¿Pactará Grecia con sus acreedores privados? ¿Sustituirá el BCE el reparto de liquidez para comprar deuda ahora que está aparcada de vuelta en el BCE? ¿Habrá alternativa al desembolso irrepetible de 217.000 millones en bonos comprados por éste a costa de las dimisiones de los ortodoxos Weber y Stark? La respuesta depende del modelo que siga Europa. Es hora de que España aporte a éste algo más que problemas.
Alemania creció un 3% el 2011, pero este último trimestre sufrió un decrecimiento del PIB que, de confirmarse con otro, permitiría a los periodistas alimentarse unos días de la convención que define la recesión canónica. ¿Cómo piensa reaccionar el pensamiento único, gran peligro de nuestro tiempo? Según su dogma el problema es que la disciplina alemana le da una ventaja competitiva tal que no encuentra a quien venderle lo que produce, por lo que debe gastarse su ahorro en financiar a los indisciplinados para que se lo compren.
La idea culminaría con el grandísimo logro, escatología final del keynesianismo: aumentar la demanda agregada propia y ajena sin la cual no hay vida posible en su peculiar planeta económico. Esto deja de ser posible ahora que Alemania empieza a advertir el mismo riesgo que los demás, y mucho menos vistas las últimas degradaciones de la deuda, incluyendo al fondo de rescate.
La deuda pública alemana acumulada es del 83%, cifra alta acorde con el tipo de estado del bienestar que soporta. Lo que permitió a Alemania dar una lección a Europa fue la cosecha de la reforma laboral alcanzada en la década pasada incluyendo la drástica reducción de los subsidios de desempleo y la disminución del déficit estructural a 0,5% para el 2016 según su Constitución, sistema que está ya también en la letra de la nuestra. Lo que funcionó fue, pues, rebajar gasto y desempleo, al 6,8%, cifra sin par en Occidente. Inglaterra y Estados Unidos, aún más obsesionados con el keynesianismo y el crédito artificial que las elites continentales, no pueden presumir de mejores datos.
Pero, contrariamente a la opinión extendida de revitalización por el gasto que, por ejemplo, calificaba orwellianamente de "predatorio" el tipo reducido de sociedades en Irlanda, lo que otorga posibilidades a Alemania es la actual ausencia de alternativas a la virtud. Para salir rápido de una recesión aún evitable que las encuestas de confianza inversora auguran breve, Merkel prometió rebajar el impuesto sobre la renta este año, austeridad fiscal y políticas de crecimiento. Así que en Europa, y en España en concreto, podemos promover lo que demandan los apóstoles del gasto o defender, también ante los socios europeos, la disciplina fiscal acompañada de reformas propicias para el crecimiento. Unir nuestro proyecto a la "locomotora" no es solo lo correcto, es la mejor manera de recuperar el poder dilapidado en Europa por el gobierno anterior, partidario del gasto y el consumo, en lugar del ahorro y la inversión.