EEUU se arriesga a caer en una "profunda" crisis de consecuencias "impredecibles" que "dañaría seriamente" su credibilidad y ofrecería la imagen de un país "imprudente e irresponsable". Este análisis no ha sido realizado por Hugo Chávez; ni por un columnista de prensa izquierdista; ni siquiera por algún portavoz del Tea Party deseoso de criticar a la Casa Blanca. Todas esas palabras las pronunció este lunes Barack Obama en un último discurso televisado a la nación.
El presidente se mostró disgustado, nervioso y algo alarmista ante la posibilidad de que finalmente se enfrente a un escenario que parecía imposible hace un par de meses pero que, según pasan las horas, va haciéndose cada vez más cercano: si antes del próximo martes 2 de agosto no hay un acuerdo entre demócratas y republicanos, el Gobierno de EEUU no tendrá dinero para hacer frente a todas sus obligaciones. Es decir, el país más poderoso del mundo podría estar a menos de una semana de declararse en quiebra.
¿Cómo se ha llegado hasta aquí?
Lo primero que hay que dejar claro es que esta situación no era inevitable ni ha sido consecuencia de una sucesión de desastres divinos sobre los que no se tenía control. Como ocurre con muchos políticos intervencionistas, Barack Obama se presentó esta madrugada ante sus ciudadanos como una víctima inocente de las circunstancias, pero eso no es cierto. Cuando llegó al Gobierno, la deuda norteamericana suponía menos del 70% del PIB. En cuatro años, se ha disparado hasta cerca del 100% (ver gráfico). George W. Bush no fue precisamente un presidente austero. De hecho, en sus últimos tres años en la Casa Blanca generó déficits públicos del 1,9%, 1,2% y 3,2% respectivamente. Pero Obama ha superado con creces estos niveles y en los dos ejercicios que lleva en el cargo los números rojos han sido del 11,4% y 9,0% (y la previsión es del 9,3% y el 7,6% para 2011 y 2012).
De esta manera, el demócrata, que recibió un volumen total de deuda de poco más de 8 billones de dólares lo ha disparado hasta los 14,3 billones que alcanzaría, si nadie lo remedia el próximo martes 2 de agosto. Éste es precisamente el límite establecido en la actualidad. Esto quiere decir que el Gobierno no puede pedir prestado más dinero una vez que alcance ese nivel.
¿Qué pasaría si...?
Nadie se atreve a contestar a esta pregunta. Lo primero que hay que aclarar es que alcanzar este nivel no implica necesariamente una quiebra. Lo que quiere decir es que para seguir pagando las facturas, el Gobierno norteamericano sólo tendrá disponible el dinero de caja y lo que vaya recibiendo día a día con el cobro de impuestos. Bill Clinton sufrió una situación parecida en la Navidad de 1995 cuando la falta de aprobación del presupuesto provocó el cierre del Gobierno Federal. Aunque Obama evitó esta situación límite el pasado abril, no está tan claro que pueda volver a conseguirlo ahora.
Las agencias de calificación ya han avisado de que recortarían la nota de la deuda pública de EEUU, desde AAA a AA. Esto no implica, ni mucho menos, una quiebra, pero sería un golpe durísimo y generaría mucha incertidumbre en los mercados, en un momento muy delicado. En realidad, nadie sabe muy bien qué ocurriría porque es un escenario desconocido. Es difícil pensar que la primera economía del mundo pueda incumplir sus obligaciones. El propio Obama lo ha calificado de "impredecible".
El problema en estos momentos no es tanto, como en 1995, que haya que mandar a los funcionarios a sus casas de un día para otro. La cuestión es que habría que reducir el gasto de inmediato. EEUU tiene constantes vencimientos de deuda pública y si no puede realizar nuevas emisiones, su único camino sería recortar en otras partidas para no incurrir en un impago. ¿De dónde saldría ese dinero: sanidad, educación, defensa, de renegociar la deuda,...? ¿Tendría capacidad EEUU de generar ingresos fiscales a corto plazo para superar esta situación sin recurrir a elevar el techo de deuda? Ésas son las preguntas del millón y por ahora no tienen respuesta
En el alambre
En Washington, la mayoría de los acuerdos bipartidistas se hacen en el último minuto. En abril, fue así como se evitó la paralización de los servicios públicos. Por eso todo el mundo confía en que antes del próximo martes haya un pacto. Pero lo que se daba por descontado hace un mes empieza a estar en el alambre. También puede producirse una situación de parálisis, con las dos partes enfrentadas y enrocadas en sus posiciones. Y es difícil salir de este círculo vicioso una vez que se inicia. Cada partido tiene mayoría en una cámara, por lo que será necesario el acuerdo para sacar adelante cualquier texto.
