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José García Domínguez

Nuevo elogio del cañón Berta

Ciegos, sordos y mudos como los tres monitos célebres, los mercados financieros ni siquiera aciertan ya a distinguir entre rey muerto y rey puesto. De ahí, demenciales, los tipos que la España de Rajoy hubo de pagar ayer por las letras a tres meses.

Ciegos, sordos y mudos como los tres monitos célebres, los mercados financieros ni siquiera aciertan ya a distinguir entre rey muerto y rey puesto. De ahí, demenciales, los tipos que la España de Rajoy hubo de pagar ayer por las letras a tres meses. Su pánico al pánico, que no cosa distinta resultan ser esas histéricas galopadas de la prima de riesgo, está a punto de caramelo para provocar el definitivo derrumbe del euro. Y es que cien millones de moscas sí pueden estar equivocadas. Tanto que la necedad gregaria que los caracteriza a ambos, igual a los mercados de capitales que a las moscas, va camino de terminar en una profecía autocumplida.

La vaga sospecha de un eventual impago encarece las emisiones de deuda. El encarecimiento, a su vez, provoca que se expanda y multiplique aquella prevención inicial. Un crescendo que cada vez hará más onerosas para el Estado las nuevas subastas. A su vez, esas obligaciones comercializadas a un interés desmesurado irán estrangulando poco a poco la hacienda del país emisor. Hasta que, al final, el propio miedo a la bancarrota acaba causando la bancarrota. Si Dios o Ángela Merkel no lo impiden, justamente eso es lo que le va a estallar en las manos a Rajoy antes de un año. Pero lo peor es que tendría fácil remedio. Por algo Estados Unidos, Inglaterra o Japón, naciones cuya deuda cuenta con el respaldo de un banco central, no han sufrido acoso alguno.

Ni tampoco terribles avatares con la inflación, un fantasma que únicamente habita en la imaginación calenturienta de los doctrinarios. Al respecto, la simple amenaza de intervenir calma a los especuladores. Es la suprema virtud del cañón Berta: a todos devuelve el sosiego con solo anunciar su presencia. Mano de santo, oiga, mejor que la música con las fieras. Recuérdese, si no, lo ocurrido con la deuda soberana de México nominada en dólares, el famoso "efecto tequila". Clinton resolvería el asunto en apenas una semana por la vía expeditiva. Echando mano, claro, de Berta. La compra masiva de títulos mexicanos tuvo el efecto sedante del Tranxilium: se acabó la marabunta en el acto. Con decir que los yanquis hasta ganaron dinero en la operación. Quousque tandem abutere, Merkel, patientia nostra?

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