Resumiendo, que la monetización de deuda es un fraude ostensible. Ya se sabe que en nombre del Estado se cometen todo tipo de fechorías y delitos sin que en opinión de muchos se menoscabe el Estado de Derecho; eso sí que es un misterio y no la transubstanciación.
Pero peor aun que la deuda sea moneda es el inverso, que la moneda sea deuda. Entiendo que el patrón papel moneda, el tráfico de deudas subrepticias, es el mayor fraude y el origen de todas las disfunciones económicas. El dinero oficial es deuda extraordinaria que no paga intereses y se minora con el tiempo, pero de obligada aceptación que le confiere valor formal: así como me han estafado, podré estafar a otros, aunque tal vez un poco menos. Al final da lo mismo que el deudor sea más o menos solvente, pues no se trata de cobrarse la deuda, sino de traficar con ella. La deuda se transmuta pasmosamente en fin en sí mismo.
O sea, que sí hay especuladores.
Ciertamente, la monetización de la deuda no es una salida “airosa” de una situación de déficit presupuestario y endeudamiento público. Tiene un coste, fundamentalmente; inflación. Pero no es mejor la alternativa; recesión, paro, empobrecimiento nominal general…
Así está la cosa.