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Agapito Maestre

Viva la democracia

Sí, amigos, el día de la huelga general hice mi vida normal, y eso que vivo en el centro de Madrid, e incluso pude leer dos novelas escritas en español sobre los fenómenos revolucionarios.

Hacia muchos tiempo que no leía algo importante sobre la violencia, la ira y la revolución. Por fortuna, mientras tenía de fondo el ruido de los helicópteros de la policía, los gritos de los huelguistas y las soflamas de los jefes sindicales, conseguí concentrarme en la lectura de dos grandes novelas sobre la violencia verbal y física de la revolución. Son dos retratos magníficos del fracaso salvaje de las "utopías político-sociales". Sí, amigos, el día de la huelga general hice mi vida normal, y eso que vivo en el centro de Madrid, e incluso pude leer dos novelas escritas en español sobre los fenómenos revolucionarios.

La primera es de Jaime Bayly, titulada Morirás mañana, acaba de  salir publicada en Alfaguara, y la otra es de uno de los grandes de literatura universal de todos los tiempos: Pío Baroja. Son dos grandes novelas con una única moraleja: muera la revolución. Muera la huelga general. Mueran los sindicatos de "clase" al estilo de los españoles. Esa es, al menos, la conclusión que yo he extraído de esas dos lecturas para el día de la huelga general.

La argumentación de Baroja es implacable e impagable, así dice en  Aquí París: "Yo no he creído gran cosa en la influencia de los escritores en las ideas revolucionarias, al menos en España. Los que han influido en la tendencia revolucionaria han sido los señoritos, los pollos de la burguesía, los chulos del pueblo, los ateneístas y los maestros. Para una revolución no se necesitan ideas, y menos ideas complicadas: un programa que quepa en un papel de fumar es suficiente. Un grito, una consigna bastan y sobran."

No quiero imaginar qué diría hoy el bueno de Baroja, si viera quienes son los actuales cabezas de huevo que alientan esa huelga general, pero presumo que concluiría diciendo lo mismo que escribió en esta novela: la revolución, la huelga general, en fin, la crítica radical de la sociedad "no produce individualidades fuertes que pueden hacer evolucionar profundamente las ideas tradicionalistas, entre las cuales hay, sin duda, buenas y malas, exactas y falsas. A cambio de esto, el ímpetu revolucionario produce un despotismo, un doctrinarismo que mata en germen toda originalidad de pensamiento. Los revolucionarios quieren, sobre todo, vencer y castigar.  De aquí su parecido con los fanáticos de la religión. Estos necesitan ser los amos, y desde que sienten esta necesidad o este deseo, se convierten en seres de aire satánico o demoníaco."

El libro del peruano Bayly es también una gran novela, entre las falsamente catalogadas de género negro, contra el discurso intelectual políticamente correcto, es decir, se trata de  una crítica sincera, bien escrita y certera sobre el "discurso" o paparruchadas de la revolución en nuestra época. El autor no mata –intelectualmente hablando– a nadie que no se lo merezca por mentecatez intelectual y, sobre todo, por unas "creencias" ridículas en la revolución. El asesino Javier Garcés, exescritor y protagonista de la novela de Bayly, podría perfectamente escoger las palabras de Baroja para justificar su próximo asesinato literario.

¿Que qué hacer? Fácil. Defender la democracia, o sea, sigan  defendiendo la mayoría absoluta del Gobierno y, de paso, lean buena literatura para soportar el enanismo intelectual de la izquierda española y el matonismo de sus sindicatos. Les exhorto, pues, a leer en los libros de Baroja y Bayly.

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