El gobierno de Rajoy, además de tratar de lidiar y rectificar continuamente los miles de problemas que le ha dejado Zapatero, tiene que torear todos los días las embestidas destempladas de un sector muy importante de sus partidarios y afines, especialmente las que derivan de los triunfalistas y famosos defensores del mercado frente al Estado; creo que este tópico, en las dramáticas circunstancias económicas que sufrimos los españoles, es una carga terrible para un gobierno que tiene que tomar decisiones continuamente para hacer compatible el dirigismo económico del Estado democrático con el neocapitalismo de la globalización, los valores del "Estado del bienestar" con los de la "Sociedad de mercado".
Sí, sí, mucho neoliberal de boquilla ha olvidado algo clave en una situación de gravísimo desempleo como la que azota a España, a saber, el mercado es incapaz de reabsorber nuestra masa ingente de desempleados y, lo que es más trágico, tampoco puede absorber el alto índice de desempleados menores de treinta años que buscan su primer empleo. Así las cosas, el defensor del tópico de "más mercado y menos Estado" puede persistir en seguir desmantelando completamente los sectores públicos de las "economías de bienestar" para esperar un "mundo mejor", pero corre el riesgo de descubrir que la "Gran Sociedad" de Hayek tiene un límite: no puede dar cobijo, en terminología del propio maestro austriaco, a los individuos que quieren libremente utilizar su saber para la persecución de sus fines particulares, o sea, la institución del mercado tiene posibilidades finitas de integración, sobre todo si no estamos dispuestos a trabajar a "cualquier precio". Por ese camino, pues, creo que podríamos descubrir fácilmente que la "Gran Sociedad" de Hayek sería como la ilusión de un mercado infinito en el tiempo y en el espacio...
En fin, si reconocemos que la institución del mercado en esta crisis dramática no es capaz de satisfacer por sí misma las exigencias de la libertad, es necesario pensar otra forma de integración social. He ahí el principal problema del gobierno de Rajoy y quizá de toda la UE: se trata de conciliar, sin que se destruyan mutuamente, como hubiera dicho el gran liberal francés Jean François Revel, los imperativos del mercado (eficacia, productividad y competitividad) y los de la solidaridad. La pregunta por el significado de la solidaridad, por el sentido de lo social, se nos muestra ahora como una cuestión política, esto es, una cuestión que al concernir a todos y cada uno de sus componentes, pone en juego el significado mismo de la polis. De la democracia.
Mientras que los "neoliberales" españoles, esos "críticos" acerados del gobierno de España, no reconozcan este problema político, en mi opinión, sus "críticas" al gobierno de Rajoy quedarán en mera retórica academicista. Vulgar discurso de cátedra devaluada.