Es realmente curioso que el mejor programa que se emite en estos momentos en la televisión española lo dirija un inglés que ni siquiera es periodista. Michael Robinson lleva veinte años demostrando que es posible ser un gran comentarista de fútbol sin caer en el topicazo vulgar de algunos locutores populacheros ni en la absurda pedantería de los entrenadores metidos a ingenieros técnicos. Desde hace unas temporadas, además, ha conseguido que los amantes del deporte nos reconciliemos con la televisión, con una serie de maravillosos documentales.
El Informe Robinson nos ha dejado decenas de momentos inolvidables, pero quizás ninguno de sus programas haya sido tan emotivo como el que se estrenó estas Navidades dedicado a Barcelona 92. En poco menos de una hora de duración van pasando delante de nuestros ojos los 22 medallistas que hicieron de aquellos Juegos Olímpicos el punto de partida de la Edad de Oro que vive el deporte español. Además, Robinson no se limita al relato deportivo y entrevista también a Jordi Pujol o Pascual Maragall, con los que habla del impacto que aquel evento tuvo en Barcelona, Cataluña y España.
La casualidad hizo que apenas unos minutos después de ver este programa me encontrase con las noticias acerca del discurso de fin de año de Artur Mas, en el que volvió a repetir la cantinela nacionalista de las balanzas fiscales y a amenazar al Gobierno con el alejamiento entre Cataluña y España si no se acaba con esta supuesta injusticia. El caso es que mi devoción deportiva se mezcló con mi ocupación económica y llevo desde entonces dándole vueltas a lo mucho que tienen en común ambos programas, aunque no lo parezca.
Vaya por delante que en mi opinión sería positivo avanzar hacia una mayor responsabilidad fiscal entre las autonomías. Los gobiernos regionales deberían recaudar los impuestos necesarios para pagar sus competencias y así los ciudadanos sabrían quién les cobra y para qué. Sin embargo, esto no puede servir para justificar la mentira constante que se esconde detrás de la reivindicación de las balanzas.
El sistema fiscal vigente, nos guste o no, se basa en que los que más ganan pagan más y reciben menos; así, un catalán y un extremeño con un salario de 100.000 euros pagan lo mismo. Si Cataluña aparece como deficitaria es en parte porque tiene más ricos que otras regiones (al igual que los habitantes de Barcelona pagan de media más que los de Gerona o los vecinos de Pedralbes más que los del Raval). La legislación tributaria española es muy criticable, entre otras cosas porque penaliza el ahorro, el trabajo y la creación de riqueza; pero no parece que el señor Mas quiera acabar precisamente con la progresividad del sistema.
Las balanzas fiscales son un instrumento perverso, porque es imposible saber qué aporta cada región y cuánto recibe. Por ejemplo, ¿qué parte de la inversión del AVE Madrid-Barcelona se puede imputar a Madrid, Cataluña, Aragón o Castilla-La Mancha? Y cómo se mide el IVA que paga una empresa catalana o madrileña que vende en todo el territorio nacional. La actual financiación autonómica es muy mejorable, sobre todo porque provoca la irresponsabilidad de los políticos regionales, algo de lo que la deuda de la Generalidad es una buena muestra. Pero el razonamiento nacionalista sobre el expolio que sufren sus ciudadanos es tan falso como demagógico.
Lo más peligroso es que es un argumento que ha hecho fortuna y no sólo en Cataluña. A fuerza de repetir esta mentira una y otra vez, se ha generalizado la idea de que las autonomías más pobres someten a un saqueo constante a las más ricas. Viendo el fantástico reportaje de Michael Robinson sobre Barcelona 92 y oyendo a Jordi Pujol comentar lo importante que fueron aquellos quince días, comenzaron a venirme a la cabeza una serie de preguntas a las que el nacionalismo catalán nunca ha respondido:
- El argumento es que Cataluña aporta al Estado más de lo que recibe. Es fácil imaginar que Barcelona aportará a las arcas de la Generalidad en torno al 90-95%% de sus ingresos y no recibirá más del 60-70% de las inversiones. ¿Cree Artur Mas que Gerona, Lérida y Tarragona están expoliando fiscalmente a sus vecinos barceloneses? ¿Por qué no hace nada por evitarlo?
- Si en CiU están tan preocupados por las balanzas fiscales en el conjunto de España, ¿por qué, ahora que pueden, no publican la balanza fiscal de las provincias catalanas?
- Todos los estudios coinciden en que la Comunidad de Madrid aporta más a la caja común que Cataluña. Y a pesar de todo, la región de Esperanza Aguirre crece más que la de Artur Mas, atrae más inversiones del extranjero y tiene unas cuentas públicas mucho más saneadas. ¿Cómo puede ser?
- Desde 1960, sólo Seúl (para llevar los JJOO a Asia) y Atenas (por razones obvias) han sido sede de unas Olimpiadas representando a países pequeños. El gran rival de Barcelona 92 fue París y las crónicas cuentan que la clave para ganar la nominación estuvo en el apoyo en bloque de los países hispanoamericanos, tanto por cercanía cultural como por cuestiones diplomáticas (parece ser que el papel del Rey fue especialmente destacado). ¿Habría ganado una Cataluña independiente aquella votación?
- ¿Cuánto vale que España escogiese a Barcelona como su candidata?
- ¿Cuánto pesan esos JJOO en la balanza de Artur Mas y Jordi Pujol?
- ¿Cómo se mide el impacto publicitario, el conocimiento de la marca Barcelona y la proyección de Cataluña conseguidos en aquel verano de hace veinte años?
Mucho me temo que, por muchas veces que vea el gran documental de Michael Robinson, analice los discursos de Artur Mas o lea el libro de memorias de Jordi Pujol no encontraré en ninguno de ellos respuestas a ninguna de mis preguntas.