Estoy de acuerdo en que las decisiones de las agencias de calificación nos salen caras, al Gobierno encareciendo las emisiones de deuda, a las empresas privadas encareciendo su acceso al crédito, pero también a los ciudadanos y sus familias encareciendo los intereses de los créditos personales o las hipotecas; sin embargo, tengo mis dudas respecto a que las autoridades y los medios magnifiquen la importancia de estos fabricantes de profecías autocumplidas (por ejemplo, pocos hacen caso de sus advertencias sobre la deuda de Japón, que sigue obteniendo préstamos a muy bajo interés) y más hoy en día cuando estas agencias han fallado estrepitosamente en sus pronósticos o no han sabido o querido ver la toxicidad de ciertos productos financieros (casos de la triple A a Enron, a Lehman Brothers o ratificar la solvencia de la deuda griega o los bancos islandeses poco antes de sus quiebras).
Teóricamente las agencias son proveedores de información a los agentes económicos (su objeto social es la emisión de ratings de manera profesional, eso sí, están exentas de la responsabilidad que sus malas prácticas puedan acarrear a sus clientes al contrario que, por ejemplo, las empresas auditoras) aunque lo que producen está más cerca de los juicios de valor camuflados en modelos econométricos con escaso rigor o contraste (hasta S&P admitió un error matemático de, ni más ni menos, que 2 billones de dólares en sus análisis justificativos de la última rebaja a EE.UU); sus valoraciones no son más que un seguimiento de las dinámicas que ya anticipan los propios mercados, sus calificaciones son fundamentalmente procíclicas, sobresaliente cuando las cosas van bien y suspenso cuando las cosas van mal y no surgen de complejos cálculos estadísticos (y eso sin entrar en que las tres grandes agencias S&P, Moody’s y Fitch operan en régimen de oligopolio -China ya ha creado su propia agencia- o en su modelo de negocio, muy distorsionado por los conflictos de interés ya que obtienen más beneficios cuando sus “objetivas” calificaciones más se aproximan al interés coyuntural de sus clientes).
Saludos.
# jfr_port
¿Quien califica al calificador?. Seguramente los mismos que califican al Psoe.
Que curioso. La gente solo se queja cuando le pica.
Parece mentira que unos señores pertenecientes a determinadas Agencias, seguramente con intereses en diversos sectores o paises, hipotequen el presente y posiblemente el futuro de algunas naciones, mediante una calificación, cuyos criterios para su cálculo desconocemos y solo conocen ellos.
¿Son realmente creibles estas calificaciones?
¿Quién califica al calificador?
Deberían haber obligado a estas agencias a cerrar, después de no decir nada de la que se venía encima. Más aún, cuando era por beneficiar a unos pocos.