Pero el discurso televisado de Obama de este lunes y la respuesta de John Boehner, líder republicano en la Cámara de Representantes, mostraron posiciones muy divergentes. En este punto, la estrategia de la Casa Blanca es presionar para que el partido de la oposición acepte la propuesta de Harry Reid, el líder de la mayoría demócrata en el Senado.
Demócratas: los compañeros de partido de Barack Obama han planteado un incremento del techo de déficit de 2,7 billones de dólares a cambio de un plan de reducción del gasto de la misma cantidad. Además, han admitido no incluir ningún incremento de impuesto, algo por lo que los republicanos han luchado. Por eso, el presidente defendió este lunes que el plan de sus correligionarios era "equilibrado" y una buena prueba de "proposición bipartidista". El problema de este planteamiento es que otorga una enorme capacidad de endeudamiento extra a corto plazo al Gobierno y que le permitiría llegar sin problemas a las elecciones de 2012, a cambio de un plan a medio plazo de reducción del gasto que no sería tan sencillo de hacer cumplir.
Republicanos: en el bando contrario, se quiere atar mucho más en corto a Obama. Su líder, John Boehner ya le ha dejado claro a la Casa Blanca que no le otorgará un "cheque en blanco". Su planteamiento es aceptar un incremento del techo de deuda de 1 billón durante seis meses que fuera acompañado de un paquete de ahorro de 1,2 billones. Si se cumpliera con este programa, entonces los republicanos aceptarían otro incremento adicional de 1,6 billones en enero, unido a una reducción del gasto de 1,8 billones. Sería un comité conjunto de la Cámara y del Senado quien propondría las partidas de gasto que se recortarían y luego, se someterían a votación sin posibilidad de enmiendas.
Obama vs Boehner
Al igual que Bill Clinton tuvo en Newt Gringich, líder de la mayoría republicana entre 1995 y 1999, a uno de sus enemigos más duros de pelar, Barack Obama se ha encontrado en John Boehner a la horma de su zapato. El republicano respondió en un discurso televisado, emitido minutos después que el de Obama, que Estados Unidos no puede fallar en el cumplimiento de sus obligaciones: "La triste realidad es que el presidente quiso un cheque en blanco hace seis meses -cuando comenzaron las primeras negociaciones- y quiere un cheque en blanco ahora, y eso no va a pasar". Vamos, que los republicanos no están dispuestos a votar ningún aumento de la deuda que no implique un plan claro y a corto plazo de reducción del gasto público. En palabras de Boehner: "El presidente ha dicho a menudo que necesitamos una aproximación ‘equilibrada’, lo que en Washington significa ‘nosotros gastamos más y tú pagas más".
En ayuda de las tesis de Boehner ha salido Pimco, la mayor gestora de deuda pública del mundo, que ha asegurado que "el peor resultado de esta crisis es, aún más negativo que un default, es una extensión a corto plazo que no incluya un compromiso sólido de reforma fiscal a corto plazo".
Por su parte, Obama apela a la "responsabilidad" de los republicanos (en ocasiones como si él no tuviera ninguna en la materia). En su discurso televisado, se dirigió directamente a los ciudadanos para que presionen a sus representantes: "Si desean un enfoque equilibrado para reducir el déficit, que su miembro del Congreso lo sepa. Si cree que podemos resolver este problema a través del compromiso, envíe ese mensaje".
La cuenta atrás se ha convertido en una espada de Damocles para Obama, ya que una vez que alcancen un acuerdo -si es que lo hay- tendrá que ser aprobado por la Cámara de Representantes, el Senado y finalmente ratificado por él. Todo ello en menos de una semana. Por eso alertó de que caer en mora sería "imprudente" e "irresponsable" y reiteró que una solución para aumentar la deuda hasta finales de año, como proponen los republicanos, no resuelve el problema y no sería suficiente para evitar una rebaja de la deuda de EEUU. El presidente advirtió que si EEUU cae en mora no habrá dinero para pagar la seguridad social, los beneficios de los veteranos, ni los contratos firmados con miles de empresas. "Ahora todas las familias saben que un poco de deuda en una tarjeta es manejable, pero si nos mantenemos en este camino, nuestra creciente deuda costará trabajos y dañará seriamente nuestra economía".
FMI: críticas a Obama
Por si todo esto fuera poco, al presidente le ha salido un nuevo crítico en un lugar inesperado. El FMI se despachó este lunes con un estudio muy crítico con la situación de la economía norteamericana y alertó de "efectos amplios y negativos" si no se alcanza un acuerdo.
"El techo de la deuda federal debería aumentarse rápidamente para evitar un grave impacto en la economía estadounidense y los mercados mundiales", afirmó el Fondo en su informe anual sobre la economía estadounidense. Pero no se quedó ahí, puesto que también exigió "la adopción de una trayectoria sostenible para la deuda pública", algo que en su opinión "es crítico para la estabilidad de la economía estadounidense y tendrá repercusiones positivas en otros países".