Tras el gran parche concedido a Grecia la semana pasada, que si bien no es una solución definitiva ha conseguido que los mercados se sorprendan gratamente, después de la presentación de los test de stress de la banca europea que en su conjunto muestran un sistema financiero capaz de aguantar nuevos shocks, lo cierto es que la intervención de la Caja de Ahorro del Mediterráneo (CAM) ha supuesto un jarrón de agua fría para la economía española. Al cierre del mercado de ayer, España volvía a las andadas con un diferencial de 324 puntos frente al bono alemán de diez años.
Lo inoportuno del anuncio de la intervención de la CAM hay que entenderlo por la extrema torpeza de las autoridades. La situación deficiente de la CAM tendría que haberse resuelto hace meses por no decir años. Se intentó una venta ordenada que no prospero debido al verdadero agujero de la CAM. La ocultación del desfase patrimonial de la CAM imposibilito su venta y por ello ahora no queda más remedio que la intervención y una venta a la desesperada: ganará quien menos dinero público pida.
La triste situación de la CAM muestra, una vez más, lo equivocado que es proceder a recapitalizar a una entidad financiera sin antes valorar correctamente su balance. Empezar por el final nunca es una buena práctica. Aunque en este caso parece que las autoridades sí conocían el desfase patrimonial y decidieron ocultarlo al mercado.
Ya son tres las Cajas que se han intervenido. ¿Cuántas más quedan? Y, ¿cuánto más dinero público hará falta para estabilizar el sistema financiero español? Por lo pronto, con el anuncio de la intervención de la CAM, España vuelve al centro de la atención de los mercados financieros y ha sido castigada con más intensidad que los demás países europeos periféricos. A Grecia Moody’s le vuelve a bajar el rating, y, sin embargo, es España quien más lo resiente, mucho más que Portugal, Irlanda o Italia.
En esta tesitura, un adelanto electoral sigue siendo la única vía de salida para nuestro país, a menos que nuestras autoridades despierten y empiecen a poner en marcha in extremis las consabidas reformas de orden económico, financiero y político que precisa nuestro país. Si no se hace nada, escapa a toda razón lógica.