Mucho han cambiado las cosas desde el último Consejo Europeo al que este lunes se celebra en Bruselas. Sólo han pasado poco menos de dos meses, pero la España de primeros de diciembre de 2011 no es la de últimos de enero de 2012, empezando por el presidente del Gobierno.
En la última cumbre, un José Luis Rodríguez Zapatero tutelado se despedía con un claro mandato por parte de quien ya había ganado las elecciones: Mariano Rajoy. Se tomaron "medidas importantes y muy difíciles" y, en voz de un asesor de Moncloa, "se podría decir que España salvó los muebles", pero finalmente se no consiguió tener derecho de bloqueo en el Fondo de Rescate.
Ya con Rajoy investido, el Gobierno quiere pasar de salvar los muebles a liderar la Unión Europea de la recuperación. Pasar del furgón de cola, a tomar decisiones en la locomotora. Y ya se están dando los pasos, según fuentes del PP europeo: "Antes no nos cogían el teléfono, ahora vuelven a llamarnos".
Antonio López Istúriz, hombre de confianza del hoy presidente en Bruselas, siempre ha sido muy crudo en el análisis: España había pasado de "imponer" e, incluso, "de dar miedo" con José María Aznar, a que "no se le consultara nada" con Rodríguez Zapatero. Hoy se empieza a invertir esta tendencia, auspiciado -entre otras cosas- por la frenética agenda internacional de jefe de gabinete.
Rajoy aterrizará el lunes, a medio día, en Bruselas con la percepción de que el sendero está trazado; de que, en su primer mes de Gobierno, Europa ya sabe que las cosas están cambiando. Por lo menos, la letra de su canción suena a todos, tras machacarla constantemente desde que, el siete de diciembre -aún sin ser proclamado-, se presentó ante la familia del PP europeo, yendo por delante su programa de reformas.
Superado el trauma de subirse en helicóptero, a los que tiene pavor desde su accidente junto a Esperanza Aguirre, el presidente pisará el Consejo Europeo con una intensa agenda. Cuatro citas bilaterales, incluida una con el británico David Cameron, además de su turno de palabra ante los socios y una ponencia sobre pequeñas y medianas empresas -mensaje clave en su victoria electoral-. España se la vuelve a jugar en poco menos de doce horas.
La exposición del presidente
La administración ha ideado un plan de acción estudiado al detalle, que se podría resumir en exposición y acción. Primero, exponer por qué la España de 2012 no es la de 2011 y, después, vender las recetas propias; algo impensable en la era Zapatero.
Así las cosas, Rajoy sacará de su austero maletín un resumen del anteproyecto de Ley de estabilidad presupuestaria, acordado el pasado viernes en Consejo de Ministros. Una norma de "primer orden, pionera y de referencia", con la que el gobernante español tratará de convencer a sus homólogos que, sí o sí, cumplirá con el techo de déficit público, ya incluido en la Constitución.
La carta de presentación del presidente incluirá, además, el ajuste presupuestario de 15.000 millones de euros ya acometido, el acuerdo de rentas alcanzado por los agentes sociales -que el Ejecutivo considera clave- y el calendario del resto de reformas, destacando la laboral y la del sistema financiero.
Será una alocución concisa, pero el jefe del Ejecutivo cuenta como as en la manga que a la mayoría ya le suena. Diecisiete de los veintisiete países miembros son del PP, y con la casi totalidad el trato es muy cordial. Además, con los importantes -Merkel y Sarkozy, principalmente- ya ha tratado de tú a tú en este inicio de año de infarto.
La agenda propia de España
Tras ello, la presentación de medidas a debatir y sacar adelante. La primera, defenderá que los excedentes de los fondos europeos se puedan aplicar a programas destinados a la generación de empleo. "Todos esos recursos pueden ser muy útiles y para nosotros es capital", justificó el propio Rajoy en su visita a Berlín, contando con el plácet alemán: "Podría mejorar el empleo juvenil, la educación de los jóvenes y fomentar el empleo".
Como segundo punto, reclamará a los socios comunitarios que se establezca una remuneración armonizada en las entidades financieras del conjunto de la Unión que hayan recibido ayudas. Que no excedan de lo que "es justo y responsable". Y por último, también introducirá la necesidad de abrir un debate sobre un sistema de capitalización similar al que se conoce como el modelo austriaco para fomentar la movilidad en el mercado laboral.
Toda una agenda propia sin obviar que el presidente se sumará a la corriente mayoritaria, en la que también está Francia, de que haya un refuerzo del Fondo de Rescate, y que "sea pronto y con mayor dotación".
Lo que la delegación de España no espera es conseguir de Bruselas una modificación inmediata del límite del déficit impuesto, y que es del 4,4%. Lo que pretende el presidente es que el Consejo actualice la situación del territorio, sin el maquillaje del anterior Gobierno: déficit del 8% y no del seis y una economía en recesión, según el FMI y el Banco de España. Esto ya sería un éxito, dice el gabinete presidencial.
El fin de la era Zapatero
Pero, más allá de los números y de las medidas, el Gobierno quiere sacudirse, de una vez por todas, la herencia socialista. Ahuyentar los fantasmas del pasado, cuando a España no le cogían el teléfono y sufría el ninguneo internacional. Que "la foto de Zapatero solo, mientras el resto de líderes despachaba a pocos metros" no se vuelva a repetir.
Se podría decir que es la otra pata para que la reunión concluya en éxito; volver a hacer política de Estado, "política de altura". Rajoy siempre dice que gana en las distancias cortas, en el trato distendido, sin focos delante. En voz de uno de sus asesores, quiere hacer desaparecer "la fotografía de un Zapatero apartado". Que sus homólogos europeos "borren de su mente" al anterior mandatario, como una pieza más del puzzle de una España en la primera división. Y es que, como no se cansa de repetir el presidente, "somos una gran nación que estará a la altura de las circunstancias".