La archiconocida compañía Facebook saldrá próximamente a bolsa, concretamente, el próximo abril. Este suceso nos brinda una ocasión ideal para ilustrar a los lectores sobre cuándo salen las compañías a bolsa, cómo de acertado es dar este último paso y si se debe o no acudir a la colocación de acciones.
Muchos se habrán preguntado en más de una ocasión, no pocas veces a raíz de la pesadísima insistencia de su gestor de banco, si conviene acudir a una oferta pública inicial de venta de acciones (OPV). Como suele ser habitual, no hay una única respuesta válida. Lo que sí parece claro es que debe extremarse la precaución. Al ser las compañías las que fijan el momento de salir a bolsa, éstas suelen tratar de hacerlas coincidir con momentos de exuberancia bursátil, lo que quiere decir buenos precios para los colocadores... Y no tan buenos para los compradores. Así, las más de las veces acaba siendo posible adquirir los mismos títulos un par de años después con notables descuentos.
Aun siendo esto cierto con frecuencia, también nos topamos con otros casos en que la salida a bolsa constituye una oportunidad que más tarde ya no es posible encontrar. Google, por ejemplo, salió a bolsa por poco más de 80$ y cotiza por encima de los 650$ ocho años después; Inditex lo hizo a 14€ y diez años después supera los 65.
Peter Lynch, por ejemplo, recomendaba acudir principalmente a las privatizaciones de empresas públicas, pues según él éstas solían hacerse a precios interesantes. Lynch argumentaba que lo último que quiere un político es tener descontentos en las siguientes elecciones a los cientos de miles, si no millones de pequeños accionistas, que acudieron a la colocación.
La valoración
Pero como mejor podemos valorar si es pertinente suscribir compras de acciones de Facebook (FB) es, como siempre, analizando el precio de salida de la compañía y sus expectativas de beneficio futuro. Aportemos algunos datos interesantes de la mayor red social del mundo.
Los múltiplos de Facebook:
- La compañía saldrá valorada por 100.000 millones de dólares (casi dos veces más que Boeing).
- Cada uno de los usuarios de Facebook en media genera ingresos por valor de 4,25 $/año. Teniendo en cuenta que para cuando salga a bolsa tendrá alrededor de los 1.000 millones de usuarios, el cálculo se hace muy sencillo: un total de 4.250 millones por año.
- El margen de beneficio que obtiene de esos ingresos (tras sustraer gastos) es del 30%, por lo que le queda limpio un total de 1.300 millones al año.
- Los 100.000 millones dividido por 1.300 millones nos ofrece el múltiplo de PER, que se va a 77 (recuérdese que la media del PER en la bolsa es del entorno de 15).
Ya hemos apuntado en más de una ocasión que un PER tan abultado obedece a las expectativas de beneficio futuro y en ningún caso a los beneficios presentes. Si los inversores creyeran que va a incrementarse el beneficio anual en, pongamos, el equivalente a la subida porcentual del IPC, nadie en su sano juicio entraría a esta OPV. De Facebook, es evidente, se valora esa magnífica red que aglutina a 1.000 millones de almas que pueden ser contactadas por proveedores a quienes Facebook, previo pago, permite comercializar sus servicios. Ahí reside el punto fuerte de Facebook: en la concentración de usuarios en un mismo mercado y en la venta del uso de esa red (o mercado) a distintos “comerciantes”.
Nacimiento y crecimiento de Facebook
¿Pero es razonable pensar que el beneficio por usuario se multiplique en un corto o medio plazo por 3 (para llegar a un PER un poco más razonable de unos 26) o más, o que siga el aluvión de nuevos usuarios de Facebook? Ambas son posibilidades reales, pero no certidumbres. Es por ello que a nosotros, tal como sale a bolsa en estos momentos, nos resulta demasiado cara.
Mucha tinta ha corrido en los últimos tiempos para divulgar el milagro propiciado por Mark Zuckerberg, uno de los fundadores de FB que en la actualidad cuenta con tan solo 27 años. Algunos ejemplos son la película La red social, si bien para conocer al personaje y la historia de la compañía resulta más completo leer el libro The Facebook effect.
