Tras la mayoría absoluta en las últimas elecciones generales aclarado queda el panorama de lo que los españoles en número abrumador quieren: cambiar, moverse, renovarse y empezar algo nuevo. Pero, hete aquí que al impulso unánime del pasado domingo ahora vemos con impaciencia cómo se ralentiza el relevo, debido a los pasos marcados por la Constitución y reglamento del Congreso de los Diputados. En definitiva, la ley dice que tendremos que esperar hasta el mes de diciembre para que el Partido Popular gobierne. Señores, con un diferencial de 470 puntos básicos del bono a diez años con Alemania y con una agencia de rating reclamando contundentes medidas inmediatas, España sigue en el ojo del huracán financiero y no puede permitirse el lujo de esperar.
En estos momentos económicos tan agitados se cita reiteradamente la intervención de técnicos versus políticos en la dirección de ciertos negociados; los manidos tecnócratas. Si bien no es momento para argumentar a favor o en contra sobre unos u otros, cierto es también que la economía alberga los dos aspectos, el político y el técnico, y debe servirse de ambos. Y en esta línea el partido elegido para formar gobierno, el Partido Popular, puede y debe hacer política económica ya, sin necesidad de tomar posesión. Nada se lo impide. Simplemente es hacer política: ANUNCIEN de inmediato su programa económico a bombo y platillo. Tan pronto como tomen posesión vendrán las medidas técnicas, los ajustes insalvables, la cruda realidad que tantas veces el gobierno anterior ha maquillado, si no escondido. Pero, por favor, no nos priven de los efectos beneficiosos del anuncio político del programa económico a día de hoy. Los votos son firmes y ya es el momento de disipar la incertidumbre sobre el discurso económico del Partido Popular.
Hay quienes abogan por la prudencia. Mejor esperar, a saber qué se va a encontrar conociendo el hacer de los inquilinos anteriores; es más sensato, pies de plomo que la situación es muy complicada. Nada que objetar a estos temores, pero, siendo importante el factor de desconocimiento de la realidad oculta, España adolece de problemas claros y evidentes que son los que reclaman soluciones: un mercado de trabajo disfuncional; gasto público innecesario y duplicado; balances de las instituciones financieras sin sanear con el consiguiente atasco para la recuperación del mercado inmobiliario; y un largo etcétera.
Si el programa económico del futuro Gobierno de España se diera a conocer hoy mismo, detallando esas tres grandes reformas que quedan pendientes, habría un efecto anuncio positivo que vendría a reforzarnos en los mercados, a la vez que se reflejaría inmediatamente con una bajada en el coste de nuestra financiación. Las reglas del juego financiero requieren inmediatez y transparencia y las demoras solo acaban castigando, aún más, al país. Estamos y vivimos en España pero las pautas de comportamiento son anglo-americanas y ahí, no hay evasivas que valgan. España ha votado un cambio y nuestro diferencial de tipos de interés con Alemania debe reflejar dicho cambio. Un mes de espera no nos lo podemos permitir.