Este miércoles, en la sesión parlamentaria de control al Gobierno, Mariano Rajoy ha dibujado un duro panorama para la economía española. A diferencia de lo que hacía Zapatero, Rajoy ha optado por describir la situación económica sin ocultar un ápice la gravedad de la misma, incluyendo lo que a la evolución del paro se refiere. Sin duda este es un buen comienzo porque negar la realidad no sirve de nada. Por el contrario, la única forma de superar los problemas es admitir la existencia de los mismos con toda su crudeza, para que la población pueda entender después el porqué de las medidas que se toman para atacarlos. Rajoy ya ha dicho cuál es la verdadera situación de la economía española, ha expresado perfectamente la gravedad de la misma y, a partir de ahora, los ciudadanos podremos juzgar si las medidas que toma el Ejecutivo están en consonancia con lo que ha dicho el presidente.
Después de lo que ha dicho Rajoy ante sus señorías cabe pedirle que actúe en consecuencia. Si tenemos tantos y tan graves problemas en materia de empleo, que los tenemos, la reforma laboral que el Consejo de Ministros apruebe el próximo viernes no puede quedarse en medias tintas ni en parcheos que no resuelven nada. Tiene que ser una verdadera reforma que ataque de raíz los muchos males de que adolece nuestro mercado de trabajo, empezando por todo lo que tiene que ver con la negociación colectiva, así como con la ultra actividad de los convenios, y siguiendo por lo relacionado con los costes del despido. Al Gobierno no debería temblarle la mano a la hora de legislar en estos aspectos no sólo porque esta es la única forma de volver a generar puestos de trabajo, sino porque dudo mucho que los sindicatos en estos momentos estén en condiciones de plantar verdaderamente cara al Ejecutivo. Sería para ellos un suicidio el hacerlo.