La rivalidad entre Francia e Inglaterra es posiblemente la más larga existente entre dos estados (quizás sólo es comparable la que mantienen China y Japón). La relación entre galos y británicos ha sufrido miles de idas y venidas a lo largo de los últimos diez siglos, desde que en 1066 Guillermo II de Normandía aplastó a las fuerzas del rey inglés, Harold II, en la batalla de Hastings. Lo que se vivió en la madrugada del jueves al viernes entre Nicolas Sarkozy y David Cameron fue mucho menos sangriento, evidentemente, pero también podrían tener consecuencias duraderas para el futuro político del continente.
De esta manera, en la galería de ganadores y perdedores de la batalla nocturna de Bruselas, Cameron aparece como el vencedor con matices: por un lado no ha dado su brazo a torcer en los temas clave para el Reino Unido; pero por otro ahora está más aislado dentro de la UE que nunca. Por su parte, Sarkozy puede considerarse el perdedor del encuentro, puesto que no logra el acuerdo global que pretendía ni tampoco algunos de sus objetivos parciales (como la bancarización del fondo).
Mientras, el otro gran jugador de la partida, Angela Merkel aparentaba salir satisfecha del encuentro: quizás no haya conseguido todo lo que buscaba pero no se han traspasado las líneas rojas que se había fijado antes de acudir a la capital belga. Y para la posición alemana, tener a los británicos algo más lejos tampoco parece demasiado importante (alguno incluso puede pensar que es una presencia molesta que se quitan de enmedio). Por último, los líderes comunitarios -Van Rompuy y Durao Barroso- pueden pensar que han conseguido unas tablas honrosas: la burocracia bruselense tendrá más poder a partir de ahora aunque no tanto como en ocasiones han vislumbrado.
La cuestión clave que se dirimía en la cumbre era la reforma de los actuales tratados de la UE para dar paso a una nueva unión reforzada, que incluyese normas presupuestarias, fiscales y financieras más estrictas. Cameron dejó claro desde el principio que no estaba dispuesto a aceptar las condiciones germano-francesas sobre la modificación de la regulación del sector financiero. Hay que recordar que la City londinense es posiblemente el principal centro del financiero mundial y aporta más del 5% del PIB británico.
El miedo de los políticos ingleses es que imponer una normativa más estricta se lleve las inversiones a otros lugares en ascenso (Singapur, Hong Kong, Dubai,...), perdiendo de esta forma los numerosos ingresos que los adinerados inversores que viven en Londres se dejan cada año. Además, no está nada claro que haya poca regulación en el sector o que haya sido este factor el que ha desencadenado la crisis (algo en lo que han tenido mucho que decir los bancos centrales con su política de bajísimos tipos de interés y los estados deficitarios). Evidentemente, esta postura provocará un aislamiento aún mayor del Reino Unido respecto de sus socios comunitarios, pero no parece que esa perspectiva produzca demasiadas preocupaciones en las islas, en las que sólo el mercado único es una prioridad dentro del proyecto económico europeo.
Cruce de declaraciones
La expresión más palpable de este enfrentamiento tuvo lugar al final de la cumbre, cuando Cameron se declaró "feliz de no estar en el euro" y Sarkozy aseguró que lo que pedía el premier británico era "inaceptable". "Preferíamos un tratado a 27, pero no ha sido posible por la posición de nuestros amigos ingleses", ha dicho Sarkozy en rueda de prensa. Eso sí, Cameron no se ha quedado sólo: Hungría tampoco firmará el acuerdo, mientras que Suecia y República Checa lo someterán a la aprobación de sus parlamentos nacionales. De esta manera, la modificación de los tratados sólo será firmada por 23 de los estados y no tendrá la profundidad que se buscaba desde París.
El primer ministro británico quiso dejar claro que no permitirá que el asilamiento de su país suponga una especie de exclusión de la UE: "Claramente, las instituciones de la Unión Europea pertenecen a la Unión Europea, a los 27. De hecho, estas instituciones fueron establecidas por el Tratado (de Lisboa) y este Tratado aún tiene validez", aseguró.
Por eso, el cruce de declaraciones tras una larguísima madrugada (los líderes comparecieron más allá de las cinco de la madrugada), con más diez horas de negociaciones, dejó claro que Francia e Inglaterra habían vivido un nuevo episodio de su larga rivalidad. El Canal de la Mancha es, este viernes, un poquito más ancho.
Eso sí, del enfado francés no participó Angela Merkel, que declaró a los periodistas, a su llegada al segundo día de reunión en Bruselas, que se habían conseguido "buenos avances", en especial en cuanto al "freno al endeudamiento de los países que se han unido al Tratado y a las sanciones automáticas". "Cualquiera en el mundo va a ver que hemos aprendido lecciones de los errores pasados. La credibilidad está escrita en mayúsculas", ha asegurado. Respecto a la oposición de Londres a una reforma a 27 del Tratado por no recibir salvaguardas para su sector financiero, la canciller alemana ha recodado que Reino Unido "nunca ha participado en el euro" porque así lo decidieron "desde el principio".
Merkel tampoco cede
En el segundo de sus objetivos previos al encuentro, Sarkozy también salió perdedor. Su objetivo era convencer a Merkel de que permitiese que el Fondo de rescate europeo tuviese naturaleza bancaria, para que pudiese acceder sin restricciones a la financiación del BCE. Sin embargo, la canciller alemana se ha negado a permitir esta posibilidad tanto en el caso del FEEF (el fondo temporal que estará en vigor hasta mediados de 2013 con 250.000 millones de capacidad) como en el del MEDE (fondo permanente que comenzará en 2012 con una capacidad de intervención de 500.000 millones).
Merkel no está dispuesta a abrir la mano a una barra libre de liquidez para los estados europeos hasta que no tenga muy controlados a los gobiernos del resto de la Eurozona. De esta manera, mientras no se ponga en marcha la unión fiscal, con sanciones automáticas y control desde Bruselas (y Berlín) de los presupuestos de los estados, la financiación de los rescates estará controlada por manos alemanas.
El resultado es que se amplía a 750.000 millones el dinero disponible para hacer frente a las dificultades a corto plazo de los países de la Eurozona (pensando sobre todo en España e Italia). A medio plazo, quedará el MEDE con 500.000 millones y se revisará su monto en marzo de 2012.
Van Rompuy se queda sin eurobonos
La última consecuencia de la cumbre en lo que hace referencia a los rescate de los países periféricos es que no habrá eurobonos. En esto Herman Van Rompuy y José Manuel Durao Barroso no se han salido con la suya (Sarkozy oficialmente estaba en contra, pero muchos creen que al Gobierno francés no le hubiera importado demasiado). Como en la cuestión de los fondos de rescate, Merkel no dará su visto bueno a esto hasta que los mecanismos de control de las finanzas públicas del resto de los socios estén mucho más definidos.
Se ha logrado un simple pacto para volver a revisar la cuestión en junio de 2012. Pero parece complicado que Merkel, que tiene elecciones en 2013, acepte a un año de las urnas una medida que sus ciudadanos creen que es la concesión a los países del sur para que se endeuden contando con el respaldo de la solidez financiera alemana.