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Juan Velarde

Las agencias de calificación

Es evidente que la fiabilidad de sus pronósticos ha mejorado muchísimo, porque su personal ha sido aleccionado para no incurrir en equivocaciones.

Es evidente que la fiabilidad de sus pronósticos ha mejorado muchísimo, porque su personal ha sido aleccionado para no incurrir en equivocaciones.

Las agencias de clasificación, que habitualmente se conocen como agencias de rating, son objeto una y otra vez de críticas feroces. Son acusadas poco menos que provocar conmociones en los mercados financieros, al servicio de no se sabe qué oscuras fuerzas, a través de descensos en el nivel de confianza que ofrecen empresas o títulos concretos. Un argumento comúnmente empleado es que se equivocan, y que por ello nadie confiar en sus pronósticos, porque hasta bien entrado el año 2008, todo lo que contemplaban como muy positivo no se cumplió.

Efectivamente, en esa ocasión miríadas de economistas mundiales no atinaron a contemplar la crisis que se nos venía encima. Y estas agencias, desde luego, aceptaron difundir el optimismo. Pero cabalmente por eso, ahora son más de fiar. Bien sabemos que se equivocaron plenamente en sus juicios anteriores, pero también que aquellos que repiten los errores quedarán definitivamente fuera del mercado de los servicios donde actúan y donde buscan beneficios. Por tanto, es evidente que la fiabilidad de sus pronósticos ha mejorado muchísimo, porque su personal, constituido esencialmente por economistas de alto nivel en sus estudios previos y, por consiguiente, muy bien preparado, ha sido aleccionado para no incurrir en equivocaciones.

Ahora, precisamente por lo dicho, es cuando más podemos fiarnos de cómo califiquen a un país, a un bono, a una institución crediticia. Da la impresión de que eso lo comprenden muy bien, porque mucho les va en ello. El problema es que molestan mucho a multitud de políticos que no quieren oír más que el soniquete de "Sin novedad, señora baronesa". Menos mal que algunos de ellos, la muestra inteligente, como sucede con Angela Merkel, aceptan que el mal que ahora mismo acongoja a los mercados no procede precisamente de las agencias de clasificación de solvencia, sino de los que tendrían que ser solventes y no lo son.

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