La partida de ajedrez que se está jugando sobre Grecia todavía tiene mucho recorrido por delante. El objetivo declarado por todos es evitar la quiebra del país heleno, una perspectiva que aterroriza a los mercados financieros por diversos motivos. Es verdad que la caída de una economía de la eurozona era algo no previsto por casi nadie hasta hace unos meses. Pero no es menos cierto que hemos llegado a un punto en el que, como explicaba hace unos días Alberto Recarte, quizás no haya otra salida viable.
Después de unos días en los que parecía inevitable un colapso griego inmediato, desde este miércoles, la balanza se inclina en la dirección contraria: la del rescate del país, los eurobonos y los nuevos ajustes. Angela Merkel y Nicolas Sarkozy lo reiteraron a la salida de la videoconferencia que mantuvieron con el primer ministro griego, Yorgos Papandreu. Además, José Manuel Durao Barroso defendió de nuevo esta semana los eurobonos e incluso Tim Geithner, secretario del Tesoro de EEUU, se paseó este viernes por el Ecofin para pedir flexibilidad a sus colegas europeos.
De hecho, el rechazo germano a este tipo de medidas, que reparten las responsabilidades entre estados cumplidores y derrochadores, ha sido más tibio en los últimos días. Sin embargo, a pesar del optimismo que intentan transmitir la pareja de dirigentes franco-alemana, los mercados siguen al borde de un ataque de nervios y la prima de riesgo de Italia y España sigue disparada, aunque las jornadas del miércoles, jueves y viernes ha habido un pequeño alivio, apenas lo suficiente para volver a tomar aire.
Entre tanto, numerosos interrogantes planean sobre la situación de la eurozona. Muchos de sus ciudadanos no saben a qué atenerse. Las siguientes son cinco grandes preguntas que deberían tener una respuesta clara por parte de los políticos europeos. Desgraciadamente, ni Merkel ni Sarkozy, ni Durao Barroso, ni Zapatero, ni Geithner parecen dispuestos a contestarlas:
¿Todavía hay salida para Grecia?
En realidad, para todos los países inmersos en esta crisis de deuda hay una salida tan sencilla como evidente: empezar a no gastar más de lo que ingresan. Es tan obvio que parece increíble que caso nadie lo haya expuesto. Si Grecia no consigue financiación en los mercados, entonces debería olvidar esa fuente de ingresos y conformarse con lo que recauda en impuestos a sus ciudadanos.
Imaginemos a una familia que tiene unos ingresos de 2.000 euros al mes y gasta 2.500. Durante un tiempo sobrevive pidiendo créditos, con la esperanza de que su suerte mejore y vuelva a ganar 3.000 euros, como antes de la crisis. Sin embargo, llega un momento en el que el banco no le presta más. Su única salida será ajustar sus gastos a esos 2.000 euros que tiene. Y entre esos gastos estarán las deudas contraídas con los bancos. Será doloroso (quizás tenga que cambiar de casa a una más pequeña, vender el coche,...), pero es la única opción que le queda.
Pues bien, Grecia (y quizás también Irlanda, Portugal, España o Italia) está ya en esa situación. No encuentra financiación en los mercados y por lo tanto tiene que empezar a pensar en acomodar sus gastos a sus ingresos. Esto también será muy doloroso (implicará, seguramente, despidos masivos de funcionarios, recortes de prestaciones, etc...). Pero es la única manera que tiene de sobrevivir sin quebrar, con todas las consecuencias negativas que eso tendría. Ahora bien, será difícil encontrar un político dispuesto a asumir el coste social de esta decisión.
¿Qué otra opción tiene Atenas?
Sólo una: pedir dinero a sus socios de la UE. Si los inversores no le prestan más dinero al Gobierno heleno (porque no se fían de él) y éste no está dispuesto a recortar sus gastos en la cuantía pertinente, la única alternativa es que otros gobiernos acudan al rescate. Esto supondría que los contribuyentes alemanes o finlandeses prestarían al Ejecutivo griego el dinero que no encuentra en los mercados de deuda y asumirían el riesgo de su quiebra. No es extraño que los ciudadanos de estos países se muestren reticentes a esta salida porque ¿quién les asegura que el Estado heleno será responsable y les devolverá lo que le presten?
Hay varias alternativas: los eurobonos, préstamos bilaterales, fondo de rescate europeo,... Básicamente, consistiría en que el resto de los países de Europa asuman el riesgo de un impago griego (un riesgo muy alto que, repetimos, los inversores privados no están dispuestos a correr incluso aunque les ofrezcan una alta rentabilidad). En teoría, a cambio de este salvavidas, el Gobierno heleno se compromete a recortar sus gastos en la próxima década, para ser capaz de devolver a sus socios todo este rescate o al menos la mayor parte.
Volviendo al ejemplo de la familia, sería como si fueran a pedirle dinero a sus familiares cuando el banco les cierra las puertas. Seguro que esta familia prometería a sus padres y hermanos que se iba a reformar y que devolvería euro a euro de lo que se le prestara. Pero claro, imaginemos que un año después, el familiar que le prestó el dinero, ve que todavía no le han devuelto nada y que tampoco han reducido sus gastos. ¿Estaría dispuesto a aflojar otra vez la cartera si se lo pidieran?
