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Alberto Mingardi: "Salir del euro tendría un impacto similar a una guerra"

El director del think-tank italiano critica el ajuste de Monti. "Los politicos no deberían ver a sus ciudadanos como máquinas de sacar dinero".

El director del think-tank italiano critica el ajuste de Monti. "Los politicos no deberían ver a sus ciudadanos como máquinas de sacar dinero".

Ante la urgencia del momento, el Gobierno italiano que preside el tecnócrata Mario Monti aprobó su esperado plan de ajuste el pasado fin de semana, por el que espera sacar a Italia de la zona de alto riesgo de rescate. El país mediterráneo ha estado en las últimas semanas en el radar de los mercados y, por tanto, también de los líderes europeos. Tanto Merkel como Sarkozy lanzaron un mensaje al Ejecutivo italiano sobre la necesidad de evitar la caída del país para sostener al euro.

Libre Mercado se ha puesto en contacto con Alberto Mingardi, Doctor en Ciencias Políticas y director general del Instituto Bruno Leoni (un think-tank liberal situado en Milán), quien recientemente ha publicado diversos artículos en The Wall Street Journal y otros medios, para comentar las medidas puestas en marcha por Merkel.

Pregunta (P): ¿Qué valoración hace del plan de Monti? ¿Ha empezado con buen pie? ¿Será suficiente?

Respuesta (R): Desgraciadamente, no podemos hablar de reformas estructurales. Lo que ha hecho el Sr. Monti ha sido, básicamente, incrementar los impuestos y reformar el sistema de pensiones.

Esta última reforma se esperaba hace tiempo, pero es más cosmética que una revolución. En sí misma, no será suficiente para permitir que el sistema italiano resista al impacto de la demografía. Nuestro Estado del Bienestar es esencialmente inconsistente con la realidad: necesitamos enfrentarnos a ese hecho, pero esto no puede hacerse a través de un "gobierno de emergencia" que no tiene raíces reales en el consenso de los ciudadanos.

Algunas iniciativas menores contempladas en la nueva ley de presupuestos van en la buena dirección. Por ejemplo, el Sr. Monti quiere simplificar y hacer más inteligible el sistema de agencias reguladoras, mediante la fusión de bastantes de ellas. También pretende poner orden en los gobiernos provinciales, adelgazando sus estructuras. Son cosas positivas, pero su impacto será necesariamente limitado.

Además de esto, es bastante preocupante que el Gobierno de Monti no haya anunciado ningún plan de privatización. Es un poco ridículo que pidas más dinero a los ciudadanos italianos, que ya están entre los más gravados fiscalmente en Europa, sin vender ni un solo activo del Gobierno.

P: ¿Y cuáles son las medidas que, según usted, se deberían llevar a cabo?

R: Es cierto que Italia tiene una deuda pública gigantesca, pero lo que la hace insostenible es la falta de crecimiento. Por tanto, el Gobierno debería considerar el crecimiento económico como el objetivo esencial. Ahora no hay recursos para planes keynesianos a gran escala, que de cualquier manera harían más daño que bien. Así que las liberalizaciones deberían figurar en lo más importante de la agenda.

Monti debería lleva a cabo reformas estructurales auténticas: los empresarios italianos se enfrentan a un sistema complejo de normas y regulaciones que debería simplificarse enormemente. Eso debería ser una prioridad, aunque no parece que el Gobierno esté preparado para ir en esa dirección.

P: Y si no llegan a tomar esas medidas y continúa la irresponsabilidad fiscal y la desconfianza de los mercados... ¿Qué pasaría ante una eventual ruptura del euro?

R: No soy un economista monetario, pero creo que el escenario de una ruptura del euro tendría un impacto similar al de una guerra sobre los ciudadanos italianos. Imagine que salimos del euro. Los inversores y observadores internacionales pasarían a creer, acertadamente, que la nueva lira está destinada a ser devaluada, independientemente de cómo se fije el tipo de cambio al principio.

Incluso asumiendo que todos los problemas relacionados con los contratos denominados en euros se resolvieran por un decreto ley, Italia seguramente sufriría una huida de capitales. Un Gobierno desesperado reaccionaría imponiendo controles de capital, lo que por consiguiente destruiría de facto lo que quedara del mercado común europeo después del fin del euro. A continuación, esto provocaría un aumento del proteccionismo y una depresión todavía más severa.

