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Jaime de Piniés

Sin tocar fondo

La reforma financiera, la reforma laboral y la reforma fiscal llevarán en el corto plazo a un empeoramiento de la situación económica, aunque van en la buena dirección para conseguir el ajuste imprescindible que frene nuestro déficit exterior

Tras un crecimiento negativo del 0,3 por ciento del PIB en el último trimestre, España está a un paso de engrosar la lista de países en recesión. Las estimaciones del Banco de España y del Fondo Monetario Internacional pronostican que para el conjunto del año 2012, la economía española se contraerá 1,5 por ciento. Y durante la primera mitad del año lo único cierto es que habrá más quiebras, más paro y menos empleo.  El número de parados seguramente llegará a superar los 5,5 millones frente a los 5,3 millones actuales. Solo en la medida de que nuestro Gobierno evite mayores errores y actúe contundentemente y si, adicionalmente, evitamos una nueva crisis del euro, podría cambiar el signo para la segunda mitad del año.

Estas fueron algunas de las conclusiones principales del último Foro Arrupe liderada por José Luis Feito, presidente del Instituto de Estudios Económicos. El futuro inmediato de España es francamente malo, y peor que el momento actual, debido a una serie de medidas que empeorarán el crédito al sector privado y que probablemente aumenten los despidos. Tanto la reforma financiera, que obliga a bancos y cajas aprovisionar más (junto a la imposición europea de aprovisionar la deuda soberano), como la reforma del mercado de trabajo que abarata el despido, llevarán en el corto plazo a un empeoramiento. Lo mismo ocurre con la reforma fiscal que ha elevado la presión sobre los impuestos directos a niveles escandinavos, apretando a su vez a la baja el gasto público de la administración central.

Todas estas medidas implican menor demanda en el corto plazo y, por lo tanto, van en la buena dirección para conseguir el ajuste imprescindible que frene nuestro déficit exterior, hoy por hoy un vivo reflejo del déficit público.  Nadie nos financia desde el exterior salvo el Banco Central Europeo. Luego, no hay más remedio que bailar al son impuesto por nuestros socios europeos. Pero aunque estemos encaminadas en la buena dirección, las medidas siguen siendo insuficientes para dar vuelta a la situación. De ahí que seguimos siendo vulnerables a los cambios de sentimiento de la financiación extranjera.

Algunas de las medidas recientes del Gobierno son equivocadas. Poniendo todo el peso del ajuste fiscal en los impuestos directos en vez de los indirectos es un buen ejemplo.  España es el país europeo donde el IVA y los impuestos sobre la energía, agua y carreteras son los más bajos, mientras castigamos el ahorro y el trabajo con las tasas más altas.  Por otro lado, el gran cáncer del gasto público español reside en las Comunidades Autónomas y este Gobierno, de momento, solo se preocupa de que ninguna Autonomía quiebre (loable evitar que se contamine al resto del país, cierto, ¿pero a cambio de qué?) y parece haber renunciado a un control previo del gasto autonómico que supone ser indiferente en que se gasta, lo cual da un cheque en blanco para continuar con el despilfarro y la duplicidad de competencias.

Pero al menos sí tenemos un Gobierno que, en vivo contraste con el último, actúa y toma decisiones rápidas que van en la buena dirección. Con un poco de suerte y si evitamos una nueva crisis del euro, es posible que la segunda mitad del año sea mejor aunque nos espera un largo y duro camino de ajuste para librarnos de una caprichosa financiación exterior.

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