Pues más o menos esta misma alternativa ya se planteó hace un año cuando el primer rescate. Entonces ya se dijo que era la última oportunidad y que Atenas debía asumir que eran necesarios sacrificios. En aquel momento, la UE aportó los fondos y desde Grecia se hicieron promesas de seriedad y de un cambio de rumbo que pondría al país en dirección a la disciplina fiscal. Hace menos de un mes se supo que el Estado heleno incumplirá los objetivos de déficit. De nuevo, con la soga al cuello, Papandreu ha asegurado que ahora sí que están dispuestos a hacer todo lo necesario y que no volverán a fallar. Pero si se le vuelve a dar el dinero no habrá ninguna garantía de que cumpla...
¿Puede quebrar un país de la eurozona?
Evidentemente, cualquier país puede quebrar. Parece increíble porque en los países avanzados no se ha producido este fenómeno en los últimos años, pero no sería ni el primero ni, probablemente, el último. Otra cosa es si es inevitable que salga del euro. Diversos estudios han demostrado que sería factible una quiebra sin salir de la moneda única. Es complicado, pero sería posible y quizás aportase un asidero al que agarrarse para construir desde allí la recuperación del país. Cada opción tiene sus ventajes y sus desventajas.
¿Qué pasa si Grecia quiebra?
Si un país quiebra, lo primero es que tendrá que negociar con sus acreedores la magnitud de la bancarrota. Es un proceso análogo al de una empresa en suspensión de pagos que busca un acuerdo con sus prestamistas que le permita pagar un porcentaje de sus deudas (un 50%, un 75%,...).
Las diferencias vienen en función de si Grecia se mantiene o no en la moneda única. Si no lo hace, lo que ocurriría es que toda su deuda pasaría a estar nominada en los nuevos dracmas. El Gobierno griego diría, por ejemplo, "un euro igual a un dracma" y pagaría tranquilamente a sus acreedores con la moneda nacional. Claro, el problema es que en el mercado, el dracma se depreciaría rápidamente y pasaría a un tipo de cambio de 1 euro 5 dracmas (estas cifras son sólo un ejemplo).
De esta manera, aquellos que tuvieran bonos griegos perderían mucho de lo invertido. Además, también sería un drama para los ahorradores helenos, que verían cómo de la noche a la mañana, su riqueza acumulada en euros pasaría a contarse en dracmas (un proceso muy similar al del corralito argentino): perderían gran parte de su riqueza. El estallido social sería brutal y la fuga de capitales y personal cualificado inmediata. Eso sí, los políticos griegos serían felices: monetizarían la deuda griega emitiendo nuevos dracmas a mansalva y podrían seguir manteniendo la ineficaz estructura administrativa con muchos menos ajustes. Y los mercados internacionales se cerrarían inmediatamente para el país.
A cambio de todo esto, la única buena noticia es que la salida de Grecia de los países desarrollados (pues eso también ocurriría) traería consigo un descenso enorme en los precios relativos, lo que permitiría a su sector exterior y al turístico comenzar a competir con ventaja respecto a sus vecinos. En cualquier caso, es un pequeño alivio para lo que se les vendría encima, aunque quizás sea en este momento la única posibilidad que les queda.
La otra opción es la quiebra de Grecia dentro de la zona euro. Es una alternativa complicada, pero que podría llegar a conseguirse. La desventaja es que no habría ese ajuste de precios inmediato (a no ser que un Gobierno muy valiente se atreviese a decretar una rebaja de salarios por decreto) y la recesión podría enquistarse mientras se produce ese ajuste. La ventaja es que los ahorradores mantendrían lo ganado y la permanencia en la moneda única supondría un freno para el despilfarro gubernamental (los políticos no podrían monetizar la deuda y vivir a costa de generar inflación).
¿Cómo afectará esto al resto de la eurozona?
Todo lo que se está viviendo en estos últimos años tiene una cara positiva: impondrá en los gobiernos europeos una disciplina fiscal que ha faltado en las últimas décadas. De esta crisis se saldrá con la percepción de que no se puede gastar sin sentido sólo por estar dentro del euro o con la creencia de que Alemania siempre estará allí para salvarte.
En el lado negativo, sin embargo, están los efectos que el terremoto heleno puede tener en el resto del continente. Por un lado, hay decenas de entidades bancarias infectadas con bonos griegos. Si el país entra en bancarrota, tendrán que asumir que esos activos no valen lo que dicen. Imaginemos que un banco tiene 10.000 millones en bonos griegos y de un día para otro tiene que admitir que esos activos sólo valen 3.000 millones. Vamos, que la caída de la ficha del Estado griego puede llevarse por delante los balances de grandes gigantes financieros (los más afectados parecen ser los franceses).
Para los demás países de la eurozona, tampoco sería nada fácil de manejar una quiebra. España e Italia ya están en el punto de mira, pero si hay una bancarrota su situación será casi insostenible. Como decíamos en una pregunta anterior, a veces parece imposible imaginar que se llegue a una quiebra en Europa. Pero el día que se produzca la primera, los inversores se preguntarán ¿por qué no va a haber otra? Y saldrán corriendo de los países menos fiables. Claro, los bancos europeos tienen algunos miles de millones en bonos helenos, pero tienen muchísimos más en deuda italiana y española. Por eso, casi nadie es capaz de imaginar siquiera qué pasaría si alguno de estos dos países entrase en barrena.