Las tensiones sociales serían difíciles de soportar: no debemos olvidar que Italia es un país que sufrió el terrorismo marxista durante los 70.

P: ¿Cómo valora las medidas que se han venido tomando desde la Comisión Europea y el Banco Central Europeo respecto a los países periféricos?

R: Mi impresión es que los organismos europeos y la alianza "Merkozy" cometieron una serie de errores tremendos. En el último año casi todas las decisiones tomadas han incrementado, en lugar de reducido, la incertidumbre. Ahora estamos en una situación muy difícil, debido a los problemas de riesgo moral y porque todo el mundo sabe que cualquier acuerdo que se alcance en Europa un lunes puede que ya no valga ni esté en pie un jueves.

Me gustaría repetir algo que el gran italiano Luigi Einaudi dijo al hilo de la crisis de 1929: "Fuera del catecismo de la Santa Iglesia Romana no hay salvación; de la crisis no hay escape si no nos alejamos del vicio y practicamos la virtud". No hay atajos. Los estados miembros del euro deben encontrar su camino hacia la disciplina fiscal y repensar profundamente los fundamentos de su Estado del Bienestar.

El problema con los líderes europeos es que no aceptaron que el euro era lo que era: una unión monetaria. Pensaron que la mera existencia del euro tenía que implicar un impulso hacia una cada vez mayor unión política, cosa que no es en absoluto obvia.

Si consideráramos la eurozona como una unión monetaria, y no el embrión de una democracia europea única, habríamos permitido a Grecia reestructurar su deuda, el riesgo moral no se habría generado y a países como Italia y España se les habría exigidos medidas duras de una forma clara y transparente. En lugar de ello, el liderazgo europeo piensa que puede tocar las cuerdas de los estados miembro, y así recurre a la opacidad de la discreción en vez de a la claridad de las reglas. Nuestros líderes quieren "gestionar" la crisis, pero han demostrado su incompetencia en esta tarea.

P: ¿Están siendo los mercados financieros demasiado severos con Italia?

R: Se ha dicho en repetidas ocasiones que Italia tiene fundamentos sólidos. Esto es cierto en parte. Desde luego, Italia no es Grecia: tiene empresas potentes y prósperas, una fuerte cultura empresarial, un sólido ahorro privado.

Sin embargo, Italia también tiene un Estado despilfarrador que nunca consiguió controlar el gasto público, muestra demasiados conflictos de interés entre empresas privadas y el Gobierno, sufre de enormes diferencias entre el Norte y el Sur, etcétera.

Así que Italia necesita de mayor disciplina, pero el país aprenderá esta lección a las malas. Los mercados financieros conocen las muchas debilidades del país, además de su potencial. Los italianos deberían escuchar y comprender que debemos occidentalizarnos. El problema es que la clase política parece pensar que podemos solucionar todos los problemas mediante subidas de impuestos; lo que, por supuesto, pondría en peligro el crecimiento económico.

P: ¿Cuáles son las causas, culpables y errores cometidos por el país para llegar a la actual situación? ¿A qué atribuye la tendencia histórica de las últimas décadas de la economía Italiana al sobre-endeudamiento?

R: El difunto Mancur Olson argumentó que, una vez que las coaliciones que se dedican a la búsqueda de rentas a través del poder político (rent-seeking) se forman y consolidan en la sociedad, es extremadamente difícil escapar de este equilibrio disfuncional. De alguna forma, el despilfarro sostenido de la clase política italiana puede explicarse de esta manera.

Las coaliciones de búsqueda de rentas, arraigadas en la sociedad, tienden a obstaculizar cambios institucionales necesarios y a provocar un deterioro político. La gente que vive del presupuesto público es un bloque de intereses irrompible, son percibidos como un colectivo de electores potenciales que no puede ignorarse por los políticos.

Así, la clase política italiana, democráticamente elegida, decidió complacerles sin importarles qué pasaría después, a pesar de que había abundantes señales de que se necesitaba una brusca vuelta de tuerca. El hecho de que los gastos públicos se consideraban intocables ha tenido un efecto nefasto, frenando cualquier intento reformista.

