El discurso de investidura de Mariano Rajoy constituía su primera prueba de fuego, no porque de él fuese a depender su elección como presidente del Gobierno, que estaba garantizada por la mayoría absoluta del PP, sino porque los mercados iban a escrutar sus palabras con lupa para conocer sus intenciones en relación con el saneamiento de la economía española. En este sentido, las palabras de Rajoy han sido bien acogidas por los inversores. En un día en el que la mayoría de las bolsas internacionales se tiñeron de rojo, la española ganó un 0,6% y la prima de riesgo continuó reduciéndose. Pero, lo que es más importante en este sentido, los mercados entendieron perfectamente el primer mensaje que quiso transmitir el candidato, que no es otro que el que España no es Italia y, ni mucho menos, Grecia. El resultado fue una nueva ampliación, en favor de nuestro país, de la distancia que separa a la prima de riesgo española de la italiana, que ya es de 165 puntos básicos, ó 1,65 puntos porcentuales, cuando hace tan sólo unas pocas semanas ambas estaban a la par. En consecuencia, se puede decir que Rajoy acaba de ganar su primera batalla en cuanto al saneamiento de la economía española.
Ahora bien, todavía es pronto para echar las campanas al vuelo porque una cosa es predicar y otra dar trigo. Las palabras que ha pronunciado Rajoy en el discurso de investidura suenan muy bien: recorte del déficit público en 16.500 millones de euros en 2012, ley de estabilidad presupuestaria, redimensión del sector público, privatización de las televisiones públicas, reforma del sistema financiero con puesta al día del valor de los activos inmobiliarios, reforma laboral y toda una serie de medidas fiscales de apoyo a los emprendedores mientras renuncia a subir los impuestos. Sobre el papel, todo lo dicho va en la dirección correcta, pero después hay que ponerse manos a la obra y ahí es donde Rajoy todavía tiene que despejar las dudas.
El próximo presidente del Gobierno aún no ha dicho dónde va a aplicar la tijera para reducir el déficit público en esos 16.500 millones de euros. El día que lo haga, surgirán las protestas, porque para recortar el desequilibrio presupuestario en semejante cantidad de dinero alguien va a tener que dejar de seguir mamando de la ubre pública. El día que quiera privatizar las televisiones públicas, los sindicatos se le van a echar encima, y no digamos ya en relación con la reforma laboral. Este mismo lunes, Toxo, el líder de Comisiones Obreras, ya ha calificado de preocupantes las palabas del candidato, dando a entender que su sindicato no está por la labor de pactar la reforma laboral que quiere Rajoy y que está dispuesto a oponerse a la que pudiera aprobar el Gobierno si su contenido no le gusta. Vamos, que después de su reunión con Méndez y Rubalcaba, los sindicatos están dispuestos a echarse a la calle para hacerle la vida imposible al nuevo Ejecutivo. Y la cuestión es si Rajoy les aguantará el pulso. La gente del partido próxima a él comenta que cuando Rajoy dice algo en el Parlamento, lo cumple a rajatabla. Sin embargo, una cosa es hacerlo en la oposición y otra en el Gobierno, y aquí es donde vendrá la segunda gran prueba para Rajoy. La primera, la del mensaje de tranquilidad a los mercados, ya está superada con nota, pero ahora tiene que pasar la más difícil, que no es otra que respaldar sus palabras con hechos.