Respuesta rápida y sin margen para interpretaciones. Si algo ha defendido el presidente en estos cincuenta primeros días de Gobierno es que había que decir a los españoles la cruda realidad, sin paños calientes. Que supieran de primera mano cómo se encuentran de maltrechas las arcas para que entendieran mejor los sacrificios. Por ello ha causado tanta indignación la acusación -anónima- de manipulación, y de ahí que se haya sido tan categórico en la respuesta.
"Este Gobierno ha aprobado tres reformas, una prórroga presupuestaria en una semana y presentaremos unos Presupuestos a la medida de lo que necesita el país en tres meses. Yo creo que la agilidad está demostrada", afirmó Soraya Sáenz de Santamaría, encargada de dar solemnidad a la postura de la administración.
Así pues, la cifra del déficit público se sitúa oficialmente alrededor del 8%, y subiendo. Quien diga lo contrario “miente”, en voz de un asesor de Moncloa. El dato es dos puntos superior al aportado por el anterior Ejecutivo a la Unión Europea, y la excusa que tres funcionarios comunitarios han utilizado para denunciar un desfase a sabiendas.
Lo primero que hizo el gabinete de Mariano Rajoy fue ponerse en contacto con Bruselas a través de los cauces habituales. El Gobierno entendió que el desmentido tenía que venir de las propias instituciones europeas, de cuyo seno “había salido el bulo”. La receptividad fue total y, pocos minutos después de que el teletipo de la agencia Reuters ya mandara en la prensa digital, el portavoz económico, Amadeu Altafaj, zanjó: "Desmiento rotunda y categóricamente que la Comisión albergue duda alguna sobre las cifras españolas de déficit, no hay indicio alguno de cualquier posible irregularidad". "Son incorrectas y engañosas”, incidió el vicepresidente Olli Rehn, en relación a la posibilidad de sanciones.
El presidente basa en la cifra del 8% todo su mensaje económico, que ya expuso en el último Consejo Europeo. Sus planes pasan porque la UE revise a la baja sus previsiones económicas para el país, como primer escalón para que el techo de déficit que se le exige -del 4,4%- también sea revisado. Mientras tanto, lo que hace la administración es dar muestras de ir por la buena senda, destacando las reformas del sistema financiero y del mercado laboral. La duda real de que el Gobierno estuviera engañando trastocaría estos planes y volvería a hundir en la desconfianza a España.
Un motivo por el que, con las declaraciones de Altajaf ya conocidas, Moncloa elevó un “desmentido oficial”. “La UE tiene que tener muy claro que no vamos a consentir juego sucio. Estamos haciendo esfuerzos muy duros, que afectan a todos los españoles”, argumentó un cargo económico, en conversación con este diario. “Son especulaciones, nada más que eso”, añadió una fuente oficial.
En conversación informal, el titular de Economía, Luis de Guindos, fue un paso más allá advirtiendo de que el déficit podría escalar aún por encima del 8%, como ya se desliza por parte de algunos portavoces del ramo. El ministro hizo este comentario en Londres, donde se reunión con inversores de la City, tras hablar telefónicamente con Rehn, quien le admitió que “no hay ninguna base” para dudar de la palabra del Gobierno.
Con todas las gestiones ya realizadas, la vicepresidenta evidenció el enfado gubernamental. “La Comisión ha desmentido categóricamente esas informaciones y ha dicho que no ha detectado ningunas irregularidades”, por lo que “será la Comisión la que tendrá que analizar de dónde procede esa información”.
Ahora bien, la mano derecha del presidente no se quedó ahí, y se preguntó: “¿Cómo ha podido salir esa información?”, insistiendo en que “la credibilidad de España no puede estar en entredicho. Este es un país que hace bien sus cifras y hace bien sus reformas”, sentenció. De ironía echó mano De Guindos para dar por finiquitado un asunto que hizo saltar todas las alarmas en Moncloa: “Ojalá” la cifra de déficit rondara el 6%, como apuntan esos funcionarios “sin nombres ni apellidos”.