P: Otro problema que suele mencionarse sobre Italia es la cuestión institucional y sociopolítica, la fuerte presencia de la corrupción y la evasión fiscal, además de las grandes divergencias entre Norte-Sur. ¿Qué opina de todo esto?

R: Pienso que las divergencias entre el Norte y Sur son, principalmente, consecuencia de la ayuda estatal al Sur que, precisamente, pretende reducir la brecha entre las dos partes del país. Este tipo de ayuda genera adicción y dependencia y no favorece el desarrollo.

La corrupción es, básicamente, la consecuencia de una intervención estatal fuerte en la economía privada. Cuando se produjo la unificación de Italia se puso gran énfasis en la necesidad de la separación entre Iglesia y Estado. Me gustaría que se pusiera un énfasis similar en la necesidad de separar los negocios privados del Estado.

La evasión fiscal es un fenómeno más complejo, pero en buena parte es también consecuencia de una relación muy dañina entre el Gobierno y los ciudadanos. El Estado sospecha demasiado de sus ciudadanos, considera al individuo un ladrón y un mentiroso por defecto. Los individuos se sienten en peligro y reaccionan entrando en una zona gris. Además de eso, las tasas impositivas son intolerablemente altas, y alguna gente evade simplemente para sobrevivir. Por supuesto, también existen criminales de verdad, y la economía criminal es por definición de color negro.

Sin embargo, no puedes solucionar un problema tan complejo simplemente anunciando que, de ahora en adelante, el Estado será más estricto. Necesitas un nuevo pacto entre los contribuyentes y el Gobierno. Para ser respetado y sostenido, este pacto debería considerar a los contribuyentes en su completa dignidad, no como máquinas de sacar dinero a disposición de los políticos.

P: ¿Cómo valora la sustitución de Berlusconi por Monti? ¿Están los mercados por encima de la democracia, como dicen algunos?

R: Mario Monti nunca fue elegido, eso es un hecho. Es cierto que Italia es una democracia parlamentaria, pero Silvio Berlusconi fue forzado a abandonar el Gobierno aunque tuviera mayoría en el Parlamento, y ése es otro hecho.

Desde luego, Italia necesitaba una cara más creíble para capear el temporal, y el Sr. Berlusconi se había convertido casi en una broma. No obstante, se convirtió en una broma para la opinión pública debido a su conducta personal, lo que es un asunto de la esfera privada, y no debido a que haya rechazado consistentemente implementar el programa de reformas que siempre había prometido a los votantes italianos.

Esto es lo que da pena de verdad. Al Sr. Berlusconi se le debería considerar culpable por no atajar nunca seriamente los problemas fundamentales del país, y no tanto por su forma de vida. Pero lo mismo se aplica al conjunto de la clase política italiana.

El problema de calado es que parece que los gobiernos elegidos democráticamente no están dispuestos a recortar el gasto público de forma sustancial, y no sólo en Italia. Fueron elegidos porque prometieron robar a Pedro para darle a Pablo. Así acaban endeudándose, dado que si Pedro tuviera que pagar todo lo que consigue Pablo,el juego se acabaría pronto. Deberíamos preguntarnos a nosotros mismos por qué la democracia parece ser incompatible con la responsabilidad fiscal. Ésta es una cuestión importante que perseguirá a los científicos políticos y ciudadanos en los próximos años.

De nuevo, no hay atajos: no puedes simplemente poner a todos los estados miembro bajo algún tipo de administración única, porque la Sra. Merkel y el Sr. Sarkozy lo decidieran así. Porque además, francamente, ellos tampoco son ningún modelo de responsabilidad fiscal.

P: ¿Cuál es su opinión general respecto a la economía española?

R: Me parece que tenemos problemas políticos similares. Ninguno de nosotros tuvo nunca una Thatcher y, por tanto, el Gobierno de izquierda subsiguiente no podía ser un Blair.

El Sr. Rajoy tiene delante un reto muy importante. Espero que tenga la suficiente agudeza intelectual para entenderlo, y que elija buenos asesores capaces de dar a España el viraje liberal de 180º que tanto necesita. Necesita ser audaz, reformar el Estado del Bienestar, liberalizar la economía, es decir, permitir a la gente crear riqueza. Lo mismo debería estar en la agenda de quien suceda al Sr. Monti en Italia.

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