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Los nuevos Nobel de Economía, grandes críticos de Obama y el keynesianismo

Sims y Sargent, Nobel de Economía 2011, han criticado los planes de estímulo y su trabajo ha contribuido a la desaparición del keynesianismo.

"El Premio confiere sobre un solo individuo una autoridad que en economía ningún hombre debería poseer", aseveraba Friedrich Hayek, Nobel en 1974. Todos los años por estas fechas aparecen las apuestas de los "expertos" respecto a quién se llevará el Premio Nobel de Economía -o mejor dicho, el Premio del Banco Central de Suecia en memoria de Alfred Nobel-. Incluso la prestigiosa Universidad de Harvard organiza una porra que trata de reunir las predicciones de lo más granado de la profesión.

A pesar de los esfuerzos, estas apuestas casi nunca aciertan. Y es que los criterios de selección la Real Academia Sueca parecen inescrutables. Esta vez no ha sido excepción. Las expectativas apuntaban a un Premio a teóricos del crecimiento económico, pero los nombres que se barajaban eran numerosos.

Aun así, los finalmente premiados, Chistopher A. Sims, de la Universidad de Princeton, y Thomas J. Sargent, de la Universidad de Nueva York, no estaban entre ellos. Lo que no deja de ser irónico, dado que el galardón se ha debido parcialmente a su estudio sobre las "expectativas racionales" -un tipo de expectativas que asumen que los agentes económicos no se equivocan de forma sistemática en sus predicciones sino que las ajustan según los errores pasados-.

En particular, el trabajo de estos dos académicos se ha centrado en el análisis de las expectativas y su relación con la eficacia de las políticas sobre las principales variables económicas, tales como el empleo, la inflación o el PIB. Por ejemplo, están preocupados por cómo los agentes forman sus expectativas de inflación futura, y cómo éstas afectan a la efectividad o no de las políticas monetarias (tipos de interés) sobre dichas variables económicas.

Sin embargo, comprender bien estas relaciones es realmente difícil, dada la enorme complejidad que rodea los fenómenos macroeconómicos. Por un lado, las expectativas afectan a las políticas y a la actividad económica, pero las políticas también afectan a una y a otras. El Comité del Premio ha valorado, principalmente, sus contribuciones de cara a esclarecer estas relaciones, "por su investigación empírica sobre las causas y efectos en la macroeconomía", desarrollando innovadoras y sofisticadas técnicas matemáticas y estadísticas.

Una investigación que está de actualidad por los denodados intentos de los policy-makers por salir del desaguisado en el que las economías desarrolladas están metidas. Así, por ejemplo, el presidente de la Reserva Federal de EEUU, Ben Bernanke, hizo explícito hace justo un año su deseo de elevar las "expectativas de inflación" para estimular la economía.

Según Sims, su investigación es importante para encontrar una salida a la crisis, aunque carece de una respuesta sencilla a los problemas actuales. Tanto él como Sargent recomiendan a la UE la creación de instituciones fiscales comunes para que el euro pueda sobrevivir con éxito en el medio plazo.

Críticos con los estímulos de Obama

Una de las contribuciones interesantes de Sargent, en el contexto actual, es la conexión que estableció, junto a otros autores, entre el crecimiento de la deuda pública y la necesidad de imprimir dinero para financiarla. Su mensaje consistía, básicamente, en que si la política fiscal es muy expansiva, llegará un momento en el que la financiación mediante préstamos tocará un techo, dejando el recurso a la inflación como el único método disponible para cubrir los déficits presupuestarios insostenibles.

El mismo Sargent se mostró muy crítico el pasado año con las políticas de estímulos fiscales aplicadas por la Administración de Obama. Calificándolas de "sorprendentemente ingenuas", defendió su opinión en base a una de las principales conclusiones de sus trabajos académicos: "Los policy-makers no pueden manipular la economía sistemáticamente engañando a la gente con políticas sorpresa. Los bancos centrales, por ejemplo, no pueden reducir de forma permanente el desempleo mediante la relajación de la política monetaria". Asimismo, dijo que los planes de Obama ignoraban el conocimiento que la profesión económica había adquirido desde 1945 -y gracias en parte a su impulso-, en relación al escepticismo sobre la eficacia de las políticas fiscales.

Reacciones de economistas

Por ello, algunos economistas han reaccionado con cierta virulencia hacia el Keynesianismo. Xavier Sala-i-Martín en Twitter escribía que éste era un "premio Nobel largamente esperado a dos macroeconomistas que contribuyeron a la desaparición de la economía keynesiana". El economista de Harvard Edward Glaeser, por su parte, titulaba su artículo sobre el Premio Los ganadores del Nobel salvaron la Macroeconomía después de Keynes, y escribía que tanto Sims como Sargent ayudaron a "destruir la falsa certidumbre de la antigua ortodoxia Keynesiana".

De cualquier manera, la influencia de estos dos economistas -quizá especialmente Sargent- sobre la ortodoxia macroeconómica actual, tanto en el mundo académico como en el de los bancos centrales, es innegable. Como dice Jesús Fernández-Villaverde, "la mitad de la profesión ahora en macroeconomía es estudiante de Sargent o estudiante de estudiantes de Sargent, y los que no lo son de manera directa lo somos de manera indirecta por sus libros de texto".

No obstante, la elección de la Real Academia Sueca ha sorprendido a algunos economistas por el timing, dado que hoy, tras la Gran Recesión, la macroeconomía de Sargent y Sims, y en particular la idea de las expectativas racionales, parece haberse puesto en cuestión por parte de la profesión -con o sin razón-.

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