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José Antonio Martínez-Abarca

Sin el pueblo

Infinitamente peor que estar gobernados por los especuladores es estar gobernados por lo que decidan los indignados de la plaza Syntagma, Papandreu mediante, a los que tampoco hemos elegido desde España ni desde ningún sitio.

El Pueblo (el griego, por ejemplo) no tiene por qué saber lo que le conviene. Cuando el Pueblo se asoma en una discusión de cierta altura, cuando abre la puerta de la habitación de los mayores es sólo para entorpecer. El difunto Steve Jobs, de Apple, creador de ofertas cuya demanda en el mercado no existía, lo tenía más claro aún: "no es tarea de los consumidores el saber lo que quieren". Es el líder el que tiene que saber qué desean, aunque no lo sepan. Al Pueblo no hay que estar consultándoselo todo, porque en general no tiene nociones sobre aquello de lo que se le habla. Es dudoso que esté capacitado para comprender los programas electorales, pero piadosamente, y por cuestiones prácticas, se da por supuesto, dado que si quisiéramos indagar demasiado sobre el particular nos entregaríamos a la melancolía.

Hay que cumplir "lo que le interesa de verdad a la gente", que dice Rajoy. Pero no hay por qué entusiasmarse. El socialista Papandreu pretende ahora celebrar un referéndum en Grecia para que los electores decidan si aceptan que al país se le perdonen sus deudas a cambio de no contraer otras nuevas. La mayoría de los griegos, al parecer, no son partidarios de que en Europa les perdonen nada y quieren seguir engordando la deuda porque, ya lo dijo el clásico, "lo que no se perdona es el favor". Grecia es algo demasiado serio como para dejarlo en manos de los griegos.

La democracia de un país no puede ser asamblearia, como si fuese un claustro universitario, porque se pervierte. Es una grotesquería que últimamente andan pidiendo los "indignados", que quieren una supuesta "democracia real" precisamente para acabar con la democracia en occidente y reinstaurar ese sistema comunista soviético que, como calientan en sus almas, "nunca se aplicó de verdad", y Papandreu se muestra dispuesto a hacerles caso. Es lo que nos faltaba: el 15-m dirigiendo directamente los destinos de la economía mundial. Ni ellos mismos esperaban tener este éxito. Nada de extraño que, en acertada expresión de este periódico, "El pavor" tras lo de Grecia haya alcanzado incluso las bolsas asiáticas. Si el asunto sigue así, el pavor llegará en pocos días a la constelación de Andrómeda. El mandato democrático debe de ser indirecto, porque el público no está preparado para opinar sobre cualquier cosa. Los griegos decidiendo sobre qué hacer con la deuda del país es como una comunidad de vecinos de escalera eligiendo a mano alzada los pasos a seguir en una operación de apendicitis. Los plebiscitos se suelen convocar para darle la razón a quien los convoca, y si no, no se hacen. Papandreu, apellido que en Grecia trae gloriosas evocaciones de corrupción, ya ha decidido el resultado de ese referéndum, y también ha decidido qué va a hacer con el resto del planeta. No se puede decir que estemos en las mejores manos.

Y hablaban de los "especuladores". Siempre será preferible depender del criterio de unos especuladores que la del patio de vecinos. Decían los exquisitos de la izquierda que no podemos estar gobernados por poderes económicos que no han sido elegidos democráticamente por nadie y que no están controlados por nuestros representantes políticos, pero infinitamente peor es estar gobernados por lo que decidan los indignados de la plaza "Syntagma", Papandreu mediante, a los que tampoco hemos elegido desde España ni desde ningún sitio y que sólo están interesados en llevar a las calles del primer mundo la máxima terrorista, "cuanto peor, mejor". Al Pueblo, griego o no, no hay por qué preguntarle demasiado, porque, cuando se hunda en la miseria, acabará por echarte la culpa de que quisieras saber su respuesta.           

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