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Corea del Norte, una cárcel de oscuridad y hambre

En la península de Corea conviven dos modelos antagónicos. El comunismo gobierna el Norte, la libertad el Sur.

Kim Jong-il ha muerto, pero su reino de terror pervivirá en la figura de su sucesor, su hijo Kim Jong-un. La República Popular Democrática de Corea se queda, pues, sin su "querido líder" a la espera de que el nuevo dictador ocupe el todopoderoso trono de la hoz y el martillo.

La particular historia de la pequeña península de Corea ofrece una inigualable, al tiempo que triste, experiencia real sobre economía, ya que en un mismo territorio han convivido dos modelos antagónicos, pared con pared, durante más de 60 años. La península, que fue anexionada por Japón a principios del siglo XX, fue dividida en dos zonas al término de la II Guerra Mundial. La parte norte fue ocupada por los soviéticos y la sur por EEUU, conformándose así dos estados independientes que han terminado por configurar mundos diametralmente opuestos.

Desde entonces, Corea del Norte sufre el yugo comunista, mientras que su hermana del Sur abrazó de forma progresiva -sobre todo, en las últimas décadas- el capitalismo. Los resultados económicos de ambas opciones saltan a la vista.

Cora del Sur, un tigre en libertad

Corea del Sur es hoy uno de los países más libres del planeta. Con una población de casi 49 millones de habitantes, un PIB de 1,4 billones de dólares y una renta per cápita de 28.000 dólares al año, es la decimoquinta potencia más rica del mundo (OCDE).

Desde hace tiempo, lidera los indicadores de libertad económica. En la actualidad, es el octavo país con mayor facilidad para hacer negocios, según el ranking Doing Business 2012, que elabora anualmente el Banco Mundial. Su grado de libertad destaca especialmente en materia de cumplimiento de contratos (puesto número 2 del ranking mundial), síntoma de la fortaleza y garantía que ostentan los derechos de propiedad privada, y comercio exterior (puesto 8), señal de su elevada apertura al mercado internacional y la era de la globalización.

Por su parte, el Índice de Libertad de la Heritage Foundation lo sitúa en el puesto 35 en 2011, con una nota global de 69,8 puntos, por encima de la media mundial (59,7), siendo además el octavo país más libre de la región Asia-Pacífico. Su fuerte, nuevamente, es su grado de libertad comercial, tanto a nivel interno como externo, alcanzando una puntuación de 91,6 puntos (sobre un total de 100) y 70,8, respectivamente.

Su marco regulatorio favorece la competencia empresarial y el desarrollo de nuevos negocios, lo cual le otorga un gran dinamismo económico y empresarial. Aplica aranceles, como la mayoría de países, pero éstos son bajos y limitados, favoreciendo con ello la entrada y salida de capitales, bienes y servicios.

Por el contrario, sigue sufriendo cierto grado de corrupción política y presenta algunas restricciones en materia laboral, ya que el coste del despido es elevado y los horarios no son muy flexibles, lo cual no le impide gozar de una tasa de paro de apenas el 3,6% (pleno empleo).

Corea del Norte, la cárcel comunista

La situación de Corea del Norte no puede ser más opuesta. Su opacidad y aislamiento internacional es tan feroz que ni siquiera aparece en la mayoría de análisis internacionales, ya que resulta casi imposible obtener datos fehacientes sobre su economía. Su población asciende a 22,7 millones de personas, su PIB apenas alcanza los 13.000 millones de dólares y su renta per cápita no supera los 1.800 dólares al año, un nivel propio de país subdesarrollado y pobreza extrema.

La Heritage Foundation sitúa dicho régimen en el último puesto de su ranking (179), justo por detrás de Zimbabwe y Cuba (también comunistas), siendo, por tanto, el país menos libre del planeta. Su puntuación es 0 (el mínimo) en casi todas las materias analizadas. Mantiene una férrea planificación socialista en todas las ramas de actividad, siendo el Estado el propietario de los recursos productivos. La propiedad privada brilla por su ausencia y la actividad empresarial es una utopía, penada con la muerte y la cárcel.

Su población sobrevive, en gran medida, gracias al exiguo racionamiento que le concede el Estado que, por cierto, es receptor de ayuda internacional en forma de alimentos y dinero. La pobreza es generalizada. Desde su fundación en 1948, el régimen comunista niega a los norcoreanos el disfrute de derechos individuales básicos, convirtiéndose así de facto en su único dueño y señor.

Su economía es, básicamente, rural, pero la planificación central apenas permite que la producción cubra los niveles básicos de subsistencia. Las hambrunas son habituales, y la escasez de alimentos crónica. Según el Índice Global de Hambre 2010, el país presenta un nivel alarmante de desnutrición.

El régimen de Pyongyang permitió una leve apertura a la propiedad privada tras la grave crisis alimentaria sufrida a mediados de los 90, pero el Estado recuperó el control casi total de recursos 10 años después para combatir el creciente mercado negro que empezó a aflorar, única tabla de salvación a la que se agarraban millones de personas.

El sector financiero no existe, no hay derechos de propiedad, el comercio exterior se limita a la ayuda que recibe de otros países. Todos los precios son fijados por el Gobierno y su política monetaria se traduce en habituales procesos hiperinflacionarios, tal y como aconteció durante la fallida reconversión de su moneda en 2009.

El cielo y el infierno

Pero, más allá de los datos, dos imágenes podrían resumir a la perfección el resultado de ambos modelos. Por un lado, la creciente divergencia en renta per cápita desde los años 70, hasta el punto de que los norcoreanos son hoy más pobres que hace 40 años, cuando el ahora fallecido Kim Jong-il asumió el poder. Hoy por hoy, su PIB per cápita apenas equivale al 6% del que tienen los coreanos del Sur.

Y, por otro, la penumbra en la que, literalmente, aún vive sumida Corea del Norte, muestra de su subdesarrollo crónico. El país está a oscuras, tal y como reflejan las imágenes de la península tomadas por satélite, y la paupérrima imagen del interior del país (ver galería de imágenes de Corea del Norte).

La lección de la historia

Si algo ha demostrado la historia es que más libertad significa más riqueza, y viceversa. El ejemplo paradigmático de las dos Coreas no es el único. Singapur, la economía más libre del mundo, según la mayoría de indicadores internacionales, ha logrado aproximarse a la renta per cápita de la primera potencia mundial (EEUU) en apenas 30 años.

El continente americano también cuenta con sus particulares lecciones, a la vista del crecimiento de la riqueza en Chile (más libre), Argentina (menos libre) y Venezuela (próxima ya a los modelos comunistas aún vigentes) desde 1990.

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