La experiencia nos ha enseñado una y otra vez que confiar en los políticos para que nos arreglen la vida es tan eficaz como rezar para curar un cáncer. Ambas cosas son actos de fe, con la salvedad de que rezar no daña a nadie, pero, en cambio, dejar nuestros problemas en manos de los políticos nos hará degenerar más.
La semana pasada todo el mundo confió, por enésima vez, en los políticos de Europa para que arreglasen la crisis. Por un momento, los mercados subieron. Sin embargo, los políticos no solo no tomaron ninguna medida, sino que las aplazaron a marzo de 2012. Llegar tarde y de mala manera es algo habitual entre la clase burocrática. Recordarán que el 11 de mayo un terremoto azotaba la localidad de Lorca dejando varios muertos. Aunque parezca ayer, ya hace más de medio año. Y justo esta semana, la UE aprueba un plan de reconstrucción de 21,1 millones de euros para la población murciana. ¿Es que en estos siete meses desde el desastre la gente aún está viviendo en la calle? Algo similar ocurrió también con el huracán Katrina, en Nueva Orleans, Estados Unidos. Destinaron millones y millones de dólares que parecían no llegar nunca a la gente.
Ante grandes crisis, la clase política se dedica a hacer enormes planes de reconstrucción. Nos dicen que han destinado, o destinarán, cientos de millones para que algo así no vuelva a ocurrir, crean comités, empresas públicas, generan más leyes, más burocracia... pero, oiga. Como les ocurrió en Lorca o en Nueva Orleans, yo tengo el tejado de casa en el suelo del salón. Antes de tales planes faraónicos, ¿me lo pueden sacar de la salita?
Si en la época de nuestros abuelos ocurría algo como lo de Lorca, la gente ya sabía qué hacer. Era consciente de que el Gobierno era un órgano que solo servía para reprimir a la gente y que no colaboraba en absoluto. Parece que el multipartidismo lo haya cambiado todo cuando el Gobierno sigue haciendo lo mismo, pero con una sonrisa en la cara. Si hace 60 años había un desastre que tiraba las casas de un pueblo, los propios vecinos las reconstruían. Las cosas no se arreglan con dinero llovido del cielo, sino con trabajo y voluntad. No eran las quejas lo que arreglaban la situación, sino la colaboración y el sentimiento de unión de la comunidad. La Alemania de la postguerra no la levantó el Gobierno, sino la gente trabajando con sus vecinos, familiares y amigos. Gente sin nada, reconstruyó un país y lo volvió la potencia continental que es ahora. En la época de los sesenta y setenta, los gobiernos de occidente daban cantidades indecentes de dinero a los países de Asia, y siempre estuvieron en el tercer mundo. Fue cuando sus gobiernos se "abrieron" cuando alcanzaron algo de prosperidad. Llevamos décadas tirando dinero a los gobiernos dictatoriales de África, y la gente se sigue muriendo de hambre. La Unión Europea y Estados Unidos envían cada año millones y millones de dólares a los países árabes para levantar la dignidad del hombre. Sin embargo, sus ciudadanos viven en la miseria absoluta.
Todo el dinero que destina el Gobierno a salvar a los ciudadanos del mundo solo es usado para aumentar el peso del Gobierno, su armamento, su represión y sus cárteles y lobbies económicos y civiles en el mejor de los casos. Porque en el peor, nuestro dinero también sirve para financiar el terrorismo global de aquellos estados que reciben las "ayudas" de occidente.
No es diferente lo que está haciendo la UE combatiendo la crisis. Hace grandes planes para aguantar el euro a largo plazo, y no ve que se está derrumbando ahora y sus planes pueden quedar en papel mojado de aquí a cuatro meses. Sus soluciones son tan absurdas como las acciones humanitarias del gobierno con los países subdesarrollados, que solo nutren a los estados que someten a su gente, y que en nuestro "primer mundo" se traduce en dinero y más dinero a lobbies y empresas ecologistas, bancos, aseguradoras, organizaciones de derechos humanos que solo defienden a presos y a criminales, agricultores que queman sus productos para venderlos más caros, cineastas que no han estrenado una película en su vida, o parásitos sociales que viven del dinero, ilusiones y esfuerzo de los demás de forma egoísta y en nombre del sacrosanto Estado del Bienestar.
No hay solución política a la crisis. Y teniendo en cuenta que todo el mundo espera algo así, no habrá solución real. Si tiene el techo de su casa en el suelo del salón, puede esperar a que el Gobierno y sus burócratas vengan a retirárselo mientras duerme en la calle ante la espera, o ponerse manos a la obra y retirar los escombros usted mismo, ayudar al resto de vecinos, vender sus habilidades para la reconstrucción y dar aquello que necesita su gente sin la ayuda del Gobierno. Para que usted salga de la crisis —usted, no esta amalgama representada por el Estado llamada "sociedad" que solo sirve como excusa para lucrar al Poder— puede hacer lo mismo. Cree su futuro ya: más ahorro, más trabajo, menos Gobierno, más individualismo, más libre mercado aunque sea a la negra sombra del Estado y más civismo y solidaridad con los suyos.