Grecia está llevando su situación al límite con su falta de compromiso para sanear sus finanzas públicas y devolver el dinero que debe. El país heleno tiene casi todas las papeletas para entrar en suspensión de pagos y tener que abandonar la Unión Monetaria Europea, o de que le echen de ella, pero hay que decir que ellos solitos se lo están buscando si el Gobierno y la oposición siguen con sus políticas populistas y la sociedad continua demandando más prestaciones sociales pero negándose a pagar los impuestos con que financiarlas. Ahora bien, por mucho que lo de esta nación sea una auténtica tragedia griega, dista mucho de serlo para el futuro del euro. Los bancos franceses y alemanes, los principales acreedores de Grecia, tienen capacidad de sobra para afrontar las consecuencias de su exposición a la economía helena, que les debe algo más de 90.000 millones de euros. La suspensión de pagos, no cabe duda, les provocaría un roto considerable, pero es perfectamente asumible y ya está.
Por lo demás, creo que todas las apuestas que se han hecho acerca de la ruptura del euro a causa de los problemas de España, Italia, Portugal e Irlanda son equivocadas. Sin ir más lejos, esta misma semana, la Unión de Bancos Suizos (UBS) calculaba, en un dramático informe, las consecuencias para todos de la ruptura de la Unión Monetaria Europea. El escenario sería dantesco porque los países deudores quebrarían, los acreedores no cobrarían, los sistemas financieros de toda la UE se irían al garete y tendríamos todos nosotros una crisis económica y social de dimensiones más que dantescas. Los costes de la ruptura, por tanto, son demasiado elevados. Ello es debido a que la entrada en vigor de la moneda única y la reducción de la prima de riesgo que siguió al cumplimiento de los criterios de convergencia dio lugar a intensos movimientos de capitales intracomunitarios que se han convertido, en última instancia, en un muy poderoso lazo de unión que hace que la ruptura sea casi imposible.
Los mercados deberían saberlo hace tiempo. Sin embargo, como hasta ahora no han hecho más que recibir mensajes confusos, están perdidos. Alemania, consciente de los costes de la ruptura del euro, está enviando ahora mensajes de unidad, como acaba de hacer Angela Merkel en su comparecencia ante el Bundestag al afirmar que su "misión central" es sacar a Europa de la crisis. Las contradicciones del Gobierno español, así como la parálisis en que ha metido al país, tampoco ayudan, aunque si deberían hacerlo las drásticas decisiones de recorte de gasto de algunas autonomías, como Castilla-La Mancha o la Comunidad Valenciana. Y es que el problema de la UE es de falta de un mensaje claro y unificado. ¿Cómo se explica, si no, que los mercados castiguen a España por un déficit en el entorno del 7% del PIB y una deuda del 67% y dejen en paz al bono americano cuando Estados Unidos tiene un déficit de más del 10%, una deuda pública del 100% y, encima, Obama sigue empeñado en gastar y gastar? Quizá porque algo huele a podrido en los mercados financieros.