España está de moda en las instituciones europeas. Para bien y para mal. No hay portavoz que no hable del plan de acción del nuevo Gobierno. Cien días después de hacerse con el poder, Mariano Rajoy ya se ha hecho un hueco en Bruselas. Así lo confirmaron eurodiputados franceses, alemanes y, cómo no, también españoles en el encuentro que mantuvieron, este jueves, en Palma de Mallorca. La cumbre que el PPE celebró en la isla patria sirvió para abrir debates tabú, pero que ya se tratan en los despachos a puerta cerrada. De hecho, el propio presidente desliza sus objetivos al reclamar a la UE que atienda "a las nuevas realidades económicas", que en el caso de España son unas previsiones económicas de recesión y un déficit público que se eleva al 8,5%.
Desde hace semanas, el Gobierno insiste en la idea de que sólo con ajustes no se saldrá de la crisis. Que Rajoy es fiel defensor de que no se puede gastar más de lo que se ingresa, pero que también son necesarias políticas de creación de empleo. El mensaje empieza a calar en la UE y a expandirse a otros países, muchos de los cuales son firmantes de la famosa carta de los trece, rubricada por Reino Unido, Italia o España y a favor de este cometido.
"Cada uno interpreta su papel"
En Palma, los eurodiputados se soltaron. En Bruselas "cada uno interpreta su papel. Este es un juego", expuso un veterano de la corte comunitaria. De ahí que se dé por hecho que recibirá el plácet del Consejo Europeo a su nuevo límite, del 5,8%, para 2012. Cabe recordar que esta cifra fue negociada por los actores clave para la economía española, tal y como adelantó este diario.
Pero el debate fue un paso más allá. Se abrió la posibilidad, incluso, de tocar algo aparentemente sagrado como la regla de oro para 2013: ese 3% que parece inamovible, a tenor de los discursos oficiales. El presidente mantiene que cumplirá, pero Moncloa desliza que "falta una eternidad" y que "muchas cosas pueden cambiar hasta entonces". Crecimiento es el mantra del Gobierno.
Un eurodiputado español puso letra a la canción poniendo las piezas del puzzle que empieza a construirse en el seno comunitario. Por un lado, Francia afronta unas elecciones en las que puede caer el "caballero andante" de Angela Merkel, en referencia a Nicolás Sarkozy. Por otro, un puñado importante de países empieza a dar síntomas evidentes de que también tendrán que modificar sus techos de déficit. Así las cosas, asegura, en Bruselas "ya es un debate abierto" que no se podrá alcanzar el 3% en 2013 y que será la propia UE la que modificará esta cifra una vez llegue el momento.
Ésa es la idea esencial para el Gobierno español, y parece ser que también para otros muchos. Que sea Bruselas la que mueva ficha para que no parezca que los estados echan un pulso. Ahora bien, Rajoy, consciente del peso ganado, empieza a lanzar los primeros mensajes. A buen entendedor, dice el refranero, pocas palabras bastan: "La UE debe estar atenta a las nuevas realidades si quiere que los esfuerzos y reformas sean realmente efectivas", dijo, en Baleares, ante dirigentes comunitarios como el comisario de Comercio Interior y Exteriores, Michael Barnier, o el presidente del Grupo del PPE, el francés -muy amigo de Merkel- Joseph Daul.
Bruselas desliza comprensión hacia España
En Bruselas también se abre el debate, aunque de manera contradictoria. Dejando entrever que algo se mueve. Durante la última semana, hasta los más fieles guardianes de la disciplina presupuestaria, enrocados en el discurso de la mano dura para salir de la crisis, han deslizado mensajes de comprensión hacia España. Eso sí, insisten con palabrería severa en que el techo de déficit no es un traje a medida para cada país y que los deberes, pactados entre todos, están para cumplirlos.
El presidente del Ejecutivo comunitario, José Manuel Durao Barroso, conocedor de que los pactos en tantas ocasiones se cocinan entre capitales, opta por no mojarse y limitarse a expresar "confianza en que España cumplirá", pasando de puntillas por el nuevo objetivo para 2012 establecido unilateralmente por el Gobierno Rajoy. Para recordar que Bruselas hará un marcaje a las políticas económicas de los Veintisiete, repite al Gobierno español que necesita explicaciones sobre los desmanes de 2011 y cuentas claras para 2012. Sin embargo, abre la puerta a que, una vez con los datos actualizados, pueda producirse una relajación de los objetivos.
Fuera de micrófono, desde su gabinete, también prefieren no pillarse los dedos y esgrimir la falta de información. Se parapetan tras el calendario para no significarse excesivamente a favor un país díscolo que tantas veces en los últimos meses ha hecho contener el aliento a sus socios.
Precisamente para encontrar la información que anda buscando, esta semana la Comisión ha enviado expertos a Madrid a poner la lupa sobre el terreno, especificando, eso sí, que la fiabilidad de España se mantiene intacta. Soraya Sáenz de Santamaría aseguró, tras el Consejo de Ministros del viernes, que se fueron convencidos y satisfechos.
Tampoco han faltado puñaladas dialécticas como la que asestó el portavoz económico de la Comisión, Amadeu Altafaj, el pasado lunes al recordarle a Rajoy que el 4’4% es el objetivo que él mismo había pactado horas antes de anunciar su 5’8% y al incidir en que, precisamente por cumplirlo, España se libró del rescate en mayo de 2010. Aun así, días después, el mismo portavoz protagonizó este viernes ante los periodistas una anécdota reveladora. "El objetivo que ha sido acordado por España y sus socios para el año 2012 es del... 4'4%", dijo casi sin fe entre una sonrisa y después de una larga pausa.
Si en el Consejo Europeo de la semana pasada, chocaba la comprensión con la que la férrea Merkel se refería a España, o los elogios con los que Sarkozy cubría al Gobierno Rajoy, hoy ya no extraña escuchar los ambiguos términos en que Bruselas lidia con la nueva meta de déficit marcada por el presidente español. La agenda de ajustes y reformas que ha emprendido Madrid gusta en Europa y, a pesar del estribillo oficial basado en el rigor, el camino podría estar allanándose.