La zona euro tiene unos márgenes muy estrechos para salir airosa de la situación tan crítica en que se encuentra. Convencer a los mercados de que se puede prescindir de algún miembro del club "duro" del euro, léase Grecia o incluso Italia, es un camino espinoso que empieza a vislumbrar la Sra. Merkel. No será nada fácil, ni se dispone de mucho tiempo. Ahí queda el aviso a navegantes de Standard & Poors que Alemania forma parte integral del euro y no se le puede considerar independiente del resto de los países. Y venga a colación lo que un día me comentaba un amigo alemán: Alemania es socio de un club lleno de enfermos, pero resulta que el mercado no ve inmune a los alemanes y no descarta que se pueda contagiar.
En este difícil y estrecho camino, España tiene unos márgenes aún más reducidos de actuación. Parece que el presidente electo, Mariano Rajoy, lo entiende y está dando señales de que se pondrá manos a la obra para reforzar el sistema financiero nacional, reformar el mercado de trabajo y racionalizar el gasto público de todas las administraciones españolas. Es lo que debe atravesar España para estar dentro del pelotón de primera en el euro. Y resaltemos, también, el buen sentido del Sr. Rajoy de abandonar la bandera de los eurobonos. Si Alemania no está por la labor, no sale, y conviene no malgastar ni un solo minuto en el esfuerzo.
El cómo se abordarán las reformas será clave. Según se acierte o no, se puede crear o destruir el poco margen con que contamos para afrontar el resto. Por ejemplo, si se cierran las mal llamadas embajadas de todas las CCAA en el exterior supondría una contribución al recorte presupuestario para reducir el déficit y apuntalar el gasto social, sin por ello perder representación internacional. Para ello ya existen las embajadas y consulados españoles con todos los servicios incluidos.
Pero, si bien las condiciones del club del euro nos dejan muy poca elección al hecho de tener que seguir la estela marcada por Alemania, no menos cierto es que también tenemos capacidad y entidad política suficiente para marcar distancias y resaltar nuestros propios intereses cuando así nos convenga. Que no nos duelan prendas tender la mano a quienes disuadan de las decisiones del eje Merkel-Sarkozy. Sirva de ejemplo la propuesta de imponer un impuesto sobre las transacciones financieras; medida mal definida si el compromiso no se asume a escala mundial y ante la cual la postura inglesa es de radical rechazo. Si analizamos la propuesta en el juego político los alemanes y franceses poco se juegan, si no sale simplemente sería un "non-starter", sin embargo la posición española puede mover ficha y situarse políticamente con el grupo que no está de acuerdo. Son estos los movimientos que nos permitirán ir recobrando nuestra capacidad de autonomía en el marco internacional y no la marioneta en la que habíamos derivado.
Sigamos pues a los alemanes y franceses en lo que aciertan, pero no tengamos reparos de unirnos con otros poderosos países de la Unión Europea cuando están en lo cierto.