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José Berdugo

Sobre el banco malo

El banco malo que defiendo simplemente haría que los bancos cambiaran de manos, incluyendo las sucias manos que gestionan las cajas, y volvieran a dar crédito.

En mi columna de hace dos semanas defendía la opción del banco malo. Banco malo, sí, nacionalización de la banca, ni en broma.

Por dos razones. En primer lugar, el sector bancario ya está nacionalizado. No hay que olvidar que, primero, más de la mitad del sistema financiero español está, sigue estando, en manos de las cajas de ahorro. Estas instituciones están controladas por el sector público y bien se ha podido ver en lo que ha ocurrido con Bancaja estos días. Rato y Rajoy negociando quién habrá de presidirla, quién es más conveniente para los intereses del partido. Luego, el Banco de España, público y dependiente tanto del Gobierno como del Banco Central Europeo, es quién dice cómo se aplican las normas. Claramente lo ha hecho mal y eso ha debilitado al sector. Hay, pues, que limitar la presencia de lo público en la banca cuanto sea posible para evitar repetir esto en la próxima crisis.

En segundo lugar, el banco malo no significa la nacionalización de la banca sino su desnacionalización y el justo castigo a gestores y accionistas que han dirigido negligentemente sus entidades. Así funciona el liberalismo, si una empresa es ruinosa debe caer. Mediante el banco malo se haría algo parecido a lo de Banesto en el 92. En cualquier caso, esta solución no aplica a aquellas entidades que por sí mismas sean capaces de llevar a cabo una revalorización forzosa de sus activos, o una venta a derribo, y la posterior recapitalización. De hecho, la idea del banco malo no es otra que recapitalizar el sistema. Lo que sucede es que las posibilidades de que el sistema se recapitalice por su cuenta en estos momentos en los que todo lo que huele a España da miedo, más allá de los dos grandes y alguna que otra entidad mediana, se me antoja complicado por lo menos.

Si la empresa en cuestión fuera de otro sector sería el primero en defender que pasara a mejor vida y fuera pasto de los buitres. Sin embargo, una economía se alimenta de crédito, necesita del crédito, respira crédito. No podemos vivir sin bancos, no es posible. Sin bancos no habría tejido industrial, ni ahorro, ni deuda pública, ni PYMES. El banco malo que defiendo simplemente haría que los bancos cambiaran de manos, incluyendo las sucias manos que gestionan las cajas, y volvieran a dar crédito.

Dicho esto llegamos al punto en que sí, efectivamente, haría falta una importante cantidad de dinero público para llevar a cabo todo eso. Lo primero es destacar que dudo que, en un plazo de 2 ó 3 años esto le cueste dinero a las arcas públicas, sino todo lo contrario. Entre los principios básicos de mi manera de pensar está que el dinero de los individuos no está nunca en mejores manos que en las de los propios individuos. Es más, no las hay peores que las del sector público. Sin embargo, creo en algo muy por encima de esto. Creo en la responsabilidad individual. Creo que cada palo ha de aguantar su propia vela. Lo que quiero decir es que la clase política cometió graves errores porque nosotros, los españoles, les dejamos, y por eso debemos, todos, pagar las consecuencias. Es más, cuando ellos la pifiaron fuimos nosotros y perdimos la cabeza viviendo muy por encima de nuestras posibilidades. Ha llegado la hora de pagar la factura de la fiesta y lleva nuestro nombre porque fuimos nosotros los que nos lo pasamos en grande.

Lo malo es que ahora el sector público está canino, y además tiene que reducir los gastos. La pregunta ahora es de qué recorto para sacar dinero para los bancos. Mi respuesta es clara, de dónde haga falta. Es una cuestión de prioridades. Si tuviera que elegir entre la salud de los bancos y la subvención a partidos y sindicatos, cojo a los bancos. ¿Entre bancos y televisiones públicas? Los bancos. ¿Bancos y ONGs, incluida la Iglesia? Bancos. ¿Bancos y "artistas" e "intelectuales"? No lo duden, los bancos. Recuerde, el sistema financiero es fundamental para cualquier economía de mercado.
 

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