La semana pasada veíamos como el euro caía en picado llegando a cotizar frente al dólar por debajo de 1,3. Los comentaristas anglo-americanos lo tenían muy claro. Las medidas de la última reunión intergubernamental europea fueron insuficientes para convencer a los mercados de que Europa había encontrado una fórmula para estabilizar la unión monetaria. Sin eurobonos, sin un banco central que actúe como prestamista de última instancia, y sobre todo, con cantidades cada vez más reducidas en relación al billón de euros prometidos para actuar como cortafuego, es lógico pensar que los mercados vean insuficiente el progreso de Europa y castiguen su divisa, el euro.
Sin embargo, la tarea de forjar una entidad europea sólida y cohesiva es una tarea ardua, de largo alcance y plazos extensos. La voluntad de los países europeos, a excepción del Reino Unido, han marcado nuevos pasos para reforzar la unión monetaria. Luego, ¿por qué los mercados han llevado a depreciar el euro? Si bien entendido Europa avanza, pese a las reticencias anglo-americanas, lo lógico es que su divisa debiera verse refrendada. No siendo este el caso, en mi opinión, lo que sí está empujando el euro a la baja es que Europa está, de nuevo, en recesión. Es el caso de Grecia, que nunca salió, Portugal, Italia, España, Francia y hasta Alemania, que depende de los mercados europeos para exportar sus bienes. (Véase por ejemplo "Europe: Recesion Returns", 15 de diciembre de 2011). Por el contrario, EEUU aunque a paso ralentizado, mantiene el crecimiento casi al 2% y de ahí la apreciación del dólar frente al euro.
Pero no todas son noticias desalentadoras. Baste observar la reacción de los mercados ante la investidura del Rajoy como presidente del Gobierno de España provocando una nueva bajada del diferencial del bono a 10 años entre España y Alemania. Mientras se escriben estas líneas el diferencial había bajado a 317 puntos frente a los 350 con que empezó la semana. Ha gustado el discurso de investidura y el énfasis de Rajoy en contener el gasto público y de querer eliminar duplicidades en la administración pública en todos sus niveles. Se puede llegar a la no desdeñable cifra de 40.000 millones, tal y como lleva más de un año denunciando UPyD. Sigamos, pues, buscando reducciones en el gasto y, si lo permiten, sirva de sugerencia la eficiencia en la concentración mayor de municipios. Pero, poco o nada se habló de la lucha contra el fraude fiscal, uno de los talones de Aquiles de nuestra economía. Bien articulada esta lucha podría doblar la recaudación a las cifras señaladas con la eliminación de las duplicidades. Y como premio, los ciudadanos honrados no tendrían que sufrir una subida de impuestos.