Zuckerberg ingresa en Harvard en 2003, con la que apenas estuvo ligado un par de años, pues muy poco después, en 2004, crearía la compañía Facebook junto con algunos otros socios. Esta aún joven empresa hubo de pasar por las diversas fases características de las startups antes de salir a bolsa este año. En su comienzo, los propios emprendedores y sus familias, junto a los llamados ángeles inversores, corrieron con la financiación.
La siguiente fase de implantación, asociada a tasas de crecimiento de inversión muy fuertes, suele ser sufragada con financiación bancaria y, cuando ésta se muestra reticente o insuficiente, con sociedades de capital riesgo (venture capital, en inglés) e instituciones financieras especializadas. Los venture capitalists, que en el caso de alta tecnología norteamericana se agrupan en buena parte en Sand Hill Road a la manera en que las acciones cotizadas lo hacen en torno a Wall Street, compran participaciones en la empresa puntera casi siempre con la esperanza de realizar plusvalías precisamente con la salida a bolsa. Es por ello que la inquina que muchas personas sienten hacia la bolsa es reflejo de una cierta puerilidad. Querer que haya financiación empresarial para jóvenes emprendedores sin que la sombra de la salida a bolsa esté presente en el horizonte se antojaría prácticamente imposible.
En el caso de Facebook, uno de los capitalistas más destacados fue el todoterreno Peter Thiel, fundador de Paypal y accionista de Ebay, maestro de ajedrez, libertario estadounidense de origen alemán y promotor del proyecto de crear ciudades libre en el océano. El otro que tuvo gran peso en esta fase de desarrollo de FB fue Sean Parker, el fundador de Napster.
Una vez que los modelos de negocio han sido ya comprobados y la compañía tiene una madurez suficiente, la empresa se encuentra lista, si ése es su deseo, para salir a bolsa a través una OPV inicial. En nuestro caso, la OPV de Facebook convertirá los 500.000 dólares aportados por Thiel en 2004 en más de 2.500 millones ocho años después multiplicando por 5.000 su inversión en un proceso de creación de riqueza que maravilla, confunde y levanta envidias por igual.
La decisión de salir a bolsa -going public, como dicen los anglosajones- puede tomarse por varias razones. Puede hacerse con el fin de allegar fondos para financiar una proyectada expansión de la compañía o reducir el endeudamiento de la empresa. También puede llevarse a cabo para que los principales accionistas o los trabajadores que han cobrado en acciones hagan caja deshaciendo una parte de sus posiciones. Así, por ejemplo, los fundadores pueden desear diversificar más su patrimonio, los capitalistas de riesgo realizar sus ganancias, puede buscarse clarificar la herencia de una empresa familiar, etc.
El proceso de salida
Ahora bien, salir a bolsa, como casi todo en la vida, tiene sus pros y sus contras. El principal inconveniente de convertirse en empresa cotizada en bolsa es el constante escrutinio al que la compañía se ve sometida. Los resultados trimestrales se encuentran bajo la presión de igualar por lo menos las estimaciones de los analistas, la publicidad de los planes estratégicos puede poner sobre aviso a la competencia, los grandes accionistas y el equipo directivo pasan a convertirse en figuras públicas con la consiguiente pérdida de intimidad (no es el caso de Facebook).
Sea cual sea la razón por la que se resuelve sacar la empresa a bolsa, una vez tomada la decisión, hay que seguir un determinado curso de actuación más o menos prefijado. Será necesario contactar con uno o más bancos de inversión que se encargarán no sólo del papeleo ante la Comisión de Valores y el asesoramiento legal durante todo el proceso, sino también de facilitar la colocación de las acciones, pudiendo llegar a garantizar incluso la misma, asumiendo a un precio descontado aquella parte que no haya sido vendida. Para animar el interés inversor, habitualmente se llevará a cabo un road show, una especie de gira con presentación de la compañía y de sus planes ante fondos de inversión, gestores de patrimonios y otros inversores institucionales.
El proceso finaliza con la fijación del precio tanto en su tramo institucional como en el de los pequeños inversores. Mientras que los responsables de la compañía tratan de fijar el precio más alto posible, las entidades financieras responsables de la colocación buscarán una cierta rebaja que dé algo a ganar a los suscriptores y una cierta perspectiva de recorrido a la acción una vez salga a cotizar. Toda la historia finaliza -en realidad, comienza- el primer día de cotización. Bienvenidos al mercado.