Ese es el camino para barrer el pestilente separatismo,
el trinque y la mamandurria.
¡Ojalá se cumpliera esto, pues sería una maravilla agropecuaria y trigonométrica digna de mención y elogio!.
Espero verlo y gozarlo, de otro modo tendré que hacerme residente de la España Libre.
Emilio, al hilo de sus reflexiones, me viene una antigua, propia y simplista, que me decía que la estatuida interdependencia de los Estados de la UE en las políticas agrarias, competencia, científica, financiera, etc., con ser de aplicación en un ámbito por naturaleza más extenso y culturalmente más heterogéneo, y, consiguientemente, más laxo, era menos intensa que la que, entre nosotros, la Constitución, los Estatutos y, sobretodo, la praxis gubernativa otorgaba o consentía a las Autonomías. Caminando sus tendencias en sentidos opuestos. Si la UE seguía adelante en la línea de integración que parecía emprendida, ello, por vía de sublimación, daría al traste con las veleidades soberanistas regionales, profundamente alimentadas y sentidas. Pero, si no, que Dios nos amparara. Y en ésas estamos, cada uno apostando a un caballo -Europa- diferente.
Atentamente y feliz Epifanía.
Correcto, excepto el comentario sobre las miniembajadas, que deberían estar prohibidas por principio, ya que la representación en el exterior corresponde al gobierno.
Veo muy optimista al autor del artículo pero aún es peor el error de traspasar las responsabilidades nacionales a la "autoridad" europea. Y ello es así porque implica una renuncia implicita a nuestra soberanía disfrazada de "protección." Dos libros interesantes "La fuente impura" de John Laughland y "Defensa de la nación espñola" de Otero Novas muestran como, más allá del caso concreto de que "Europa" quiera, o no, imponer, en este caso, la autoridad que el gobierno nacional en un ejercicio de irresponsabilidad se niega a aplicar para que no lo llamen facha o retrógrado, lo grave del asunto es que, en el fondo, el desmembramiento del Estado nacional en Taifas, a Bruselas le viene estupendo porque ya no tiene que negociar con el gobierno central si no que puede hacerlo directamente con las autonomías y lo que una autonomía le niege, se lo dará la otra. Así el estado autonómico será una república de bantustanes sin capacidad de negociación porque un hatajo de gilipollas tienen miedo de que les llamen xenófobos y euroescépticos.
Personalmente encuentro perfecto que el estado controle las finanzas de la Generalitat, ya que lo que faltan son controles, para evitar, aquí y allá, tanto mangoneo y corrupción por lo que respecta al dinero público. También me parecería ideal que suprimieran las diputaciones, y todos los entes, embajadas y políticos autonómicos que no sean imprescindibles (y que pienso que son mayoría), ya que este montaje político autonómico cuesta demasiado, lo cual estoy segura que Rajoy no hará (como mucho se limitará a las empresas públicas), porque los políticos autónomos y los centrales mojan del mismo plato: los impuestos de los ciudadanos.
No obstante, aparte del control y del adelgazamiento administrativo y político de las autonomías, necesario, hay que resolver paralelamente otro problema de mucho más calado: la distribución de los impuestos que van a las arcas estatales. Téngase en cuenta que el land más rico de Alemania paga en concepto de fondo de compensación territorial, es decir para ayudar a los lands más pobres, la mitad de lo que paga, proporcionalmente, Cataluña, una vez descontando lo que el estado central invierte en esta comunidad.
Deberíamos acercarnos a la forma en cómo se reparten los impuestos los países europeos, ajustándonos a los sistemas estatales federales de la Europa central (Alemania, Austria, Suiza, Bélgica ...), y sus porcentajes de compensación territorial entre las distintas regiones, o equiparándonos al sistema estatal nórdico (Dinamarca, Islándia, Suecia..., incluso Holanda): una lengua/una cultura/un estado, cosa que explica los pocos habitantes que tiene cada uno de ellos y el hecho de que funcionen más democráticamente y en general mejor, que nosotros.
Pienso que todos pretendemos formar parte de un país democrático, es decir donde los ciudadanos asuman un poder real de decisión (a través de referéndums sobre temas que les afecten) y de control de los gestores políticos. Para ello hay algo que tiene que quedar muy claro y respetado: el dinero que pagamos los que vivimos en Cataluña (nacidos o no aquí), o en cualquier otra autonomía española, es nuestro, y sí que debemos pactar una aportación económica para ayudar a las otras comunidades menos desarrolladas, en concepto de solidaridad vecinal, pero no con la sumisión de una colonia africana, ni por la amenaza latente y secular de otra ocupación militar, que es lo que ahora ocurre, sino como ciudadanos libres.
Esperemos no tener que ir a Cataluña a asegurar el cumplimiento de la ley.