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Rajoy será el único líder de los PIIGS aún no intervenido por la UE

El político gallego acumulará el mayor poder de la democracia española, pero tendrá que darse prisa si no quiere presidir un país en bancarrota.

Mariano Rajoy ya actúa como presidente de Gobierno. Aunque el líder del PP trata de rebajar la euforia de los suyos a seis días del 20-N, es evidente que cualquier cosa que no sea una clara mayoría absoluta sería recibida en Génova con una gran mueca de desencanto. Todos los medios de comunicación, desde Público y El País, hasta ABC o La Gaceta dar por sentada no sólo la victoria de los populares, sino un margen respecto a sus rivales que les situaría en el entorno de los 190-195 escaños. Evidentemente, esta perspectiva llena de felicidad a los líderes del PP. Pero también es un reto que les sitúa ante una dura realidad: no habrá excusas para un Gobierno que acumule tanto poder en sus manos.

Desde 1977, ningún político español había acaparado tanto poder como el que, supuestamente, tendrá Mariano Rajoy a partir del próximo domingo. Once de las 17 CCAA -faltan Cataluña, País Vasco, Navarra, Asturias, Canarias y Andalucía- están en manos de los populares. Y las encuestas dicen que Javier Arenas acabará también con el feudo socialista del sur de la península el próximo marzo. Además, la mayoría de los grandes ayuntamientos del país cuentan con un alcalde popular. Con un sistema parlamentario como el español, en el que es muy improbable que haya diputados díscolos (las listas cerradas dan un enorme poder a las ejecutivas partidistas), Rajoy tendrá las manos casi completamente libres para organizar el futuro de España.

Esta situación deja al líder del PP en una situación única en toda Europa, especialmente en lo que se refiere a los países periféricos, los conocidos como PIIGS. Los gobiernos de Portugal, Irlanda, Italia y Grecia han ido cayendo según se agravaba la situación financiera de su país o eran rescatados por la UE. Precisamente, estos dos hechos han limitado mucho el margen de maniobra de unos y otros.

Portugal: Pedro Passos Coelho obtuvo un resonante triunfo sobre los socialistas (que llevaban en el poder desde 2005 con José Sócrates) en las elecciones del pasado mes de junio, pero no consiguió mayoría absoluta, sino que Gobierna con el apoyo de su propia formación, el PSD, y del democristiano CDS-PP. La caída del Ejecutivo socialista se produjo después de que el país luso tuviera que aceptar el rescate de la UE, al no poder pagar su deuda soberana. Por lo tanto, el margen de maniobra de Passos Coelho es más bien reducido. Aunque su mayoría parlamentaria es sólida y su alianza con el CDS-PP no corre peligro, su gestión está mediatizada por los acuerdos alcanzados con Bruselas.

Irlanda: La crisis del euro se llevó por delante al partido dominante de la política irlandesa desde su independencia en 1921, el Fianna Fail. Brian Cowen, primer ministro desde que sustituyera a su compañero de partido Bertie Ahern en 2008, perdió en febrero de este año 51 de sus 71 diputados, en uno de los mayores descalabros que se recuerdan en la política europea. Su sucesor, Enda Kenny, líder del otro gran partido irlandés, el Fine Gael, tuvo que buscar el apoyo de los socialistas para sacar adelante el estricto programa de ajustes necesario para cumplir con el mandato de la UE. Como en Portugal, poco margen de maniobra le quedó al nuevo líder celta para poder implementar su programa.

Italia: Ni siquiera un superviviente nato como Silvio Berlusconi ha podido resistir el huracán de la deuda pública que se ha desatado en la UE. El primer ministro italiano ha debido hincar la rodilla en tierra y admitir, mitad por la presión de los mercados y mitad por la de sus socios comunitarios, que es necesario que deje su puesto para que su país tenga una oportunidad. Ahora, será Mario Monti el encargado de gestionar los acuerdos alcanzados en Bruselas, se supone que hasta unas próximas elecciones. El perfil del Gobierno, muy técnico, genera confianza en el mundo económico, pero su margen de actuación político será mínimo.

Grecia: Si Mario Monti tiene las manos atadas por los acuerdos con la UE, Lucas Papademos debe sentirse casi como un simple funcionario franco-alemán. Este mismo lunes, el nuevo primer ministro griego ha aceptado que cumplirá con lo acordado por Yorgos Papandreu en la última cumbre porque "no hay alternativa". Grecia ya ha incumplido en demasiadas ocasiones las promesas que hizo sobre reformas y recortes, por lo tanto, si quiere seguir recibiendo el dinero que necesita, tendrá que plegarse a lo que le pidan sus salvadores.

Las hipotecas de Rajoy

En principio, Mariano Rajoy no tendrá estas hipotecas políticas en su mochila. A no ser que España se vea obligada a solicitar el rescate de la UE en las semanas que quedan hasta su toma de posesión, el líder del PP tendrá las manos más o menos libres. Y aunque la prima de riesgo continúa su camino ascendente y ya está muy cerca de los límites que marcaron la caída de los demás PIIGS, todo el mundo parece confiar en que el gallego tendrá tiempo al menos para tomar posesión de su cargo.

Eso sí, Rajoy no tendrá las manos libres en absoluto. Hasta ahora, todo el mundo hablaba de la necesidad de que el PP fuera cambiando el panorama normativo español en las principales cuestiones de la economía española: reforma laboral, del sistema financiero, eliminación de la burocracia para la constitución de empresas, aligeramiento del sector público, etc... Con el progresivo deterioro visto en los últimos días, el líder popular ya debe saber que no sólo tendrá que hacer todo eso, sino que deberá hacerlo cuanto antes.

Además, ya se da por descontado que las administraciones públicas no cumplirán con el objetivo de déficit al que se comprometió el Gobierno de España ante la UE. Para este año, ese nivel era del 6%, pero ya se asume que será algo más. Las previsiones oficiales hablan de hasta el 6,5%, pero algunos analistas ya apuntan a unos números rojos más cercanos al 8% del PIB. Esta cifra sería un auténtico desastre para la credibilidad del país. El margen de maniobra de Rajoy, ya extremadamente reducido, sería ínfimo. Su única salida sería acometer un plan de reformas como nunca antes se ha visto en España. Y hacerlo nada más llegar al Gobierno. O es capaz de convencer a los inversores de que puede cambiar el rumbo o el nuevo presidente podría encontrarse con un país intervenido en las primeras semanas de su mandato.

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