No revelo nada nuevo si digo que José María Fidalgo es un gran tipo. Evidente, me dirá la mayoría de ustedes. Salta a la vista. Como su gran tamaño, alto, robusto, contundente. Como su potente voz o sus palabras. O mejor, sus ideas, sus convicciones. Sólidas como una roca.
Sólo un tipo como él puede reunir en torno a la misma mesa a Guillermo Fernández Vara, Xavier Trias i Vidal de Llobatera –escribo su nombre al completo porque no me puede parecer un apellido más bonito que éste, me chifla- y la incombustible Ana Pastor. El asunto, espinoso, giró en torno a la encrucijada en la que se encuentra nuestro Sistema Nacional de Salud. Lo ponía en marcha el siempre atento Foro Negocia del IE Business School, al frente del cual se encuentra el ex secretario general de CCOO.
Tuvo gracia el alcalde de Barcelona, médico pediatra y ex conseller de Sanitat de
Les confieso que acudí a la charla algo dispersa, mentalmente abatida, como intentando que la cabeza no se fuera de paseo por el aula de vez en cuando. Tampoco vienen al caso los motivos. Pero finalmente lo logré. Lo lograron por mí, diría yo.
Ahora sí, pues. Entro a matar. La sostenibilidad, la suficiencia y la realidad autonómica fueron los tres pilares sobre los que se asentó el discurso de todos ellos. El tan temido copago, castigado de cara a la pared, ignorado o poco valorado. Coincidieron en que un gran paso adelante sería poder despolitizar la sanidad para abordarla en serio y como se merece. Y para hacer frente –como señaló Pastor- a los 15.000 millones de euros que debe nuestro sistema de salud, así como garantizar el desequilibrio financiero siendo lo más eficientes posible destinando los recursos mediante un gran pacto de Estado. Ah amigo... ahí te quiero ver.
Partiendo de la idea de que en España estamos orgullosos de cómo funciona y ha avanzado en líneas generales nuestro modelo sanitario, a nadie se le escapa que la situación financiera actual, así como un incremento en la demanda de atención en un país en el que la esperanza de vida se encuentra en torno a los 82 años, son algunos factores de preocupación.
Probablemente una mayor implicación del sector privado en el desarrollo de no pocas acciones podría agilizar un positivo resultado en cuanto a su gestión, así como el ya incorporado outsourcing para la contratación de servicios.
Lo que nadie se atrevió a señalar, por muy de buen rollito que fuera el clima que se respiraba, es la injerencia permanente de la izquierda, creyéndose as usual poseedora de la verdad absoluta y gran protectora de los desfavorecidos.
Ignoro la capacidad de maniobra de la que dispondrá el PP de ganar las elecciones, ignoro el grado de compromiso que adquirirá al respecto, pero lo que sí sé es lo que muchos, en la órbita profesional cercana a postulados populares, querrían hacer de no tener las manos atadas a lo que se supone perciben como políticamente correcto.
Y así se podría entrar en un bucle de buenas palabras y de tan buenos propósitos como inviable es nuestro sistema actual.