La evolución de la crisis española exige la convocatoria inmediata de elecciones, le guste o no a los socialistas, porque, como se está viendo estos días, ni las intervenciones de China ni las del Banco Central Europeo consiguen tranquilizar a los mercados. Y, aunque lo lograran, la estabilidad duraría poco y las tensiones volverían a repetirse con mayor intensidad, sobre todo en septiembre y octubre, hasta el punto de provocar el hundimiento total de nuestra deuda y la necesidad de que nuestro país, al final, tenga que ser rescatado. ¿Qué cambia la llamada a las urnas en este contexto? Muy sencillo, la posibilidad de evitar el desastre total.
Para frenar las tensiones de los mercados, la economía española necesita medidas de ajuste duras, tanto presupuestarias como de reformas estructurales. El Gobierno podría anunciarlas ahora mismo, sin embargo, dudo mucho que tuvieran el menor efecto sobre los mercados. De entrada, Zapatero ya no tiene credibilidad alguna, después de tanto prometer que iba a hacer y, al final, permanecer de brazos cruzados y dejar todo como estaba, o incluso peor. Además, ZP debería pactar dichas medidas con Rubalcaba, quien también desea que las elecciones se celebren lo antes posible, con lo que resulta difícil pensar en que puedan llegar a acuerdo alguno. Y del PP, que debería dar credibilidad a dichas medidas comprometiéndose a mantenerlas en el tiempo, cabe esperar lo mismo, porque entienden, con toda la razón del mundo, que esto ya no da más de sí y que, le guste o no al señor Zapatero, lo que tiene que hacer éste es irse a su casa ya mismo porque su permanencia en Moncloa es parte del problema, mientras que su salida es el principio de la solución.
¿Qué puede hacer Rajoy que no pueden llevar a cabo ya los socialistas para evitar la quiebra de España? Pues, como candidato favorito a la victoria en las urnas, irse a visitar a los grandes inversores de Londres y Nueva York en cuanto se convoquen las elecciones y presentarles todo un plan detallado de ajustes tanto presupuestarios como de la economía, recordándoles al mismo tiempo la buena gestión económica que hizo el PP cuando llegó al poder y que consiguió, contra pronóstico, que nuestro país hiciera a tiempo unos deberes bastante difíciles para ser socio fundador del euro. Después, confirmar en la medida en que pueda, durante sus discursos de campaña, esos compromisos adquiridos con los grandes inversores para restaurar su más que maltrecha confianza en la economía española. Y, por último, nada más llegar al poder, y sin esperar a la elaboración de los presupuestos para 2012, empezar a tomar medidas. Probablemente solo así se podrá evitar la quiebra de España, y únicamente Rajoy cuenta hoy con la capacidad política para conseguirlo. Lo malo es que todo esto, en última instancia, depende de la voluntad del señor Zapatero de largarse de una vez por todas o, en su defecto, de que los socialistas terminen ya de echarlo a patadas. ¿Qué más tiene que pasar en los mercados para que esto suceda?