El Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero destrozó tanto la credibilidad de la economía española que, a pesar de las medidas de ajuste que ya está tomando el Ejecutivo de Mariano Rajoy, la credibilidad de nuestro país todavía está en cuestión. A pesar de que ya se han tomado medidas serias para el saneamiento del sistema financiero, a pesar de que ya se ha aprobado una reforma laboral bien encaminada y dura, aunque todavía quedan cosas por hacer, en la Unión Europea todavía siguen dudando de la voluntad de España de seguir avanzando a buen ritmo en la reducción del
déficit presupuestario. En Bruselas entienden que Rajoy quiera que se levante un poco la presión sobre la reducción del déficit, teniendo en cuenta que el objetivo del 4,4% para este año acordado con el Gobierno de ZP resulta muy difícil de cumplir, teniendo en cuenta que el punto de partida es un déficit en 2011 dos puntos superior al acordado con la UE y que el objetivo para este año se estableció sobre una hipótesis de crecimiento económico del 2,4 por ciento cuando la realidad es que la economía va a contraerse más de un 1%. Sin embargo, lo que teme la Comisión Europea es que el Ejecutivo del PP quiera utilizar esas circunstancias para no hacer todo el esfuerzo de saneamiento presupuestario que debe realizar este año, en parte teniendo en cuenta los antecedentes de nuestro país al respecto y, en parte también, teniendo en cuenta los juegos políticos a los que se está dedicando este Gobierno en relación con el ajuste.
No hay que olvidar que el PP había pospuesto tanto la reforma del sistema financiero como la reforma laboral a después de las elecciones andaluzas de finales de marzo, y que tuvo que venir el presidente del Consejo Europeo, el señor Herman Van Rompuy, a decirnos que si queríamos la ayuda del BCE para que no se disparase la prima de riesgo española teníamos que empezar a hacer los deberes ya. Van Rompuy consiguió adelantar esas reformas pero no la presentación de los presupuestos.
No hay que olvidar, tampoco, que en el equipo económico del Gobierno hay un ministro, el de Economía, Luis de Guindos, partidario del ajuste drástico y otro, el de Hacienda, Cristóbal Montoro, al que Rajoy ha dado preeminencia sobre De Guindos, que prefiere medidas que no provoquen las iras de la sociedad o, mejor dicho, de la izquierda española. Y como ahora vemos al PP queriendo compensar la impopularidad relativa de la reforma laboral con eso de la dación del piso para liberarse de las deudas hipotecarias, y como es Montoro quien tiene que hacer el presupuesto, pues
la UE sospecha que detrás de todo ello se esconde el deseo de no provocar
más a los socialistas ni a los sindicatos, que ya se han echado a la calle contra el Gobierno, como, por otra parte, tenían previsto, hiciera lo que hiciera Rajoy.
Por ello, el presidente del Gobierno no tiene más remedio que presentar medidas drásticas de ajuste presupuestario, acabando con muchas subvenciones y metiendo de verdad en cintura a las autonomías y los ayuntamientos. Si lo hace, seguramente conseguirá que la UE le acepte un objetivo de déficit algo superior al 5 por ciento que, en cualquier caso implicaría una fuerte reducción de alrededor de tres puntos. Entonces el Gobierno podrá empezar a cerrar de verdad el déficit de credibilidad de que adolece
en estos momentos la política económica española. Porque si no lo hace por las buenas, lo tendrá que hacer por las malas, en cuanto el BCE nos eche encima a los mercados. Le guste o no a Rajoy, la confianza hay que ganársela y sus juegos políticos iniciales en lo relacionado con el calendario de medidas de ajuste no han contribuido, precisamente, a
restaurarla.
Emilio J. González
El precio de la confianza
El presidente del Gobierno no tiene más remedio que presentar medidas drásticas de ajuste presupuestario, acabando con muchas subvenciones y metiendo de verdad en cintura a las autonomías y los ayuntamientos
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