El día que el PP llegue al poder, si lo consigue, va a tener muchas tareas urgentes encima de la mesa que no van a poder esperar. Una de las más prioritarias, sin duda, es la reducción de la prima de riesgo. Cada vez que ésta sube, aumentan los tipos de interés de la deuda pública española, lo que conlleva dos tipos de problemas. Por un lado, cada vez que se emite deuda, los intereses que ésta genera se convierten en un pago irrenunciable que se abre paso en el presupuesto a costa de otras partidas de gasto público, o bien incrementa éste último y, con él, el déficit. De esta forma se entra en un círculo vicioso por el cual más déficit da lugar a más deuda, más deuda implica pagos crecientes a causa de los intereses de la misma, los cuales alimentan el desequilibrio de las cuentas públicas. Esta dinámica perniciosa conlleva, además, un problema añadido: que la financiación de ese déficit creciente supone detraer recursos para la inversión y el consumo privados. Es lo que se conoce como ‘efecto expulsión’, porque el sector público acaba por ‘expulsar’ al sector privado de los mercados financieros. Por otro lado, cuanto mayor sea el coste de financiación de la deuda pública, mayor es también el coste de financiación del sector privado. De ello no se salvan ni las multinacionales españolas, las cuales, por mucho que aleguen que una parte sustancial de su facturación no procede de nuestro país, a efectos de los mercados son consideradas empresas españolas y se les aplica igualmente la prima de riesgo. Lo mismo cabe decir con su calificación crediticia. Como las agencias de rating consideran que en un país no hay activo más seguro que la deuda del Estado, si baja la calificación crediticia de ésta, también lo hace la del sector privado, agravando de esta forma sus problemas de financiación. Todo lo cual supone menos crecimiento económico y más paro. Luego, la reducción de la prima de riesgo debe figurar en lo más alto de la agenda de política económica del próximo gobierno.
Para ello es necesario, en primer lugar, que el nuevo gobierno, nada más llegar al poder, aplique un recorte drástico al gasto público para que España empiece a recuperar la confianza de los mercados y éstos reduzcan la prima de riesgo. Después, el ejecutivo debería empezar a reestructurar la deuda pública, sustituyendo los títulos emitidos a tipos de interés alto por otros a tipos más bajos que contribuyan también a seguir reduciendo el gasto público y el déficit. Esto es fundamental si el PP, como dice, pretende utilizar las desgravaciones fiscales y las bajadas de impuestos para fortalecer a las empresas, generar puestos de trabajo y relanzar la actividad productiva. Por ello resulta prioritario que el primer objetivo de la política para salir de la crisis sea la reducción de la prima de riesgo. Por ello, también, el próximo gobierno no debe pararse ante nada y ante nadie a la hora de aplicar la tijera al gasto público. Si no le tiembla el pulso al hacerlo, transcurrido un tiempo los beneficios para la economía y el empleo serán considerables.