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Manuel Llamas

Nuestro talón de Aquiles

Ser emprendedor en España es una actividad de alto riesgo gracias a la intervención estatal, con lo que se desincentiva enormemente la creación de nuevos negocios.

Ser emprendedor en España es una actividad de alto riesgo gracias a la intervención estatal, con lo que se desincentiva enormemente la creación de nuevos negocios.

"España sigue siendo el valle de la muerte del espíritu empresarial". Así sentenciaba a la economía nacional Vivek Wadhwa, director de Investigación del Centro de Emprendedores de la Facultad de Ingeniería de la Universidad de Duke y miembro de la prestigiosa Universidad de Harvard, en una columna en The Washington Post. Y es que, para salir del atolladero de la deuda España precisa, más allá del drástico ejercicio de austeridad pública, impulsar la creación de nuevas empresas para poder reducir la escandalosa tasa de desempleo.

Sin embargo, el Gobierno socialista, en lugar de favorecer la actividad empresarial, sigue empeñado en colocar palos en las ruedas del potencial emprendedor, esa joya incomprendida y tan habitualmente vilipendiada. No en vano, tal y como recuerda Wadhwa, "de 183 países, España ocupa el puesto número 147" en el ranking que elabora el Banco Mundial sobre facilidades para emprender un negocio, por detrás incluso de economías de la talla de Venezuela, Argentina o la República Democrática del Congo. Por poner tan sólo un ejemplo, la burocracia exige una media de 47 días y 10 procedimientos para poder abrir un negocio, frente a las escasas horas que se precisan en Singapur o Hong Kong, posicionadas en el top ten de países más libres del planeta.

Además, una vez acometida esta aventura, la fiscalidad impone a los autónomos españoles un tributo próximo a los 250 euros al mes, mientras que en Gran Bretaña se reduce a apenas 12 euros. Todas estas trabas lastran la competividad de la economía española e impiden una rápida recuperación económica. Ser emprendedor en España es una actividad de alto riesgo gracias a la intervención estatal, con lo que se desincentiva enormemente la creación de nuevos negocios.

El problema es que son estos emprendedores, y no las empresas ya creadas, los únicos capaces de generar empleo neto. Casi el 80% de los puestos de trabajo del sector privado en España se concentran en las pequeñas y medianas pymes y, al igual que acontece en otros países, la demanda de nuevos trabajadores procede de las denominadas start-ups, nuevos proyectos con gran potencial de crecimiento aunque de duración limitada.

El siguiente gráfico muestra que este tipo de empresas son las grandes responsables del empleo neto en Estados Unidos a lo largo de las últimas décadas:


(click para ampliar)

Con casi cinco millones de parados, más de tres millones de funcionarios, ocho millones de pensionistas y otros tantos inactivos el resultado es que menos de un tercio de la población crea riqueza hoy por hoy. Ante este negro panorama, lo último que precisa España es, justamente, más impuestos sobre los contribuyentes en general, y sobre el capital, el ahorro, las empresas y los autónomos en particular; más burocracia e impedimentos para abrir una empresa; más barreras artificiales que rompan la unidad de mercado; y, sobre todo, más Educación para la Ciudadanía con el fin de adoctrinar a los jóvenes en contra del empresario y el libre mercado.

El PP dice ahora que aspira a crear 3,5 millones de puestos de trabajo en la próxima legislatura, lo cual implicaría alcanzar el pleno empleo, algo inédito. Lo curioso es que los españoles cuentan con potencial para eso y mucho más siempre y cuando se vean liberados del yugo estatal. Tan sólo haría falta convertir al país en un refugio fiscal y/o situarlo entre las diez economías más libres del planeta para convertir nuestro particular talón de Aquiles en un vestigio propio del pasado.

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