Las alegrías nunca duran mucho en la casa del pobre. En el caso de la última cumbre de la UE, han sido exactamente 48 horas. Durante el fin de semana, los líderes europeos aseguraron a todo aquel que les quisiera escuchar que lo ocurrido entre el jueves y el viernes en Bruselas suponía una especie de refundación del proyecto común. Desde Nicolas Sarkozy a Angela Merkel, pasando por José Luis Rodríguez Zapatero, todos coincidían en que lo pactado conseguiría devolver el optimismo a los mercados y convencer a los inversores de que Europa permanecería unida y que sería capaz de cumplir con sus compromisos.
Sin embargo, todas estas buenas perspectivas parece que se han desecho desde las primeras horas de este lunes. Las bolsas del Viejo Continente han sufrido fuertes descensos, que se interpretan como serias dudas acerca de la efectividad de los acuerdos (incluso, muchos se preguntan si se llegarán a poner en marcha). Pese a las grandilocuentes palabras, cunde la sensación de que se trata de un nuevo intento de ganar tiempo con el que no se atacan los problemas estructurales de algunos de los países que forman la UE.
Precisamente por eso, en este primer día de la semana una de las noticias más comentadas en los parqués ha sido el informe de Moody´s acerca de la Eurozona. La agencia de calificación se muestra completamente decepcionada con los resultados de la cumbre y alerta de que, de seguir las cosas así, tendrá que bajar la nota de los países triple A de la UE (algo similar a lo que apuntó S&P el pasado miércoles). Y Fitch no ha tardado en poner sobre la mesa un comunicado similar, en el que se afirma que no se ofrece "una solución integral a la actual crisis".
Además, no son sólo las tres grandes agencias las que cuestionan los resultados de Bruselas. Todos los organismos internacionales que se han pronunciado coinciden en que la crisis del euro continuará (desde el FMI, hasta el BPI, pasando por la OCDE e incluso hasta la Comisión Europea). Es cierto que muchos de ellos envuelven este diagnóstico en un lenguaje políticamente correcto en el que aseguran que la cumbre ha sido un gran avance. Pero a la hora de hacer sus predicciones para el futuro, todos reiteran las grandes dificultades e incertidumbres que rodean a la Eurozona.
Las tres claves de Moody’s
En realidad, lo que las agencias de calificación exponen en sus informes es muy parecido al análisis de otros muchos expertos, que esperaban acciones más decididas por parte de los líderes comunitarios. Leyendo el comunicado de Moody’s, básicamente puedan extraerse tres conclusiones: no hay demasiados cambios, las dudas sobre el crecimiento persisten y el riesgo de una ruptura de la Eurozona sigue siendo elevado.
La presión permanece: "Tal y como anunciamos en noviembre, a no ser que as condiciones de los mercados de crédito se estabilicen en el futuro cercano, nuestros ratings de la deuda soberana de toda la UE tendrán que ser revisados. El comunicado [de la cumbre] no cambia esta visión y continuamos con la expectativa de completar este reposicionamiento durante el primer cuarto de 2012".
Esto quiere decir que Moody’s no se cree lo que salió de la cumbre y advierte de que podría rebajar la nota en apenas unos meses. Tanto las caídas de las bolsas como la subida de las primas de riesgo de los países en dificultades (como la española, que ha rozado los 400 puntos), son un síntoma del poco crédito que se le da a los acuerdos de la UE en los mercados.
Pocas medidas y poco útiles: "En sustancia, sin embargo, el comunicado ofrece pocas nuevas medidas y no cambia nuestra visión de que los riesgos para la cohesión de la Eurozona continúan creciendo. (...) El comunicado refleja la continua tensión entre el reconocimiento de los líderes de la Eurozona de la necesidad de incrementar su apoyo a los países fiscalmente más débiles y la significativa oposición dentro de los países fuertes a hacerlo".
En este párrafo está la verdadera madre del cordero de todo lo que está ocurriendo en Europa desde hace dos años. Por un lado, Moody’s destaca que se aprobaron "pocas medidas". Esto es problemático porque el problema real en la UE no es de deuda (que también) sino de crecimiento. Los inversores huyen del continente no porque los estados deban mucho dinero, sino porque no se vislumbra en el horizonte un cambio de rumbo que permita cambiar la actual atonía por un crecimiento sano. Sólo se habla de recortes, necesarios en su mayor parte, pero no de cambios en las regulaciones laborales, en la enorme cantidad de legislación absurda que llega desde Bruselas y encarece la acción de las empresas o el mantenimiento de las ineficientes subvenciones para sostener artificialmente a sectores muy poco productivos (el mejor exponente sería la PAC).
Junto a esto, Moody’s apunta a la lucha abierta en la Eurozona entre los que piden (Francia, España, Grecia,...) que se aprueben las ayudas para luego dar paso a la consolidación fiscal y los que exigen (Alemania, Finlandia, Holanda) que primero se tomen las medidas necesarias, para luego abrir la billetera. Tampoco esta cuestión sale resuelta de la cumbre. El comunicado final apunta a las buenas palabras tantas veces escuchadas. En Bruselas se acordó que los estados tendrán que aprobar normas que garanticen la estabilidad presupuestaria en sus constituciones; pero esto tardará un tiempo y no está claro qué ocurrirá si este proceso se retrasa.
Ruptura del euro: "Como resultado, el comunicado no cambia nuestra visión de que la crisis está en una crítica y volátil etapa (...) Aunque nuestro escenario central es que la Eurozona permanecerá unida sin que se produzcan nuevas quiebras, podrían materializarse shocks incluso bajo estos escenarios positivos que traerían implicación negativas para el crédito y los ratings en los próximos meses. Y cuanto más se mantenga esta aproximación política, más grande es la posibilidad de escenarios más severos, incluyendo aquellos que implican defaults multiples por parte de países de la Eurozona".
Que dos días después de terminada la cumbre que iba a suponer la definitiva salvación del euro, Moody’s apunte a que se mantiene el riesgo de ruptura de la moneda única es un jarro de agua fría sobre las cabezas de todos los reunidos en Bruselas.
Las consecuencias
Para los países, los bancos y las empresas de la Eurozona una rebaja del rating de las grandes agencias tendría consecuencias muy importantes. Por un lado, los estados tendrían mucho más difícil su financiación. Y si este descenso llega al Fondo de Rescate (y llegará si todos la mayoría de los países pierden su triple A), será como un terremoto que se expande por toda la UE. Por un lado, los bancos, que ya están en graves problemas, tendrán que aumentar sus reservas de capital: hay que tener en cuenta, que muchos acumulan grandes cantidades de deuda pública. Si estos bonos son triple A, los requerimientos de capital son unos, pero si caen, según las normas de contabilización de riesgos, los bancos tendrán que venderlos y restringir aún más el crédito. Y cuando acudan a la ventanilla del BCE a pedir liquidez, estos bonos ya no serán un colateral tan fácil de colocar.
Evidentemente, esto también traerá cola para empresas y particulares. Unos y otros verán como el crédito (absolutamente congelado en las últimas semanas) se restringe aún más.