicos españoles han incumplido con aquello que prometieron o han decepcionado con medidas parciales y timoratas, que no atacaban con decisión los problemas reales de nuestra economía. El hecho de que ahora haya un nuevo Gobierno al que no se pueda culpar de lo que hizo el anterior no ha disipado del todo las dudas sobre su capacidad de enderezar la economía de unos poderes públicos que no han estado a la altura de las circunstancias.
Por todo eso, es lógico que la coyuntura económica del país y la actuación de sus gobernantes afecten de manera directa a las compañías nacionales, pero el castigo sufrido en las últimas semanas se antoja completamente desproporcionado. El Ibex llegó a rozar en 2007 los 16.000 puntos. Quizás entonces el índice estuviera algo sobrevalorado, pero tampoco parece que su nivel real sean los 6.846 puntos que marca hoy.
Las multinacionales españolas son una de las mejores noticias que nuestra economía ha recibido en los últimos años. Muchas de estas empresas han demostrado que pueden ser líderes en sus sectores a escala mundial y se han sacudido los complejos que atenazaban a nuestras compañías. Sus negocios son sólidos, sus mercados diversos y sus productos compiten con los de los mejores y más grandes conglomerados de todo el planeta. Afortunadamente, nada de eso ha cambiado en las últimas semanas.
No serán los políticos los que nos sacarán de esta crisis (aunque esperamos que el Gobierno ponga su granito de arena), sino el esfuerzo y la imaginación de los empresarios y trabajadores españoles, desde las pymes que luchan por hacerse un hueco en el mercado, a las multinacionales que compiten por el liderazgo mundial en los cinco continentes. Pese a las dificultades que arrastran, todos sabemos que el valor de estas virtudes no ha caído un 20% en los últimos cuatro meses.