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Emilio J. González

El chantaje de Grecia

El problema real no es que Grecia no tenga capacidad para reembolsar a sus acreedores el dinero que les debe; el problema real es que no tiene la menor voluntad de hacerlo.

La tragedia griega se amplía hasta octubre. Finlandia ha vuelto a vetar el desembolso del siguiente tramo de ayuda a los helenos si éstos no aportan garantías de pago. Los fineses han vuelto a quedarse solos en su negativa, pero tienen toda la razón del mundo.

El problema real no es que Grecia no tenga capacidad para reembolsar a sus acreedores el dinero que les debe; el problema real es que no tiene la menor voluntad de hacerlo. El pago implicaría subir los más que bajos impuestos que pagan los griegos y ni los socialistas en el Gobierno ni el partido Nueva Democracia como principal formación política de la oposición quieren incrementar la presión fiscal por temor a las protestas de los ciudadanos. Pero es que, además, la política del país se encuentra inmersa en una ola de populismo frente a la crisis fiscal helena protagonizada tanto por la Nueva Democracia de Karamanlis, que con ello quiere ocultar que fue esta formación la que contrató a Goldman Sachs para ocultar los problemas financieros de Grecia en su anterior etapa en el Gobierno, como por los socialistas de Papandreu que, conociendo el engaño, optaron por mantenerlo en vez de enderezar las cosas. Así, los mensajes que ambos líderes y sus equipos están enviando al pueblo griego son del tipo de no pasa nada por repudiar la deuda, como hizo Argentina hace unos años, o los bancos europeos sabían perfectamente cómo estaban las cosas cuando prestaron su dinero a Grecia -¿para qué contrataron entonces a Goldman Sachs?- y, por tanto, ahora tienen que asumir las consecuencias. En el fondo, lo que están haciendo es un chantaje en toda regla, es jugar con los temores de los demás socios de la Unión Monetaria Europea a las consecuencias de una posible ruptura del euro y, más en concreto, con los de Francia y, en menor medida, Alemania, en relación con la exposición de sus respectivos sistemas bancarios a Grecia, todo ello con tal de no pagar lo que se han gastado tan alegremente para financiar un Estado del bienestar insostenible desde el momento en que los griegos le piden prestaciones como las de Alemania financiadas con los impuestos de Tanzania.

Teniendo en cuenta que la Unión Europea carece de un sistema institucional y de gobierno económico que pueda obligar a los griegos a pagar y a enderezar sus cuentas públicas, es lógico que haya países, como Finlandia, que digan que, ante la actitud de Grecia, este país tiene que aportar garantías de pago antes de que los contribuyentes de los demás miembros del euro sigan rascándose el bolsillo para salvar a quien rechaza de plano hacer algo por ayudarse a sí mismo. Dadas las circunstancias, lo que tendrían que hacer los demás países de la Unión Monetaria Europea es empezar a asumir la idea de la quiebra de Grecia, preparar sus sistemas financieros para ello y buscar la forma de echar a los griegos del euro, porque me parece que nada vaya a cambiar en aquel país en relación con sus deudas si los demás no se ponen serios de una vez por todas y le enseñan de verdad los dientes.

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