El Ministerio de Fomento ha sido casi siempre un destino apetecible por muchas razones. En primer lugar, el ministro de este departamento tiene mucha visibilidad en todo el territorio nacional en actos muy atractivos desde el punto de vista publicitario: inauguraciones de carreteras, planes de desarrollo ferroviario, políticas de vivienda o nuevos aeropuertos.
Pero este cargo no es sólo deseado por las fotos y por la buena prensa que trae consigo. Además, es quizás el puesto del Gobierno desde el que más control se tiene sobre cantidades importantes del erario público. Otros órganos, como la Seguridad Social, el Ministerio de Trabajo o el Tesoro Público reúnen un porcentaje mayor de los Presupuestos Generales del Estado, pero en todos estos casos la decisión del desembolso no depende de ellos. Pagar las pensiones o los subsidios de desempleo no depende de la voluntad del ministro de turno y, además, son cantidades muy pequeñas, aunque lleguen a millones de personas.
Mientras, en la adjudicación de una obra pública, en la licitación de un concurso ferroviario o en la concesión de una carretera de peaje hay grandes empresas interesadas y miles de millones en juego. Además, no sólo las compañías privadas, sino también las diversas regiones del país luchan por conseguir los fondos de este ministerio. No es de extrañar que este cargo haya sido ocupado por figuras de gran relevancia. Así, políticos de la relevancia de Josep Borrel, Rafael Arias-Salgado o Francisco Álvarez-Cascos, entre otros, han antecedido a José Blanco en el cargo en los últimos años. Sólo el Ministerio de Agricultura puede presumir de manejar unos presupuestos similares.
El lado oscuro de todo lo anterior está en las habituales acusaciones de corrupción, amiguismo o favoritismo que rodean Fomento. Cuando hay tantos millones en juego y tantos intereses es casi inevitable que surjan las protestas de los desheredados: las regiones donde no se hacen obra dirán que se las margina y las empresas que no consigan su parte del pastel vocearán su descontento. Sin embargo, en pocas ocasiones ha habido tanto ruido alrededor de un ministro como el de estas dos últimas semanas con José Blanco y las acusaciones de la Operación Campeón, las licitaciones en las que ha intervenido la constructora San José (en la que trabajó el actual presidente de Aena) o las adjudicaciones a Antalsis, la compañía de Luis Vilariño.
Más allá de la discusión acerca de si Blanco es inocente o no, que tendrá que resolverse en los tribunales, éstas son las cifras sobre las que ha decidido en los más de dos años que lleva como ministro:
- Presupuesto total: 30.000 millones de euros. En los tres ejercicios en los que Blanco ha estado al frente del departamento de Fomento, éste ha manejado unos presupuestos de 10.497 millones en 2009, 11.602 en 2010 y 8.989 este año. Destaca la reducción en el último ejercicio, fruto de los recortes por la crisis, que golpearon con fuerza a la obra pública. De hecho, el Gobierno he tenido que dejar a medias o sin comenzar proyectos prometidos desde hace mucho tiempo.
La cifra adquiere aún más relevancia si se compara con las que manejan el resto de departamentos. Quitando el gasto por prestaciones sociales (desempleo, pensiones,...) las transferencias a otras administraciones y los gastos financieros, sólo Agricultura puede presumir de un presupuesto superior al de Fomento. De hecho, si no se tienen en cuenta aquellos gastos, Fomento acapara aproximadamente el 13% del gasto total del Gobierno Central.
- Dónde: El Ministerio de Fomento gasta su presupuesto, fundamentalmente en cuatro grandes apartados. De los casi nueve mil millones asignados para este año, algo más de 1.218 van a políticas de vivienda (fundamentalmente en forma de ayudas directas y subvenciones), 683 están asignados al transporte (marítimo, terrestre y aéreo), 1.717 se gastan en infraestructuras del transporte ferroviario, 1.433 en construcción de carreteras y 1.136 en su conservación. Además, hay unos 2.100 millones destinados a ADIF para hacer el AVE y a la Sociedad Estatal de Infraestructuras del Transporte Terrestre para el desarrollo de los Planes Especiales de Carreteras (esta última asignación aparece dentro del programa de 451N Dirección y Servicios Generales de Fomento).
- Cómo: Otra cuestión destacable de Fomento es que agrupa la mayor parte del gasto en cuatro de los capítulos en los que se dividen los presupuestos de todos los ministerios. En el párrafo anterior, hemos dividido el gasto en programas. En éste, lo haremos en capítulos. Estos epígrafes son los mismos en todos los ministerios y hacen referencias al tipo de gasto, no tanto a su destino concreto: transferencias corrientes, gastos de personal, gastos financieros, inversiones reales, etc...
Fomento gasta más del 95% de su presupuesto en cuatro capítulos. El primero son las "transferencias corrientes" con 927 millones de euros: gastos sin contrapartida directa por parte de los agentes receptores, que suelen ser otras administraciones públicas como CCAA, ayuntamientos, agencias estatales,...
Además, dedica 3.293 millones al capítulo de "inversiones reales" destinadas directamente por el Estado a la creación de bienes de capital. En este apartado aparecen la mayor parte del gasto en nuevas carreteras e infraestructuras de ferrocarril, adjudicadas fundamentalmente a través de concursos públicos.
El tercer gran capítulo del gasto es el número 7, las "transferencias de capital", que incluyen pagos, condicionados o no, y efectuados sin contrapartida directa por los receptores. La parte del león de los 1.750 millones de este epígrafe (que agrupa las subvenciones) se la llevan los gastos en vivienda.
Por último, Fomento también dedica 2.700 millones de su presupuesto a "activos financieros". Se trata de la "aportación patrimonial a Adif y Seittsa mencionada anteriormente.
